El vino viene y/o se toma en vaso, copa, damajuana o llatebo y, por supuesto, también en bota, sostiene beligerante El Pejerrey Empedernido ante la invasión de latitas que contienen y pervierten al mejor de los elixires. ¡Por las barbas de Baco!

Y sí, sin que nada vaya en desmedro del viejo Andy… Pero un sí doble y con mayúsculas a mi admiración eterna por el milanés que entre el XVI y el XVII, chupate ese helado de mandarina, le hizo de verónicas al Renacimiento, reinventó la luz, parió aunque varón fuera él al Barroco, y le quedo tiempo para vislumbrar el surrealismo desde su realismo más vital… Ustedes se estarán preguntando dónde compró a crédito con tarjeta trucha tanta pedantería ese Peje del orto, que quiere decir del amanecer, no sean mal pensados varones y mujeres de mi breve universo lector; él, que apenas si puede chapotear entre los barros del Tuyú y de tanto en tanto dársela de cronista… Pues les cuento: si tanto disfruto mis amistades y amores con la raza humana es por lo que aprendo, por algo es que ellos nos comen a nosotros, las bestezuelas, y no nosotros a ellos; pero les decía por escrito acerca de mis aprendizajes gracias al mucho trasnochar junto a los dueños únicos del lenguaje – y de la cocina también, dicho sea de paso -:  entre otras cosas a gozar como lo hice una mañana hace tiempo de aquél oscuro callejón en el que dos hombres trasladan un cadáver envuelto en un sudario; uno alumbra la escena con una vela, es un sacerdote; el otro lo sostiene por los pies. Mientas, una mujer amamanta con su pecho a un viejo entre rejas y dirige la mirada a un grupo de hombres, de los cuales uno de ellos se encuentra en el suelo, desnudo y algo escuálido; dos dialogan, otro agarra un manto y un último bebe. Sobre Siete obras de misericordia (1607), en sentaderas quien les relata, frente al altar de la iglesia Pio Monte della Misericordia, en Nápoles… Ahora, pasen y vean; todo lo de hoy viene a cuento de aquello que pretendo  señalar en torno a una de las últimas modas creadas por bodegas, expertos en publicidad y mercadeo, puestas sus testas sobre todo en caballeritos y damitas aún de corta estancia sobre el planeta, que poco gustan del vino pero que, y sin vueltas, día a día conforman las filas mayoritarias de la legión preferida por las empresas y los profetas y profetisas de esta vida desgarrada que se llama capitalismo siglo XXI, el del mercado infinito aunque según luce por estos días, de las pestes en momento y forma también: me refiero al vino en lata, como los refrescos o gaseosas, como las cervezas, como tantos brebajes que parecen algo; como aquellos tomates de la canción qué culpa tiene el tomate de estar tranquilo en la mata, si viene un hijo de puta y lo mete en una lata, y lo manda pa’ Caracas. Qué culpa tiene el cobre de estar tranquilo en la mina, si viene un yanqui ladrón y lo mete en un vagón, y lo manda a Nueva York… Ahí va la primera estocada matrera, como de ángel arcabucero: dicen algunos que saben que es indiscutible la intención de Caravaggio con Baco, su obra creo que majestuosa, de 1595: hace uso perfecto del escorzo para músculos tensos y deslumbra con su desenfreno… Está la fruta, está el vino y, sobre todo, está la mirada seductora del dios del libertinaje, que parece sostener una promesa de sobriedad perdida en la mano izquierda, dentro de la copa que ofrece a sus invitados… Caravaggio propone tierra y cuerpos para aquello que con lo que el poder insiste como sagrado… Baco no es más que un anfitrión de las bacanales romanas, el que se ríe, el que está dispuesto a otro trago más… En cambio, y ojo que más allá de la chanza del título, atenti que llega la segunda de las estocadas: el fulano también aguzó su talento en los fecundos ’60 del XX, y estampó hemos llegado a la conclusión de que los más banales e incluso vulgares elementos de la civilización moderna pueden, al transportarse al lienzo, convertirse en Arte… Se llamaba Andy Warhol y en el ’62 irrumpió en tanto pop con sus Latas de Sopa Campbell, los treinta dos lienzos que cuelgan como uno en el MOMA neoyorquino y simbolizan a su manera cada una de las variedades y sabores que ofrece el que, no lo nieguen, es uno de los emblema del morfar rápido, adocenado y globalizado como huevo de serpiente; una las imposiciones nefandas de la centuria en la que el capitalismo se glorificó made in USA… Hay quienes sostienen, y con inteligencia, que, desde la perspectiva de Warhol, la propia cultura supura arte… Esa cultura que fabrica sus propios iconos a partir del Hommo Mercatus exprimido y hasta de sus desechos…Warhol se inspiraba en lo que le gustaba: consumía casi a diario sopas Campbell y bebía Coca-Cola… ¡Pobre tipo!, pero en fin, también recuerdo a su Marilyn, a su Elvis, a su Mao; y la que sigue es una de sus frases que seguro atrapa a mi amigo Ducrot, en el futuro todo el mundo será famoso durante 15 minutos, pues no hay duda de lo que se avecinaba en el terreno de la comunicación, aunque al fulano más de una vez lo oí decir que se trata de la (in) comunicación, rito que los de arriba imponen para que los de abajo marchemos con caretas sin agujerillo para los ojos y con corchos a la altura de las orejas… Así que, hasta la semana próxima, os dejo con las elucubraciones de mi gomía y me concentro en dos horneados de salida, porque el tiro del final sí que nos tiene que salir… ¡Volveremos a Caravaggio y a Baco, y que las latitas de vino se las reserven para el amanecer, que, os recuerdo, también se dice orto!… En vaso, copa, damajuana o llatebo, también en bota, ¡Salud, aunque hoy los deje de garpe con la receta!

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