Sospechosos “incidentes” en la marcha por Santiago Maldonado, atentado al lugar donde se estrenaba un documental sobre él, amenaza de bomba en una canal y una pregunta: ¿Quiénes son y qué buscan los que están detrás?
La mayoría de los motores tienen un tacómetro, un contador de revoluciones, en cuyo cuadrante hay una zona roja. Cuando la aguja alcanza la zona roja, si se mantiene allí, el motor kaput. No va más.
Algunos datos inmediatos, y no tanto, señalan que Argentina llegó a la zona roja, y en cualquier momento se funde, kaput, no va más.
Ayer nomás, en una manifestación en Plaza de Mayo, un grupo de encapuchados protagonizó hechos de violencia, como en otras oportunidades. Poco más tarde, encapuchados atacaron el teatro donde se mostraría, por primera vez, un documental sobre Santiago Maldonado. Casi simultáneamente una amenaza de bomba fue el argumento para desalojar un canal de televisión opositor. Cosa que no se logró porque gente del canal bancó la parada y siguió en el aire.
Hay quien apunta a servicios, policías o gendarmes. También puede tratarse de un viejo recurso, que usó la gente de López Rega y luego la dictadura de Videla: la contratación de marginales dispuestos a cualquier “trabajo” a cambio de dinero y/o drogas. Como sea, a la cabeza no hay marginales.
Ninguna opción es improbable. La muy conocida AAA (Alianza Anticomunista Argentina) tuvo una vida bastante breve. Sin embargo, su sello siguió usándose para eliminar militantes que no debían llegar a la cárcel. ¿Quiénes usaron ese sello? Todos.
A eso deberíamos sumar algo de hace unos días, la participación de las Fuerzas Armadas en las campañas contra el narcotráfico. La versión más inocua dice que el traslado de militares a las fronteras liberaría a los gendarmes para reprimir protestas contra la realidad económica en las ciudades. Pero hay otra mirada posible, y peor.
Si se observa la experiencia de México -un país muy parecido a la Argentina- durante el gobierno de Felipe Calderón, ser cauteloso es poco. El gobierno de Calderón formó una fuerza de elite, armada con lo más moderno, para hacer la guerra a los narcotraficantes. Al poco tiempo esa fuerza se pasó en masa a servir de martillo para uno de los cárteles y, luego, se independizaría como el cártel de los “Z”.
El resultado fue una enorme cantidad de desaparecidos y asesinados, donde el reparto de muertes era parejo entre los narcos y las fuerzas del gobierno. Sólo que los cartel suelen asesinar a sus competidores, y las fuerzas del gobierno eliminaron a todo el que les pareciera sospechoso.
Hoy, en México, los muertos se cuentan por docenas cada semana. Hoy México se encuentra, para muchos analistas, entre los “países fallidos”; los no países.
Recuerdo una entrevista con Eduardo Duhalde, entonces intendente de Lomas de Zamora, para Le Monde Diplomatique. Decía que las campañas contra las drogas había que hacerlas con los curas de los barrios, los centros de fomento y, sobre todo, los padres de los chicos, porque a esos no se los puede comprar. A todos los otros, políticos, policías, jueces, etc, se los puede comprar. Vista la experiencia de México, agrego, también a las fuerzas armadas. Al fin, son tan personas como cualquiera.
De allí que siento que Argentina tiene la aguja en la zona roja, y acelerando. Es para preocuparse.