Un día después de la represión desatada por la Policía de la Ciudad contra quienes pretendían despedirse de Diego Armando Maradona, Presidencia de la Nación y el gobierno porteño se tiran responsabilidades. Lo que ocurrió fue el resultado de un cóctel explosivo cuyos ingredientes fueron una mala organización desde el gobierno nacional y el oportunismo político de la oposición que comanda a la Policía de la CABA.
La foto que encabeza esta nota no es de la represión perpetrada por la Policía de la Ciudad de Buenos Aires contra quienes iban hacia la Cara Rosada para despedir a Diego Armando Maradona. Desde un punto de vista periodístico debería serlo, pero al escribir estas líneas decido también ignorar lo que manda el oficio para que Diego no quede – por lo menos en este breve espacio – asociado a un ataque contra el pueblo.
Antes que nada hay que decir una vez más lo que todos vieron: la represión injustificada en la Avenida 9 de Julio fue obra de la Policía de la Ciudad. Fueron integrantes de esa fuerza quienes dispararon balas de goma y de estruendo, golpearon a mansalva e hirieron a personas. De eso no quedan dudas.
Las dudas son otras. Desde que ocurrieron los hechos empezó a desarrollarse un juego del Gran Bonete sobre las responsabilidades en la organización del velatorio en la Casa de Gobierno – lo cual no podía excluir el ordenamiento de la llegada de la gente – y en la represión.
El gobierno nacional dijo dos cosas al respecto: que el horario – corto – previsto para el velatorio lo había fijado la familia de Maradona y que la represión fue obra de la Policía de la Ciudad y, por lo tanto, responsabilidad del gobierno de la Ciudad.
Del lado de Rodríguez Larreta la respuesta fue que la organización era responsabilidad exclusiva del gobierno nacional, lo cual llevaba de suyo que la represión había sido consecuencia de esa (mala) organización.
Antes de continuar, conviene reproducir completo el comunicado (previo a los hechos) de Presidencia de la Nación, a través del Ministerio de Seguridad de la Nación, sobre la organización del acto. Ahí va:
“La coordinación del velatorio de Diego Maradona en Casa Rosada se encuentra a cargo de Presidencia de la Nación.
“Para mantener la seguridad en la zona, se encuentran trabajando 1200 efectivos entre: Policía de la Ciudad, Policía Federal Argentina, Gendarmería Nacional y Policía de Seguridad Aeroportuaria (quienes, además, cuentan con scanners) para controlar y asistir a las personas en las inmediaciones de la zona de mayor concentración popular. A ellos se suman 80 agentes de tránsito de CABA.
“Asimismo, personal de Protección Civil del Ministerio de Seguridad de la Nación dispuso cuatro postas sanitarias en la Plaza de Mayo y un equipo de comunicaciones. El Ministerio de Defensa de la Nación, por su parte, colocó siete postas sanitarias para brindar asistencia a quienes las necesiten.
“Se informa, además, que el ingreso a pie a la Plaza de Mayo se podrá realizar por el corredor habilitado”.
El comunicado de Presidencia no deja dudas: la coordinación del velatorio se encuentra a su cargo, y también nombra a las fuerzas que participan del operativo, entre las cuales se encuentra la Policía de la Ciudad.
Si Presidencia de la Nación coordina, la Policía de la Ciudad – como el resto de las fuerzas – está bajo sus órdenes. Que las obedezca o no, es harina de otro costal.
Coordinar – organizar – un evento de la magnitud del velatorio del mayor ídolo popular de la historia argentina incluye prever y estudiar la mayor cantidad de variables posibles, y una de ellas era – salvo grave pecado de ingenuidad política – el comportamiento de la Policía de la Ciudad, que responde a una alianza política, Juntos por el Cambio, que está haciendo una oposición salvaje al gobierno nacional.
Entonces, si la Policía de la Ciudad se cortó sola en la represión – como estoy seguro de que sucedió – no deja de ser un grave error de la coordinación por parte de Presidencia al no calcular cualquier jugada política que se pudiera armar con una fuerza que responde a Larreta.
De tenerse en cuenta esa posibilidad, en territorio de la Ciudad el operativo podría haberse montado exclusivamente con fuerzas dependientes de la autoridad nacional, como la Policía Federal, la Gendarmería, la PSA e incluso Prefectura. Sin la Policía de la CABA, que, como quedó demostrado, era un explosivo al que una pequeña chispa podía encenderle la mecha que lo hiciera estallar.
No se lo tuvo en cuenta, como tampoco se contempló que la exigua duración del velatorio decidida por la familia era insuficiente. Sobre ese tema, experiencias sobraban. No hacía falta remontarse a los dos días de duración del velatorio de Juan Domingo Perón en el Congreso Nacional sino a otro más cercano en el tiempo, el de Néstor Kirchner – con una duración similar -, para saber que el límite horario que pretendía la familia Maradona podía traer problemas porque mucha gente se iba a quedar afuera.
Como justificación, desde el gobierno nacional se dijo que se había respetado la voluntad de la familia. Suena muy lindo, pero cuando Presidencia de la Nación organiza un acto, la responsabilidad no es de la familia sino del Estado. Y las decisiones también.
Al haber puesto a disposición de la familia de Diego la Casa Rosada se le debió también imponer un horario que garantizara la seguridad de los concurrentes y que evitara que la frustración por quedarse afuera de quienes querían despedir a su ídolo se transformara en un problema.
Tanto el gobierno nacional como el de la Ciudad pueden seguir jugando al Gran Bonete de las responsabilidades sobre lo que sucedió ayer en las calles de Buenos Aires, pero lo que los hechos demuestran es que entre los dos armaron un cóctel explosivo, cuyos ingredientes fueron la imprevisión y mala organización por parte de Presidencia de la Nación y el oportunismo político de Horacio Rodríguez Larreta, que utilizó a la Policía de la ciudad para empañar un día doloroso que debió pasar a la historia de otra manera.
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