El Pejerrey Empedernido la emprende este sábado con los vinos y arremete contra los prejuicios de aquellos que los juzgan simplemente por los precios y los envases y, ya que está contra los falsos versos de catadores truchos.

También podría proponerles algo así como Bodegas Brecht presenta degustación y cata de sus mejores vinos, para confusiones varias si no acometo con un súbito esclarecimiento del título de ahicito arriba, exaltaciones de algunos y el desdén de vaya a saber cuántos… Entonces. El maestro Bertolt nos enrostra la profunda indignidad del capitalismo; el de las segregaciones, los desprecios y los aprovechamientos mercantiles de la pobreza (¿les suena?). Me refiero en particular a sus textos de los tres centavos, con primera publicación en tanto ópera (1928), aunque leída por este Peje hace mucho ya en versión La novela de… (La Habana. Editorial Arte y Literatura, 1974). Si aún no se zambulleron en ella, pues háganlo; es ejemplar… Resulta comprensible, lo admito, que os preguntéis acerca de tan caprichoso amancebamiento que postulo entre el título de este texto y su negocio o punto; sucede que me puede en alma y cuerpo eso de dejarme llevar por los ecos y las resonancias, pero si al fin de cuentas nuestra vida – la de nosotros los pejes trastocados y la vuestra de humanos –, que ojalá fuese un cáliz con vino, parece abrazada siempre a los afectos o desbarajuste y hasta zipizapes de (entre) biblias y calefones…Pero vayamos a lo que nos trajo hasta aquí. Hace pocos soles y lunas, en el programa de la TV pública Cocineros argentinos, que apenas si muy de tanto en tanto le dedico atenciones, porque les juro no comprendo cómo es que pueden los mortales bípedos con entendederas y deseos, es decir los integrantes de la humanidad toda, abocarse a razones o tramas del cocinar y el comer en medio de bramidos como alabardas de señoritos y señoritas agitados ellos y ellas nunca se sabe bien por qué; bien, en ese espacio de la tele, les contaba, un invitado creo que sabedor sobre vinos propuso catar un tetra, Uvita para más datos. Por su parte, alguien del plantel estable del programa sin tapujos se mandó con servir la copa enarbolada con un algo de hielo en su cuenco, respecto de lo cual el especialista con buen tino comentó que, para probarlo, para catarlo digamos, es mejor no añadirle nada, dejarlo solito y solo que lo quiero ver bailar, por ejemplo; pero, para un después, lanzó aquello que pese a muy dicho sabio es: sobre gustos no hay nada escrito. Y se armó de sopetón cierta bronca de esas que suelen amenizar con estulticias la vida, pasión y muerte del ser incontinente, opinador u opinadora con furias, en las dizque redes sociales; lo que por cierto no viene al caso, porque se lo imaginaran… Tanto que ahora sí, biblias y calefones; cacúmenes y caletres; prejuicios y  boberías; a saber, aunque no todo lo posible al respecto y quizás hasta deseable, para no abusar de vuestras aguantaderas y mansedumbres… Es cierto que va contra la tradición – y este Peje las defiende con convicción y gusto -, pero, según conocedores, el tetra es un excelente conservador de la calidad vinera, al igual que las tapitas a rosca que cada vez más reemplazan al “corcho” en blancos y rosados… Sentenciar que no hay vinos malos en la patria argenta suena a hipérbole, a extremosidad, o al menos a postraciones ante Manes el persa, (ojo no confundir con el vernáculo radicheta )… Sí entre los vernáculos son tantos los buenos, incluso muchos de los que hace un tiempo en nuestros desiertos se piensan y conciben, tanto que me alzo en rebelión contra quienes en forma injusta muchas veces reparten diatribas hacia ciertos zampares de la vid calificados de berretas; y para quede claro como agua de manantial, mi homenaje a la etiqueta Toro y a las de FECOVITA, ya que estamos. Dicho lo de recién, guarden y tengan, que los malos también son, y como los fantasmas porque, que los hay, los hay… Otra. Sucede sí que por los propios universos simbólicos del santo beber de la uva se le suele rendir irreprochable tributo a aquella ecuación férrea que es precio-calidad como mesura de vino caro o vino barato; aunque, y las próximas palabras van con megáfono: muy otra cosa es hablar sobre lo que se puede o no, porque para la inmensa mayoría de los terráqueos – soy peje pero me anoto – que habitan (amos) por estas tierras dolientes, todo es carísimo, inaccesible a la hora de morfar y de beber, ya que la llamada Argentina se ha convertido hace ratísimo en paraíso para ricos, turros y garcas, que son pocos, y purgatorio e infierno para las mayorías laburantes, con o sin conchabo. ¡Y cortenlá con la sarasa!… Tampoco quiero dejar en el tintero, y ya con esto me despido, aunque son muchos más los asuntillos sobre los cuales componer podría, aquello del irrefrenable chamuyo infeccioso de los que la juegan al mercadeo, de mercachifles o gerentes, que tanto daño le hicieron al vino, a quienes lo producen y venden con esmero y sobre todos a los que gozamos bajo sus influjos y refocilos. Buena parte de la liturgia publicitaria, como mareos de copas, gustos a vaya a saber uno a qué y no sé cuántas narices y redondeces o cuadraturas en el morro; todo ello apuntó, les seré sincero, a cachar giles; si señores y señoronas… Por eso no me aburro al reiterar. A la pregunta sobre cuál es el mejor vino; la respuesta surge: el que más os guste o el que puedas gozar. Y cuando la cuestión consiste en cuál para tal o cual platillo, siempre la humorada y ventolera: tinto, blanco o rosado, o los tres; porque los amo y adoro para beber, no para pintar… Mientras me despido por qué no batirles acerca de uno que probé anoche, un blanco de Malbec del Valle de Uco, Osado dice su etiqueta y es de la bodega Salentein. ¡A vuestra eterna salud!

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