La saturación de datos, informes, testimonios y todo tipo de “noticias” sin ningún tipo de control produjo una avalancha de fake news en las redes, lo que contribuyó a instalar fuertemente la desinformación. (Foto de portada: Horacio Paone).
Entre mayo de 2010 y agosto de 2011 el diario Clarín publicó 445 tapas sobre el gobierno de Cristina Kirchner de las cuales 347 (78%) tenían por título principal una noticia negativa y sólo 32 (7%) se referían a noticias con enfoque positivo. A pesar de la férrea oposición de Clarín, en las PASO de 2011, la gente elige a Cristina con más del 50% de los votos (casi 10 millones y medios de sufragios).
Integrantes y allegados del grupo multimedios alardeaban ante políticos, funcionarios públicos, empresarios, gremialistas y público en general sobre su capacidad de influir sobre los gobiernos de cualquier extracción. La capacidad de marcar agenda se podía resumir en una frase tristemente célebre: “Ningún presidente resiste tres tapas de Clarín en contra”.
CFK no sólo había soportado esas tres tapas, sino que había salido virtuosa frente a las 347 previas a su elección. Un dato más le daba a lo sucedido el estatuto de fenómeno comunicacional y sociológico digno de estudio: en muchas encuestas realizadas a boca de urna, los periodistas se encontraban con un oxímoron votantes de Cristina lectores de Clarín. El resultado de las elecciones primarias de 2011 instaló la pregunta sobre la pérdida de influencia del multimedio sobre el electorado y el verdadero alcance del fenómeno.
Tendríamos que evaluar si esas 347 tapas de Clarín eran tendenciosas o definitivamente falsas, lo cierto es que esos titulares deben haber sido el simiente de un nuevo fenómeno comunicacional exacerbado tal vez por la difusión exponencial que se produce a través de internet y las redes sociales especialmente facebook. Nos referimos a las fake news (noticias falsas) y la influencia que puedan tener en el proceso democrático, sobre todo en vísperas a las elecciones presidenciales de este año.
Un dato que puede ser interesante es cómo ha sido el crecimiento de facebook con relación a otros medios o dispositivos de comunicación. A la radio le llevó 38 años llegar a los 50 millones de usuarios, a la TV le llevó la mitad de años; mientras que a facebook le llevó 9 meses superar los 100 millones de usuarios una vez que se abrió su plataforma a todo el público a partir de 2010.
Sin embargo, entendemos que el dato relevante es que facebook nace a partir de un grupo de estudiantes de Harvard que lanzan el sitio web con el propósito de crear una red que permitiera a los estudiantes de esa universidad conectarse entre sí. La masificación actual no contamina un ápice la credibilidad que genera saber que nos conectamos entre amigos.
La producción y publicación de contenidos por parte de los usuarios y la participación más activa de las audiencias y los lectores son una de las características más complejas de esta nueva etapa. Se trata del pasaje de un ámbito en el que sólo podían publicar personas con conocimientos específicos: los periodistas, a uno en el que se requieren muchas menos exigencias en el terreno de la comunicación y también de la informática.
Se esperaba que, gracias al acceso a las redes sociales, la diseminación a escala ultra masiva de la comunicación –el hecho de poder recibir información y, fundamentalmente, poder producirla y publicarla- traería como consecuencia una mayor interacción entre los ciudadanos, lo que haría circular un saber que beneficiaría el ejercicio democrático.
Como sostiene Jean Baudrillard en La transparencia del mal: “Las cosas liberadas quedan sometidas a la conmutación incesante y, por consiguiente, a la indeterminación creciente y al principio de incertidumbre”. Fue lo que sucedió. La saturación de datos, informes, testimonios, etc. sin ningún tipo de control produjo una avalancha de fake news lo que paradójicamente contribuyó a instalar la desinformación.
Hagamos un poco de historia. Las noticias son el producto de observaciones precarias, inciertas, acerca de determinados hechos que muchas veces no son observadas directamente por los periodistas; de allí que la mayor parte de la información se obtiene a través de las fuentes informativas, que son las personas que han sido testigos o que participaron directamente de esos hechos.
La realidad que nos toca vivir hoy en día a las personas comunes y corrientes hace que sea muy difícil sino imposible percibir porqué hemos dejado de tener inviernos tan fríos o por qué Messi no juega en la selección como en el Barca, tampoco podemos percibir qué podemos hacer con la inflación, etc. Esa dificultad para acceder al entendimiento de por qué suceden esas cosas que nos benefician algunas veces y nos perjudican la mayoría nos empujó a darle crédito a los representantes de la verdad, a los intermediarios del saber.
Frente a la dificultad que tiene el lector de noticias para corroborar por sí mismo lo que es verdadero o falso, surge el periodista como alguien que durante muchos años ha luchado y finalmente obtuvo la credibilidad de la opinión pública para relatar la verdad. Pocas veces se analizan esos parámetros de credibilidad; pero, para entender que miden muy alto basta con mencionar que la sociedad le ha permitido al periodista expresarse en el modo indicativo que es el modo gramatical, la forma usual, para hablar de hechos reales cuando en realidad está hablando (o escribiendo) de hechos que pueden no ser ciertos.
Tanto pasan a segundo plano los hechos reales como crece la credibilidad. El periodista se termina convirtiendo en alguien más importante que la noticia. Tanto pasan a segundo plano los hechos reales que también se devalúa la función de la fuente informativa; porque éstas eran (son) las que le permitían al periodista rendir culto a aquello de decir la verdad lo más objetivamente posible.
Las fake news justamente manipulan esas creencias, convicciones y sentimientos siempre con el fin de influir en la opinión pública. Hoy muchos periodistas no están obteniendo la información de sus fuentes informativas sino de datos que surgen de escuchas telefónicas, fotografías, filmaciones y seguimientos de los actores sociales que han sido obtenidos ilegalmente con métodos propios del espionaje.
El hecho es que estos ¿periodistas? al relatar una verdad adulterada pero verosímil están minando la credibilidad de la opinión pública poniéndola en la obligación de tener que volver a descubrir por sí misma donde habita la verdad.
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