De un día para el otro los presos políticos pasaron a ser personas “detenidas arbitrariamente”, un eufemismo que busca parar una lucha y cuya aceptación muestra un preocupante grado de obsecuencia política.

Unas pocas líneas sobre un fenómeno que me llama poderosamente la atención y que pone en evidencia, cuanto menos, la labilidad de las convicciones de no pocos militantes (o, mejor, los llamaría “simpatizantes”) de un sector político que quiere reconocerse en el campo popular.

Se trata de un giro posicional preocupante: muchos de los que hasta el 10 de diciembre pasado clamaban por “¡Libertad a los presos políticos!” hoy ya no claman ni reclaman, sino que hablan de “detenciones arbitrarias” u otros eufemismos, colgados de la caracterización que hicieron Alberto Fernández y otros funcionarios de su gobierno.

No son todos, pero sí muchísimos.

Lo llamativo también es que muchos de los que han hecho ese giro, hasta antes del 10 de diciembre no hacían siquiera diferencia entre, por ejemplo, Julio De Vido o Amado Boudou, y los presos políticos de la última dictadura.

Las situaciones no son en absoluto equiparables, pero eso no quita que en la Argentina de hoy haya presos políticos y deba exigirse su libertad.

Las grabaciones al presidente de la Suprema Corte jujeña, Pablo Baca, no dejan dudas: la detención de Milagro Sala y sus compañeros fue una decisión política tomada desde el poder y perpetrada con herramientas del Estado. No puede haber duda de que se trata de presos políticos. Con todas las letras.

Hace unos minutos leí una frase del ex juez Carlos Rozanski que pone al desnudo la verdadera naturaleza del eufemismo “detenciones arbitrarias”.

“Las detenciones arbitrarias son decisiones políticas concretadas a través del poder judicial. Por lo tanto, los detenidos arbitrariamente, son presos políticos”, dice Rozanski.

Pero este breve texto no tiene que ver con lo jurídico sino con ese cambio de posición de tantos “luchadores” por la “libertad de los presos políticos” que hoy hablan tibiamente de “detenciones arbitrarias”.

Evidentemente, lo de “libertad a los presos políticos” fue, para muchos, una consigna vacía, teñida de oportunismo.

Cambiaron de posición por una sola frase del presidente.

Eso se llama obsecuencia política – cuando no “obediencia debida” -, un triste fenómeno que es epidémico en ciertos sectores del llamado campo nacional y popular. Y que llama a la desmovilización popular.

En fin, ahora van a empezar con “le estás haciendo el juego a la derecha” o “¿de qué lado estás?” en 3, 2, 1…

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