Joaquín Morales Solá, el celebérrimo editorialista de La Nación, tribuna de doctrina, nos vuelve a iluminar. Y dice lo que, a esta altura del partido, deberíamos saber todos: que viviríamos en la mejor de las argentinas si no fuera por los ataques desestabilizadores de los violentos mapuches-kurdo-anarco-camporistas.

Antes de entrar en materia, y porque somos gente confiada, partimos de los siguientes presupuestos:

1)      Que nos gobierna el mejor equipo de los últimos 50 años. Nos sentimos seguros.

2)      Que el mejor equipo nos prometió se-gu-ri-dad. Seguridad es lo que tenemos.

3)      Que el Gobierno de la Ciudad reclamó legítimamente durante heroicos años el traspaso de la Policía Federal y que tenemos no sólo una aun flamante policía de la ciudad que es amable y maravillosa (basta observar lo bonito de sus uniformes y esas gorras onda inspector Clouseau) sino a la Federal. Y además la ex SIDE dejó de ser una cueva de chantapufis. Es decir que vivimos en el mejor de los mundos, triplemente protegidos de todo tipo de vándalos, cacos y malhechores.

4)      Que horas antes de la marcha en reclamo de Santiago Maldonado –esa maldita politización mal intencionada- dijeron los diarios serios que ya se había desplegado un fuerte operativo de seguridad en prevención de los incidentes, esos que ya al mediodía temió –¡mi amor!- Mariani Fabbiani.

5)      Que –pese a todo lo anteriormente enumerado- es evidente que la poderosa fuerza de la alianza anarco-kurdo-colombiana-populista-borg rebasó la línea Maginot dispuesta por las fuerzas del orden, al punto que los violentos pintaron las paredes del Cabildo, allí donde ya tuvimos el disgusto de lamentar que el ultrakirchnerista Mariano Moreno, arreando a un conjunto variopinto de  idiotas útiles, causara colectivas angustias entre nuestros mejores emprendores al designar a un gobierno patrio y tumbar a un virrey.

La otra posibilidad, si el punteo anterior no funciona, es que la(s) policía(s) de la Ciudad sea de una inutilidad inconcebible y no haya previsto nada, ni desplegado fuerzas, ni espiado nada, ni un telefonito, ni un muro de Facebook. Conclusión: fueron los violentos los ganadores. Imposible –pese al operativo– impedir que ofendieran las paredes del Cabildo. Eran más fuertes y numerosos que las tropas de Atila.

Habla al país el compañero Joaquín Morales Solá

Si a ustedes todo esto les parece ridículo, hagan el favor de leer el editorial que publicó nuestro gran amigo Joaquín Morales Solá en La Nación, bajo el título “Los desmanes llegaron para quedarse”. Fue Joaquín a la biblioteca de su abuelo para rescatar el sustantivo desmanes, de modo que les pedimos respeto a los lectores. En principio dijo o escribió Joaquín que todo bien en el país, man, que “encuestas y datos de la economía navegan con viento a favor” peeeeeero que “el espectro de la violencia en manifestaciones públicas comenzó a hacerse habitual”.

Qué cagada.

Dijo Joaquín en su editorial de este domingo pasado en La Nación que “Todo indica que grupos radicalizados de la sociedad han tomado esa deriva por las elecciones y más allá de las elecciones”. No sólo radicalizados en deriva, dijo Joaquín. Dijo que “dos altos funcionarios del gobierno” los califican –agarrate, Catalina- como “terroristas”. Y deben tener razón porque ya Clarín tituló en papel un par de veces con la expresión “extremistas” (nos persignamos). Por supuesto, nos explica Joaco como si fuésemos pelotudos, tales terroristas “no aceptan las reglas del juego del sistema democrático ni del sistema económico”. Obvio, sino no serían “terroristas”. “Al contrario, las combaten”, escribió. Nosotros hubiéramos puesto signos de admiración para ser didácticos: “¡Al contrario, las combaten!”.

Si ustedes notan que escribimos hasta acá un poco en joda es para no salir a pegarle a Joaquín (es un hombre de edad) ni incurrir en desmanes. Sigamos citándolo: “borrachera de violencia”, “acto depredador”, vidrio de ventana de funcionario equis “pulverizado por una lluvia de piedras”, y por si esto fuera poco “en la Patagonia es, con todo, mucho peor”. “Río Negro, Neuquén y Chubut son las tres provincias que más sufren el asedio de grupos violentos, que destruyen la propiedad pública y privada con bombas molotov”.

Joaquín brinda con la Corte.

Hagamos ahora una pausa. Ubiquémonos en el mapa a Río Negro, Chubut y Neuquén, que es como decir dos tercios de la Patagonia. Flor de extensión esteparia. Imaginen ustedes esos quichicientos kilómetros cuadrados de territorio ventoso, yermos, asediados, todos esos kilómetros cuadrados, por bombas molotov. ¡La cantidad de bombas molotov que se necesitan para asediar esa extensión que equivale –ponele- a Francia y Alemania juntas!

Pausa.

(A todo esto: ¿cómo se las ingenian los terroristas mapuches para esconderse en la chatura de la estepa? ¿Se disfrazan de pelotas de pastos que cruzan la ruta con el viento?)

