Es una de las mayores estudiosas de la violencia de género. De paso por Buenos Aires, Rita Segato habló de la lucha por la ley del aborto, de los peligros de que el feminismo predique el punitivismo y de qué ocurre en la mente de un abusador.
Todo lo que lleva ondula: sus rulos cortos canosos, su vestido suelto azul oscuro, sus collares de cuentas. Sus palabras bailan una melodía acuosa como el bossa nova, vibran, inundan, mecen. Aun cuando se pone firme en sus posturas, Rita Segato está lejos de parecer la bruja mala de los cuentos que ella misma dice que encarna para algunos.
Antropóloga de la UBA y profesora emérita de la Universidad de Brasilia, en 1993 Segato comenzó a especializarse en temáticas de género, cuando el gobierno de Brasilia le encargó entrevistar a la población penitenciaria condenada por delitos sexuales. De esta experiencia surge su primer libro Las estructuras elementales de la violencia, editado en el 2003. Posteriormente estudió la crueldad de los femicidios ocurridos en Ciudad Juárez y formalizó esta investigación en el libro La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez (2013).
Rita recorre Latinoamérica con sus palabras: habla casi sin tomar respiro sobre las cárceles brasileras, la ausencia del Estado en Guatemala y Honduras, la enorme caravana migrante que vomita sangre mientras atraviesa el continente, Ciudad Juárez y la violencia del narcotráfico que se inscribe en los cuerpos de las mujeres y niños. Su marea de ideas inunda, pero también aclara. De vez en cuando, preocupada el caudal de su discurso, desemboca en las divisiones de los feminismos y advierte que el punitivismo puede ser un riesgo para todo el movimiento. Luego de su presentación en el “Foro Mundial de Pensamiento Crítico” organizado por CLACSO, Rita Segato habla del aborto, la situación en América Latina y de la ruptura del mandato de masculinidad como única manera de cambiar la historia.
-¿Cómo entendés los abusos sexuales después de haber hablado con los propios perpetradores?
-La agresión sexual es opaca, no es fácilmente entendida, ni siquiera el propio agresor comprende su acto. Yo sostengo que las violaciones no son crímenes de intencionalidad sexual. Hasta hoy entendemos la agresión sexual como causa de la libido y en el deseo, porque nos enseñaron a pensarla en el ámbito de lo privado. Trato todo el tiempo de sacar el cuerpo de las mujeres y disidencias de ahí y transformarlo en un cuerpo político, que cuando es agredido, la agresión proviene del campo de la política y de lo público.
-Si no es por deseo, ¿Por qué se realiza una violación?
-Es un crimen expresivo: cuando el agresor lo realiza está diciendo algo. Esa es la diferencia entre el crimen utilitario -que se puede explicar- como un robo, y el crimen expresivo o enunciativo. El crimen enunciativo es un acto moralizador. El violador está ahí enseñando algo a la víctima, disciplinándola. Es la recreación del mito adánico. En todo el planeta hay mitos de origen que hablan de que la mujer comete una falta y necesita ser castigada, a veces incluso mediante una violación. ¿Cómo no va a repetirse si el origen de la historia es un acto de agresión sexual?
-Si la violación es un crimen enunciativo, ¿Hacia quién se está expresando el violador?
-El feminismo siempre resaltó la relación vertical del agresor con su víctima, pero hay otro campo de interlocución que son los pares. Yo hablo de la masculinidad como una fratria, una cofradía, una corporación. Ningún hombre es un miembro nato de la fratría masculina, el hombre tiene que titularse todo el tiempo, porque sino se emascula. Esa cofradía de la masculinidad es un mandato de violación.
-¿Creés que los varones deben tener lugar dentro del feminismo?
-No creo que los hombres tengan que sumarse a la lucha de las mujeres; de hecho, creo lo contrario. El feminismo es liberador para los varones. Les está diciendo dejen esa postura de macho alfa, porque no hay ni macho alfa ni macho beta. Hay que tirar el mandato de la masculinidad: al día de hoy esa es la única manera de cambiar la historia.
-Respecto a tu libro “La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez”, ¿Cómo afectan las nuevas formas de conflictividad interna latinoamericana en los cuerpos de las mujeres?
-Hay una transformación en la historia de las guerras. Ahora las guerras no son entre Estados, sino guerras difusas donde el control para-estatal de la vida se expande en guerras represivas, guerras criminosas, las guerras entre pandillas. Desde siempre el daño a las mujeres fue un daño colateral en las guerras. Antes se ganaba una batalla y se tomaban los bienes del pueblo derrotado y las mujeres eran parte del botín. Hoy eso ha cambiado: ahora el cuerpo de las mujeres no es más un daño colateral en la guerra, sino un objetivo estratégico. En el cuerpo se escribe un mensaje de dominación territorial, de soberanía jurisdiccional. En las guerras anteriores había racionalidad, en las nuevas guerras el cuerpo de las mujeres se ha vuelto un bastidor en el cual los soberanos de una jurisdicción escriben su soberanía con una crueldad arbitraria. En el inconsciente colectivo, si mato a un hombre, por mayor crueldad que haya, es guerra. Ahora, si cometo exceso de crueldad sobre el cuerpo de mujeres o niños es arbitrario, es el mensaje de la capacidad de crueldad aislado como discurso.
Segato se muestra preocupada por ciertos fenómenos dentro del feminismo. Resalta que se pierde tiempo y energía en pelearse con otras compañeras que piensan de manera diferente en algunos puntos, en vez de dar una batalla común. Transversalidad, lo que permitió teñir las calles de verde.
“Estoy un poco preocupada con los feminismos. El feminismo se ha vuelto punitivista y espera del Estado la punición del enemigo. El medio educativo está mostrando una imposibilidad de convivir entre chicos y chicas. Hay infinidad de relatos de acoso, pero si no tenemos mucho cuidado con eso vamos a terminar con muchas de nuestras conquistas. Tenemos que tener en claro la diferencia entre un crimen y las relaciones entre las personas y retomar la capacidad de negociar en éstas. Sino, por el lado del feminismo, estamos llegando al fundamentalismo. Los métodos punitivistas para cambiar las relaciones entre personas están replicando en la micropolítica las fallas del Estado y su modelo carcelario.”
-¿Te referís al método del escrache? ¿Considerás que las redes sociales amplifican el linchamiento?
-Claro. Si las feministas en términos históricos hemos defendido el derecho al justo proceso, no podemos defender el escrache. Tiene que haber un derecho a la interlocución con el acusado, si no estamos cayendo en los mismos funcionamientos de aquellos que consideramos ser nuestros antagonistas de proyecto histórico. Yo no quiero un cambio de manos del poder, de la capacidad de opresión, de la reducción del otro mediante la burla y el escarnio: estamos luchando por un mundo diferente, no por un mundo igual en otras manos.
-Para finalizar, ¿qué pensás sobre quienes se oponen al aborto?
-Es muy fácil probar que no les importa la vida. Como dije en el Congreso: en la fertilización asistida se descartan un montón de óvulos. ¿Esas no son almitas? ¿Sabés por qué no les interesan? Porque no están en el cuerpo de la mujer, la cuestión del aborto es sobre el cuerpo de la mujer, es el control de la soberanía de la mujer sobre su cuerpo. Lo que les interesa es la mujer y su desacato al orden patriarcal, su cercanía con la liberación, que es el fin de la prehistoria patriarcal. La humanidad vivió solo una era: la prehistoria patriarcal de la humanidad. O salimos de ella o no tengo esperanza de que la vida humana continúe.
Fuente. El Grito del Sur