De cómo cierto “periodismo”, en su afán de satisfacer la demanda del mercado de vender información o de congraciarse con la ideología del multimedios en el que se desempeña o de darle al público lo que éste pide o necesita, termina (des)informando.
Esta nota se inspira en la investigación realizada por Daniel Cecchini acerca de cómo Jorge Lanata, a través de su programa de TV Periodismo para todos, había realizado la cobertura de la causa por lavado de dinero denominada: La ruta del dinero K.
Cecchini relata que siendo director de Miradas al sur publicaba en 2013 una nota titulada: Cómo armar una operación periodística (y gastar un montón de guita en el intento) y cómo cinco años después lo escrito mantiene plena vigencia lo vuelve a publicar en Socompa con un adenda y lo titula: Las (largas) patas de la mentira.
Lo primero que debemos consignar es que las notas de Cecchini se inscriben en lo que los manuales de periodismo denominan: autorregulación periodística. En Ética para periodistas de Herrán y Restrepo leemos que la autorregulación periodística depende de la libre iniciativa y el compromiso de todos los actores que intervienen en la información: 1) Los propietarios y directivos de los medios (tanto públicos como privados); 2) Los periodistas que trabajan en esos medios; 3) El público que los recibe.
La autorregulación periodística supone un importante desplazamiento del ajuste normativo del funcionamiento de los periodistas y medios desde el Estado y/o el mercado hacia la sociedad en su conjunto y a la regulación que ésta puede llegar a producir al leer, entender y evaluar cómo está informando el periodismo.
La importancia de las notas de Cecchini radica en que pone en práctica los postulados teóricos de la autorregulación. Él está informando periodísticamente cómo el periodismo (el de Lanata), en su afán de satisfacer la demanda del mercado de vender información o de congraciarse con la ideología del multimedios en el que se desempeña o de darle al público lo que éste pide o necesita, termina (des)informando.
Pretendemos darle continuidad a la investigación de Cecchini sin dejar de aludir a todos los conceptos que regulan el periodismo ya que entendemos que el rigor académico y científico de la comunicación también colabora en la construcción de una información pluralista y democrática.
El ex director de Miradas al Sur sostiene que existe una operación político-mediática-judicial armada contra la entonces presidente con el objetivo de desestabilizar su gobierno y con miras a las elecciones legislativas de octubre de 2013 y las presidenciales de 2015. Vamos a tratar de entender que la operación político-mediática-judicial se monta sobre un oscuro escenario donde lo primero que se impone es iluminar cuál es el procedimiento de los actores políticos, jurídicos y fundamentalmente los mediáticos ya que esta nota intenta también ser auto-reguladora del periodismo.
¿En qué consiste la escena político-mediática-judicial donde se montan las operaciones de los actores?
Cuando Lanata anuncia que va a informar sobre la ruta del dinero K pone en marcha una operación periodística que de ninguna manera comienza en ese momento. En realidad, la operación mediática arranca (Lo podemos visualizar en un ESQUEMA que proponemos) con la de inteligencia que se hace en la ex Secretaría de Inteligencia de Estado (SIDE), hoy Agencia Federal de Inteligencia (AFI), de manera orgánica y/o inorgánica. Por orden de un funcionario político y/o judicial los servicios abren una carpeta contra el adversario -devenido enemigo interno– al que se apunta.
Esta inteligencia circula hacia los medios para lo cual debe ser lavada. El lavado de información es un concepto que surge del lavado de dinero. Para los legos recomendamos Orzak, la serie de Netflix en la que los traficantes mexicanos le envían a Marty Byrde (Jason Bateman) a EE.UU. montañas de dólares provenientes de la venta de droga para ser lavados. La idea del lavado de dinero se ha impregnado de tal forma en el lenguaje que se desplaza metonímicamente al lavado de información.
Como con el dinero ilegal que proviene de la droga, la información ilegal proviene de escuchas telefónicas, de datos extraídos a través de internet, de seguimientos subrepticios, de fotos y videos comprometedores, etc. ¿Cómo se lava esa información? Allí entra a tallar el periodismo.
Secreto profesional
Debido al secreto profesional, el periodista está en posición de poder sostener que esa información no procede de la inteligencia; sino de las fuentes informativas que son el lugar donde el periodista abreva. Esta connivencia entre periodistas y espías parece ser el eco de viejas prácticas de la dictadura actualizadas y complejizadas.
El secreto profesional es la obligación que tiene el periodista de no dar los datos de su fuente informativa, de no revelar su identidad. Se supuso y se supone aún que de esta forma se le está garantizando al público una información que de otro modo quedaría fuera de su alcance. La principal beneficiaria del secreto profesional es la sociedad en su conjunto al recibir más y mejor información.
