La mirada de una joven militante de 20 años que, como decenas de miles, ayer estuvo con sus compañeres en la vigilia del Congreso. Y un mensaje a los políticos que no aprobaron la ley: “el aborto va a ser legal seguro y gratuito con ustedes subiéndose a la ola, o ahogados por su conservadurismo”.

Llovía bastante más que lo que nos hubiera gustado. Hacía bastante más frío que lo que nos hubiera quedado cómodo. “Y bueno, vuelve más épica la hazaña”, dijo alguien escurriendo la bufanda. La hazaña de estar ahí, bancando los trapos y saber que los dinosaurios que discutían en el Senado no iban a permitir que el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo fuera ley. Pero no somos heroínas. Somos militantes, identidades disidentes que le debemos esta lucha a todas las personas gestantes que se sometieron a un aborto clandestino con la moral colectiva tratándolas de asesinas.

Lo que pasó los últimos meses, es de esos relatos que les vamos a contar a las próximas generaciones: estamos haciendo una revolución pidiendo por lo básico. Por eso se agranda el movimiento día tras día, porque el razonamiento es simple: Queremos decidir sobre nuestros cuerpos, sobre nuestra vida. Vivimos en un sistema socioeconómico que festeja las libertades individuales excepto cuando se trata de identidades disidentes. Y eso nos genera furia. Tanta, que la convertimos en fuerza de lucha para debatir en todos los espacios posibles, para acaparar cada martes la plaza del Congreso y pintar de verde la ciudad con un pañuelo colgando en nuestras mochilas, muñecas y cuellos.

El pronóstico en contra, dentro y fuera del Congreso, no iba a disuadirnos de ponernos glitter, trenzarnos el pelo y salir a gritar otra vez. Estamos organizadas, convencidas y acompañadas por nosotras mismas. Tomamos una estética para el combate. Nos convidamos brillantina entre desconocidas y nos decimos lo bien que nos queda. Educadas para odiarnos y envidiarnos, presentamos una lucha por el amor sororo. Cuando no estamos en una movilización, nos miramos cómplices en la calle yendo al colegio o al trabajo. De la mirada de prejuicio pasamos a la sonrisa compañera. Nos hermanamos. Y nos ofende que se atribuyan el término “pro-vida” a les que estaban del otro lado del vallado.

Ese es el clima que había en las calles aledañas al Congreso, el escepticismo y la sonrisa en alto, pensando en la otra, en no dejarnos atropellar el ánimo. La calle se convirtió para nosotras, de un espacio de peligro, a uno de contención. Esa transformación no nos la dio ningún gobernador, ningún policía, ningún novio o amigo. Nos la damos nosotras, no esperamos más nada de nadie.

La diversidad generacional que hay en este reclamo -que podemos ampliar la visión y llevarla al feminismo nacional entero- se vio reflejado en las actividades que se organizaron en los escenarios y carpas de la campaña. Charlas sobre las pibas de la generación del 2000, una batalla de free-style feminista y artistas consagradas convivían en el “line-up” de propuestas. Nuestras ancestras abortaron, nuestras madres abortaron, y nosotres ya estamos hartas.

¿El argumento? ¿Otra vez? Está bien. Lo repetimos. Más allá de cualquier habladuría, abortamos igual. Que las personas que manejan el Estado no quieran asumirlo, es un acto de hipocresía y misoginia. Nos vamos a aguantar otro año con personas gestantes muriendo a causa de abortos clandestinos. Que les pese en la conciencia. Pero también, tenemos un año más para que la fuerza se reproduzca y hacer entender a les legisladores que tienen que escuchar el reclamo popular. Hay una diferencia entre el mundial de fútbol y esto que apodamos el “mundial de las pibas”. Acá no se nos pone viejo Messi, porque si hay algo lindo de este movimiento es su horizontalidad. Cada persona con pañuelo verde se vuelve jugadora clave.

No hay dudas de que tenemos la fuerza política de ganarles la pulseada ¿el mejor ejemplo? Nuestra ex presidenta, que cajoneó por años el proyecto. “Si quieren saber qué me hizo cambiar de opinión fueron las miles y miles de chicas que se volcaron a las calles. Verlas abordar la cuestión feminista, verlas criticar, pero también describir la realidad de una sociedad patriarcal nos debe colocar a todos en un lugar distinto. Esta ley no va a salir esta noche pero quiero decirles a todos y a todas que no será este año, será el año que viene o el otro”.

Es así, señora expresidenta, señores y señoras legisladores, el aborto va a ser legal seguro y gratuito con ustedes subiéndose a la ola, o ahogados por su conservadurismo.

 

Si querés recibir el newsletter semanal de Socompa en tu correo, inscribite aquí.