En contraste con la podredumbre reinante en los tres poderes del Estado, el juez Alejo Ramos Padilla dio una clase magistral sobre lo que es un funcionario público y su deber de informar a la sociedad sobre lo que sucede y la afecta.

Con tono pausado, tranquilo pero de inequívoca firmeza, el juez federal de Dolores Alejo Ramos Padilla describió ayer en el Congreso y con datos y pruebas, la situación de podredumbre que reina en los tres poderes del Estado argentino.

Habló también – sin abandonar nunca la presunción de inocencia – de la participación de periodistas en un entramado de espionaje interno que no sólo es ilegal sino que también deja en claro que hay una o más corporaciones mafiosas funcionando dentro del Estado.

En el Poder Judicial, en el Ejecutivo y en las dos Cámaras del Congreso Nacional.

Por eso no llamó la atención, sino que funcionó como una confirmación de las denuncias del juez, la ausencia de los diputados de Cambiemos y de Alternativa Federal en la sesión de la Comisión de Libertad de Expresión.

Tampoco sorprendió la falta de cobertura de su exposición por parte de los medios hegemónicos, no sólo por el blindaje mediático que brindan al gobierno de Mauricio Macri sino además porque están metidos hasta el cuello en el lodo descripto con lujo de detalles por el juez.

Pero, en la lógica del Gobierno y de sus secuaces o mandantes mediáticos, sigue funcionando aquello de que lo que no se sabe – lo que no se informa – no existe.

Ayer, un juez íntegro dio un aviso a la sociedad. Le dijo que estaba siendo engañada, utilizada y manipulada. Fue una actitud valiente, porque es plenamente consciente del poder de los denunciados y de su capacidad destructiva.

Con su denuncia, Alejo Ramos Padilla dio una clase magistral acerca de lo que debe ser un funcionario público y su obligación de informar a la sociedad sobre lo que sucede y la afecta.

También dio un ejemplo que ojalá muchos otros funcionarios públicos -que no son otra cosa, o por lo menos no deberían serlo, que servidores de la sociedad – se atrevan a imitar.

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