En la situación que estamos analizando podemos afirmar que el secreto profesional se constituye en un privilegio corporativo ya que la información no sale de las fuentes informativas; sino de la inteligencia. No se está cumpliendo con el requisito ético de que la información obtenida no sea off the record; es decir, que tenga el consentimiento de la persona para ser publicada.
Cecchini sostiene que el programa armado por Lanata está plagado de certezas que se lanzaron al aire “sin ninguna prueba que las sostuviera”. Entrecomillamos la frase porque es textual, por la importancia que tiene el tema y porque nos permite introducirnos en otro derecho del periodista que tiene una larga historia.
Doctrina Real Malicia
Antiguamente el Código Penal concedía una protección especial a los funcionarios públicos. Pero, resultaba injustificable en un régimen democrático la vigencia de la figura de desacato, delito que parecía ser un resabio de viejas concepciones autoritarias. Leemos en Los riesgos jurídicos del periodismo que un considerable número de sentencias judiciales comenzaron a cuestionar la existencia de este delito. Estos fallos se han inspirado en un caso célebre resuelto por la Corte Suprema de Justicia de los EE.UU. denominado New York versus Sullivan (1964) donde se exige a los funcionarios públicos, que como consecuencia de las altas misiones que le confía la sociedad, soportar con mayor tolerancia que un ciudadano común las críticas de la prensa.
A raíz de este famoso caso se produce un cambio sustancial en la jurisprudencia americana ya que con anterioridad las críticas vertidas por los medios respecto del proceder de los funcionarios públicos debían ser acreditadas puntualmente. Ahora para configurar el delito de injurias y calumnias se comienza a exigir la comprobación de la real malicia; es decir, la comprobación de que el periodista está (des)informando tendenciosamente, con malicia. ¡Es lo que llamaba la atención de Cecchini cuando sostenía que Lanata informaba sin pruebas que corroboraran lo afirmado!
A través del secreto profesional se logra lavar la información y luego se la publica en los medios con grandes titulares. Si la información publicada no puede sostenerse con pruebas resulta insustancial para la justicia porque la doctrina real malicia permite que los funcionarios –en este caso CFK- deba soportar con mayor tolerancia que un ciudadano común las críticas de la prensa.
Resulta importante abrir una reflexión sobre la información construida sin contar con pruebas, muchas veces con argumentaciones paupérrimas –las notas de Cecchini lo ponen en evidencia- ya que esas noticias no sólo son leídas por el público en general; sino, que también son evaluadas por los funcionarios judiciales quienes las terminan utilizando para actuar de oficio. Se denomina actuación de oficio a un trámite o diligencia judicial que se inicia sin necesidad de actividad de las partes interesadas; es decir, no es a instancia de parte. La posibilidad de actuación de oficio está regulada por ley, ocurre que con noticias falsas se terminan armando causas reales.
Con la participación de la esfera política se completa de alguna manera el cuadro de situación que hemos tratado de describir. Con lo publicado en los medios se genera una cantidad de material más que suficiente para atacar al adversario político con una extraordinaria eficacia.
Para finalizar destacamos el inmenso poder que han conseguido los medios y los periodistas. Nunca más literal aquello de que el periodismo encarna el cuarto poder. No vamos a ahondar en el poder de la empresa periodística porque va de suyo; pero, sí queremos hacerlo en el del periodista.
Tanto el secreto profesional como la doctrina real malicia se han convertido en dos prerrogativas enormes con las que hoy cuenta el periodista. Han sido conseguidas a los largo de más de 150 años de ejercicio profesional, de lucha y esfuerzo, muchas veces pagando con la vida. Tal vez no sea mal momento para recordar a Rodolfo Walsh, escritor y periodista argentino desaparecido por la dictadura en 1977.
El problema es que algunos periodistas parecen estar haciendo todo lo posible para dilapidar este enorme capital. Cuando el periodista profesional lava información está utilizando sus prerrogativas no sólo para favorecerse a sí mismo; sino al medio para el cual se desempeña. Cuando el periodista se identifica absolutamente con lo que el medio le demanda al punto tal que termina realizando operaciones de lavado nos encontramos con que el periodismo se muere.
No podemos terminar la nota sin reconocer el enorme esfuerzo que están haciendo una gran cantidad de periodistas para luchar por un lugar dentro del periodismo sin caer en esta situación que hemos desarrollado y criticado. Como para muestra basta un botón nos quedamos con una foto que se ha viralizado donde vemos a los periodistas del diario La Nación en su propia redacción repudiando una nota editorial donde se solicitaba impunidad para los condenados por la represión. Esa foto nos recuerda constantemente que para ser un buen periodista no es necesario ser un barra brava del medio.
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