En este artículo el autor sostiene que Lula es el aglutinador de la izquierda, tanto en el presente como en el pasado, durante los gobiernos del PT. Una experiencia que deja una enseñanza desoída en la Argentina: cuando se construye un Frente electoral con fuerzas que no son de izquierda es necesario hegemonizarlo.
El PT es un partido de izquierda, el partido de izquierda más fuerte que ha tenido Brasil, el único partido verdaderamente nacional hoy, con grandes proyecciones en América Latina y el mundo.
Siempre ha habido debates en el PT entre diferentes posiciones, de ahí la novedad democrática del partido que contiene la presencia de diferentes corrientes en su seno.
Los debates se dieron en todo momento de la historia del PT, prácticamente desde su fundación, incluso sobre el carácter que debía tener el nuevo partido. Los debates no siempre dejan lecciones claras para la trayectoria del partido.
Fue contra la dirección que venía tomando el PT, con su programa diseñado para las elecciones, que Lula impulsó un vuelco en 2002, que permitió al partido ganar, por primera vez, la presidencia de la República. El partido mantenía su nivel histórico de poco más del 30% de preferencias en las encuestas, con el favoritismo de Ciro Gomes y la disputa con José Serra.
Cuando Serra, ante el riesgo de quedarse fuera de la segunda vuelta, tiró todo para quitarle el favoritismo a Ciro Gomes, buena parte de ese electorado quedó disponible para disputarse entre el PT y los tucanos. Serra tuvo dificultades, por el desgaste del gobierno de FHC, cuya continuidad representaba directamente. Lula se lanzó a conquistar esos votos con la Carta a los brasileños y la proyección de la imagen de “Lulinha paz y amor”.
La combinación de estos dos instrumentos es lo que llevó a Lula a la victoria en la segunda vuelta, cuando saltó del 30% al 50%. Lula captó no solo las condiciones para la victoria, sino la forma de combatir el neoliberalismo.
Inició su gobierno con un pequeño ajuste fiscal, de modo que tuviera los recursos para implementar la gran clave del éxito de los gobiernos del PT: la centralidad de las políticas sociales. Rescató el papel activo del Estado para inducir la reanudación del crecimiento económico y para poner en práctica una política exterior soberana activa, priorizando los procesos de integración regional y no el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Todo ello manteniendo el equilibrio de las cuentas públicas y controlando la inflación.
Este esquema de gobierno no solo permitió a Lula ganar, sino gobernar, incluso en medio de una dura ofensiva derechista y mediática, llevando a Brasil a tener los gobiernos más virtuosos de su historia. La economía volvió a crecer, con políticas de distribución del ingreso, con ampliación del mercado interno para el consumo popular y confrontación con las desigualdades sociales y regionales. Para ello, Lula organizó las alianzas políticas que, bajo la hegemonía de las políticas del PT, llevaron al gobierno a tener la fuerza política y parlamentaria para gobernar con éxito Brasil. Nunca la izquierda ha sido tan fuerte y ha logrado la hegemonía en el país, como cuando Lula concluyó su segundo mandato, con un 87% de apoyo.
Una izquierda que le permitió al PT tener la hazaña de ganar cuatro elecciones presidenciales seguidas, democráticamente, respetando los mecanismos republicanos, conviviendo con la dura oposición de los medios y el poder judicial. Porque Lula había encontrado los medios para que la izquierda fuera hegemónica en el país, aún sin ser mayoría en el voto popular y en el Congreso.
El PT lideró las fuerzas democráticas y populares para gobernar el país, aún en medio del predominio mundial del modelo neoliberal. Apoyado en lo que caracteriza a las posiciones de izquierda, en el PT y en otros partidos: ser frontalmente antineoliberal, rescatar el papel activo del Estado y poner en práctica una política exterior soberana.
Estas son las posiciones que siguen caracterizando a la izquierda, encabezada por Lula. Comprendió que, para volver a poner en práctica estas posiciones, la derrota del bolsonarismo es una condición, para lo cual es fundamental contar con un amplio marco de alianzas políticas, tanto para ganar las elecciones como para poder gobernar.
Los debates internos del PT siempre son sanos, plantean las alternativas y obligan a esclarecer las razones de las posiciones asumidas por el partido. Bajo el liderazgo de Lula y la presidenta del partido, Gleisi Hoffman, el partido se ha mostrado a la altura de los mayores desafíos que ha enfrentado el país: salir de los desastres a los que la derecha brasileña ha llevado al país con este gobierno, devolverlo a la democracia, política de justicia social y de reconquista de posiciones prestigiosas de Brasil en el mundo.
Faltan todavía muchas definiciones programáticas, de las cuales el PT ya ha esbozado el norte: fin del techo de gastos, recuperación para el Estado de empresas privatizadas, reforma fiscal para dotar al Estado de recursos para enfrentar la superación del actual caos en el país, entre otras iniciativas. Es necesario aprovechar los meses de aquí a las elecciones para perfilar con mayor precisión el programa con el que el PT, de resultar victorioso, pretende volver a gobernar Brasil.
La dirección de Lula, abierta a las posiciones de todos los sectores que estén dispuestos a luchar contra el bolsonarismo, permite al PT enfrentar estos desafíos. Hay tareas pendientes, para llegar, en menos de 7 meses, en condiciones de – quién sabe, incluso – ganar en la primera vuelta, pasar esta horrible página de la historia de Brasil y recuperar el país, su imagen en el mundo y el orgullo de ser brasileños.
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