No todo fue glamour ni alfombra roja. En la puerta del hotel donde se entregaban los premios los trabajadores de Télam, la TV Pública y Radio Nacional hacían oír su voz contra la política de medios de Cambiemos. Hernán Lombardi también tuvo su hit del verano.
Ahí viene Lamothe?”, pregunta una cholula pegada al vallado que rodea al Hotel Alvear Icon. Pero el revuelo no lo provoca el galancito del momento, sino hombres y mujeres con menos glamour. Vienen cantando por Puerto Madero que el ministro de Comunicación Hernán Lombardi es un mentiroso. Son trabajadores de los medios públicos, que llegaron a la fiesta de los premios Martín Fierro y se topan con una brutal paradoja: otros trabajadores, los que manejan las cámaras y portan micrófonos, que esperan a que llegue el citado Lamothe, Susana Giménez o Adrián Suar, ni siquiera voltean para verlos. La transmisión oficial completará el engaño: dirán que no pasa lo que está pasando.
Se escucha ahora el hit del verano, repite melodía pero cambia de destinatario. Pobre Lombardi, pienso, justo su nombre y apellido tiene cinco sílabas y la misma acentuación que el de su jefe, el Presidente. Un enorme retrato del funcionario encabeza la protesta. El cartel tiene una sola palabra: vaciador. Hay nerviosismo en los miembros de Prefectura que custodian la zona. Pero la bandera del Sindicato de Prensa de Buenos Aires, SiPreBA, no traspasa los límites impuestos por la organización. No hará falta: burlarán el cerco informativo un par de topos gremiales que se colaron a la fiesta y entregarán en mano a los asistentes un volante que dice “#NoApaguenALosMediosPúblicos”.
En Canal 7 los trabajadores del noticiero sufrieron un 50% de merma en su salario. Primero, le redujeron la jornada laboral de 8 a 6 horas. Luego le dejaron de pagar artículos del convenio colectivo, norma en plena vigencia y con fuerza de ley. Cuando fueron a discutir paritarias les ofrecieron un cero por ciento de aumento. No es error de lectura: aumento cero. El que describe el panorama que se vive en Figueroa Alcorta y Tagle es un cronista con 39 años en el oficio. “Cada vez que llego al laburo, celebro no encontrarme con cien gendarmes en la puerta y tiemblo cuando apoyo el pulgar en el lector de entrada, te juro que todas las mañanas digo ‘ahora se me prende la luz roja y me quedo en la calle’”, cuenta. Tristeza. E incertidumbre. Un camarógrafo con 25 años de antigüedad define en dos palabras la situación por la que atraviesan sus compañeros y él. “Nos dicen que somos unos vagos, ¡y nosotros queremos trabajar”, explica. Pero quitaron las ediciones del sábado y domingo y redujeron las coberturas al mínimo. Otra canción que resuena frente a las vallas refrenda el concepto: “Caradura, caradura, caradura, caradura, los ladrones son ustedes no la gente que labura”.
Ahí pasa Luis Ventura, rodeado de patovicas. Una delegada de TELAM le entrega un volante y el titular de APTRA se compromete a leerlo. Pero no dirá nada en su discurso inicial: “Apostemos a pasarla bien”, arenga desde el escenario. No la pasan bien en la agencia oficial. Acaban de afrontar dos despidos sin causa, de los que dio cuenta Socompa. Las autoridades cerraron el servicio de radio, el reporte nacional (dossier de noticias políticas y sociales de Argentina) y el suplemento literario. “También habían cerrado el turno madrugada, hasta que se morfaron lo de Fidel”, agrega otro delegado. Refiere a la muerte del líder cubano, que TELAM reportó con varias horas de retraso. El responsable de la agencia es Rodolfo Pousá. Los trabajadores más añejos recuerdan que ya había estado en ese cargo en el gobierno de la Alianza en 1999, de la mano de Darío Lopérfido. “Quería cerrarla aquella vez, pero resistimos; ahora vuelve a intentarlo”, explican.
Son pícaros los encargados de preparar el evento. Movieron el ingreso de las celebridades –la llamada “alfombra roja”- al interior del hotel. Filman cuando los invitados bajan del auto, pero sin sonido ambiente y con un plano corto. Recién “ponchan” la cámara en vivo cuando el famoso o famosa en cuestión recorrió varios metros tras cruzar la puerta. La fiesta es visual y auditivamente limpia, aunque en la vereda se grita a voz en cuello “Unidad de los trabajadores y al que no le gusta, se jode, se jode”. Un productor de Radio Nacional acepta que “los que estamos jodidos somos nosotros”. Detalla unos 20 despidos en todo el país, mayoritariamente personal que cumplía con la carga horaria de rigor y que no ganaba más de 15 mil pesos mensuales. Denuncia un recorte de horas extras que afecta directamente al servicio: la reciente sanción de la Ley Anti Tarifas no alcanzó a cubrirse porque el último trabajador terminaba su horario a las 9 de la noche. Tampoco se reflejan las actividades del presidente ni otros actos oficiales, todo se roba de la televisión en vivo. Las 49 emisoras del interior cierran los fines de semana y se convierten en repetidoras de lo que sale por los micrófonos porteños. El federalismo queda solo para el slogan.
Llega Mirtha Legrand, hay suspiros de alivio. Hasta último momento se dudaba de su presencia. Por detrás de la diva, mal pagos, con su puesto en riesgo o sin empleo, están saltando y cantando los trabajadores de los medios públicos. “Se la ve un poco vieja, eh”, acota un hombre que está ahí desde las seis de la tarde, esperando hallazgos como el que acaba de descubrir. “Me la hacía distinta”, concluye, y se suma a la legión de los que ya saben que en la tele no todo es lo que parece.