Calificar: verbo satánico

Luego dice Joaquín cosas terribles, más terribles aun que las anteriores. Tal parece, sostiene, que los terroristas radicalizados “abandonaron el primer intento de desestabilizar al Gobierno por medio de la descalificación”. Onda que los terroristas decían “puto” o “níveo” (empleados como adjetivos calificativos), y esperaban tumbar al gobierno elegido por las urnas. Dice Joaco que eso duró “un año y medio”. Pero ahora estamos en la “segunda fase de la desestabilización”: “la creación de un clima de violencia permanente en el espacio público”. Habla Joaquín de que por ahora los terroristas se limitan a romper objetos (o fase Oaky) “y al uso de bombas molotov”. Peeeeeeroooooo: “Nadie en el Gobierno, ni en las fuerzas de seguridad, está en condiciones de anticipar si habrá también una fase de violencia más grave y más letal”.

Entonces.

¿Entonces qué?

Entonces “la mirada está puesta sobre el grupo RAM (Resistencia Ancestral Mapuche), que ha sembrado la Patagonia de actos violentos”.

(Reiteramos: se trata de quichicientos kilómetros cuadrados de territorios yermos; no sabemos si dada la aridez extrema de sus suelos la siembra obtendrá frutos. Dios quiera que no)

Puede que ustedes se rían de lo que dice Joaquín, nosotros nos reímos como modo de no angustiarnos. Pero atentos: por si no escucharon a Lanata (¡¡¡no me digan que no escucharon a Lanata y a la Pato Bullrich!!!), lean lo que sigue:

“El RAM argentino no está solo. Tiene antiguas vinculaciones con el violento Quebracho (N. de R: violento quebracho tiene su poesía, su gauchesca santiagueña), que a su vez no cortó los lazos con el cristinismo desde los tiempos de su ex jefe Fernando Esteche”. Y ahora sí, ojo al piojo, porque lo que escribe Joaquín tiene como fuente inobjetable “los informes oficiales”. A saber: “en el Sur sobre todo, también participan de los actos violentos desprendimientos de Miles, el partido de Luis D’Elía, y sectores radicalizados de los sindicatos de petroleros y de la construcción”. Dice Joaquín que “es probable que se trate de grupos autónomos”, pero que “las palabras violentas que usa Cristina Kirchner” no ayudan.

Cristina, ponete las pilas y ayudá.

Ah, no. Me dicen que en la campaña estuvo hecha una seda.

Con Bussi, en Tucumán.

Bueno, no sé. Que nos siga guiando Joaquín, quien de pronto, mientras nos distraíamos, se puso a escribir que los mapuches de RAM tienen “bordes políticos (¿?), de neonazis, de marxistas frívolos y de cristinistas resentidos” (upa) a los que “se les unen a veces grupos anarquistas, que sólo aparecen de vez en cuando” (menos mal). Joaquín informa que –ya no sé quien, si los mapuches o los resentidos o los neonazis- tiene dos casas en Capital, “una en la calle Brasil”. Se ve que la policía no lo sabe. ¿Todo tiene que hacer Joaquín?

Sí, todo. Al punto que luego, en su columna del domingo pasado, teme Joaquín por Vaca Muerta y por la visita del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, contra quien blasfemaría La Cámpora –en contexto de violencias, claro- al solo efecto de “defender a su jefa por el tratado con Irán”.

Gracias, sheriff

Joaquín se las sabe todas; fuma debajo del agua Joaquín. Él dice ya hacia el final de su editorial, como quien sugiere que eso es lo que menos importa, que “por ahora no existe ninguna prueba que inculpe” a Gendarmería con la desaparición de Santiago Maldonado. Pero que “el cristinismo ha hecho de esa tragedia una detestable bandera electoral”. “¿Por qué?”, se pregunta Joaquín. De nuevo, nosotros agregaríamos signos de admiración dramáticos, judíos, y llenos como de afrenta: “!!!¿¿¿Por qué???!!!. Si dice Joaquín que la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich dijo “La primera prueba contra un gendarme, y éste no durará un minuto” (qué mal escribís, Joaquín). Otra vez, all together, ¿por qué? “¿Por qué el Gobierno haría eso? ¿Qué conseguiría si no su propia adversidad política? Acusar al Gobierno de la desaparición de Maldonado es sencillamente una perversión de la lógica. Es la violencia de las palabras, que siempre precede a la violencia de los hechos”.

En el CCD La Escuelita de Famaillá.

Así dijo Joaquín, conocido en su barrio de infancia tucumano como Zarathustra, pero eso fue antes de que cubriera el Operativo Independencia hacia 1975-76, corresponsal de Clarín y luego hombre fuerte de ese diario que queremos mucho y su ruta.

Me parece que los compañeros de Socompa me pidieron que hiciera una nota denserio sobre lo escrito por Joaquín Morales Solá. “Da miedito”, me dijeron. Y sí, da miedito. Todos sabemos que da miedito lo que está haciendo el gobierno, la desaparición de Santiago Maldonado, la represión en la Plaza, las muertes de morochos anónimos en el conurbano o las villas, a menudo militantes sociales, y todo eso con la preparación previa de las conciencias a cargo del aparato ideológico del Estado y el otro aparato aun más fenomenal en manos privadas.

Da miedito, suena a 1975. Nosotros (o el que escribe) creemos que no van a poder hacerlo, que “no pasarán” y por eso escribimos un poco en joda sobre un texto que es realmente delirante.

La versión completa la pueden leer acá. Verán que no mentimos:

http://www.lanacion.com.ar/2059198-los-desmanes-llegaron-para-quedarse

Y disculpen que no llenemos de calificativos a Joaquín. Nos explicó que eso desestabiliza y también nosotros estamos algo grandecitos para cometer desmanes.