La desastrosa situación que deja Macri, al ser tan evidente, puede ser una ventaja para Alberto Fernández quien inaugurará para sus votantes un proceso de recuperación de todo lo perdido.

Probablemente Alberto Fernández sea el nuevo presidente de los argentinos en diciembre.

Sus votantes más entusiastas son los que acercó Cristina Kirchner (o los que le permitieron a Cristina Kirchner elegir al cabeza de fórmula, según desde donde se lo mire). Entre esos votos hay muchos viejos peronistas, progresistas, los necesarios votos del massismo (en PBA) y los peronismos provinciales que, si bien son fluctuantes, acá decidieron alinearse en la fórmula. Eso en lo que diríamos “orgánico”. Pero también están los votos de muchos desencantados del macrismo que han sido víctimas del ajuste y que, si apostaron por el cambio en 2015 y tibiamente insistieron en 2017, aparentemente han decidido jugarse por el candidato que mejor puede revertir los efectos nefastos del cuatrienio cambiemita. Alberto no consiguió esos votos con un programa de medidas explícito ni de promesas puntuales. Él “no firmó nada”.

¿Cuáles son entonces las expectativas generadas ante un candidato sobre el cual hay dudas de lo que realmente pueda hacer dado el nivel destrucción con que va a encontrarse? Se hace más hincapié en sus imposibilidades, que en sus potenciales éxitos. Veamos: va a tener que pagar mucha deuda, va a tener que negociar con el resto del PJ, va a tener que dialogar con Bolsonaro -en las antípodas ideológicas- va a tener que generar empleo pronto, debe recaudar más sin aumentar las retenciones, porque el campo no va a querer, no tendrá dinero para obras, etc.

Visto así, estaríamos ante un presidente sin autonomía, sin opciones, porque en muchos de los diagnósticos de esos puntos negros de la herencia macrista, se incluyen sus “no tocar”: No retenciones, no más deuda, no más emisión. Pero… también es cierto que el nivel de destrucción que va a encontrar al sentarse en la Casa Rosada el 11 de diciembre no es desconocido por nadie en la Argentina.

El macrismo se autocriticó por no haber sabido contar de forma suficientemente clara la crisis heredada. Ese no será un problema para Alberto. La crisis está a flor de piel. Eso simplifica un tanto la tarea del nuevo gobierno liberando recursos comunicacionales; el trabajo que el macrismo hizo mal (suponiendo que así fuera) ya estaría hecho porque la crisis es durísima y está a la vista; en segundo lugar, si Alberto gana contará con un plus de tolerancia respecto de sus medidas (al menos al momento de la puesta en marcha) ya que con el macrismo se va de vacaciones de la historia la idea de que “hacer lo que el manual indica y los mercados piden” puede  ser efectivo. Entonces, aunque en el otro extremo estén las limitaciones señaladas más arriba, de éste lado se encuentran las intensas y vastas (aunque no escritas) expectativas generadas por el eventual cambio de presidente sumadas al desconocimiento de los acuerdos políticos que lo llevaron hasta el cargo. Torciendo los dichos de Cristo a Pedro podríamos decir que “cada nudo que se ate por el lado de la incertidumbre previa, es un nudo que se desata por el lado de la autonomía de maniobras del presidente”, aunque luego sí, deban darse la tarea de justificar la innovación y sobre todo -y fundamental- garantizar que la innovación, inesperada y presentada como hecho consumado, funcione.

Quizás para la tarea de recuperar el poder para la política (que señalan Touzon y Rodríguez en http://www.panamarevista.com/sol-negro/) el perfil de Fernández y su fama de acuerdista sean un valor a tener en cuenta. También ayuda el evidente fracaso de los “todo-técnicos” con su discurso eufemístico y su ansia por enriquecer a las grandes empresas en desmedro de los usuarios y el pueblo.

Sumado a esto, consideramos que las dudas respecto de su entorno y de los haces de poder del nuevo bloque político gobernante (el PJ, La Cámpora, el massismo, más los bloques de los movimientos sociales y sindicales), le darán frente a la sociedad un margen de maniobra mayor del que dispusieron algunos otros presidentes, porque creemos que en función de la particularidad de la crisis, el repertorio puede ser desconocido

La gran ventaja obtenida en junio y la larga transición hasta diciembre le ha dado un tiempo para planificar los famosos “primeros 100 días”. Su margen de acción en los papeles estará acotado, pero políticamente tiene muchas posibilidades, fundamentalmente porque nadie espera demasiado. Con el sólo hecho de asumir, estará cumpliendo las expectativas de muchos de sus votantes. De ahí para adelante. todo es ganancia.

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