El 18 de mayo de 2008 llegó a los kioscos el primer número del semanario Miradas al Sur, dirigido por Eduardo Anguita. La historia de un medio que dejó huellas y terminó destruido por sus propios dueños.
Salimos en un momento de fuerte tensión, de hostigamiento concreto por parte de quienes asumieron que cortar rutas o alimentar la inflación es una buena manera de seducir a aquella parte de la sociedad que descree profundamente que el modelo sojero pueda constituirse en beneficios para todos”. En pleno conflicto por la Resolución 125, el 18 de mayo de 2008 nacía el semanario dominical Miradas al Sur bajo el impulso del empresario Sergio Szpolski y la dirección periodística de Eduardo Anguita. El fragmento del editorial N °1 -citado más arriba- reflejaba un férreo apoyo a la posición del Poder Ejecutivo en relación a la necesidad de implementar un esquema de tasa móvil en la alícuota de retenciones de productos primarios. Nuestro país atravesaba los primeros meses del mandato inicial de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y se perpetraba la enfática reacción de la Mesa de Enlace (Sociedad Rural y aliados) frente a lo que consideraban un ataque a sus intereses. La confrontación con el sector más poderoso de la clase dominante estaría acompañada por la ruptura total de las relaciones entre el gobierno nacional y el Grupo Clarín, que a partir de allí encabezaría una ofensiva mediática opositora sin pausa.
Durante los meses en que se extendió el conflicto con las principales entidades agropecuarias -hasta el legendario voto “no positivo” del vicepresidente Julio Cobos-, Miradas al Sur logró plasmar algunos debates profundos que excedían la inmediatez de la coyuntura política: la estructura de dependencia económica, el comercio exterior y la propiedad de la tierra, todos planteos enmarcados dentro de un pensamiento latinoamericano y progresista. A partir de allí el semanario del Grupo 23 construyó una marca identitaria que lo distinguiría de otros medios de filiación kirchnerista nacidos posteriormente al calor de la iniciativa oficial: a diferencia de otros productos como 678 y Tiempo Argentino, Miradas al Sur se caracterizó por tener una apertura mucho mayor en sus artículos y columnas de opinión, donde era habitual encontrar ciertos atisbos de crítica, disenso y propuestas constructivas en relación con temas sociales y políticos de la realidad argentina. Su primera redacción estuvo conformada por Eduardo Anguita, Alberto Elizalde Leal, Walter Goobar, Carlos Polimeni, José Vales, Francisco Balázs, Felipe Yapur y Ricardo Ragendorfer, entre otros periodistas de vasta trayectoria en el ámbito de la prensa gráfica. En una segunda tanda se sumarían Miguel Russo, Eduardo Blaustein y Daniel Cecchini: éste último se convirtió en director periodístico del medio a partir del año 2012.
A pesar de que en el período 2007-2008 los principales matutinos porteños sufrieron una fuerte caída en sus ventas, la propuesta periodística de Miradas al Sur logró una rápida instalación en un nicho considerable de lectores y el nivel de ventas del semanario tuvo un primer momento de crecimiento para luego alcanzar una regularidad marcada durante sus primeros cuatro años de existencia. En agosto del año 2010, si bien el Grupo 23 ya había puesto todas sus fichas en la salida de Tiempo Argentino, las cifras de venta de Miradas al Sur continuaban por encima de los 20 mil ejemplares, de acuerdo a los datos del Instituto Verificador de Circulaciones (IVC). Durante esta primera etapa se destacó la publicación de algunas investigaciones periodísticas de relevancia como “Silencio por sangre: la verdadera historia de Papel Prensa” (Daniel Cecchini y Jorge Mancinelli), “La CNU. El terrorismo de Estado antes del golpe” (Daniel Cecchini y Alberto Elizalde Leal) y la revelación del escándalo de espionaje y escuchas telefónicas en el gobierno porteño que encabezaba Mauricio Macri (Walter Goobar y Ricardo Ragendorfer).
A comienzos de 2012 Eduardo Anguita abandonó la dirección periodística de Miradas al Sur -el coautor de “La Voluntad” se convirtió en una suerte de director editorial- y se produjeron las primeras turbulencias a partir de un plan de retiros voluntarios propuesto por Szpolski para achicar la redacción. Esta situación provocó el éxodo de algunos periodistas de trayectoria y se evidenció cierto retroceso en la calidad periodística del semanario. Incluso abundaron algunos rumores sobre un posible cierre cuando la empresa exigió al personal tomarse vacaciones durante todo enero del 2013. “Vivimos desde allí sosteniendo Miradas casi sin recursos, con muchos altibajos y colaboraciones cortadas. También empezó a atrasarse el pago de los sueldos y a hacerse más difícil la paritaria”, recuerda Daniel Cecchini, quien pasó a ocupar el lugar de Anguita. Luego de algunas idas y vueltas, Miradas al Sur redujo casi a la mitad su plantel fijo de periodistas y, si bien en paralelo el Grupo 23 amasó fortunas a partir de las abultadas cifras de publicidad oficial obtenidas en aquel período, las ventas del medio fueron cayendo en picada y se ubicaron en su nivel histórico más bajo al quedar por debajo de los diez mil ejemplares en enero de 2014.
En noviembre de ese año se produjo un hecho de relevancia que tuvo escasa repercusión en los grandes medios de comunicación: el Movimiento Evita adquirió el semanario Miradas al Sur bajo condiciones jamás reveladas públicamente. En un primer momento Cecchini y Anguita continuaron al frente del proyecto, pero ya entrado el 2015 la organización conducida por Emilio Pérsico y Fernando “Chino” Navarro designó una nueva dirección general integrada por los periodistas Carlos Villalba y Aram Aharonian. Ambos habían trabajado juntos en el diario La Voz, editado por Montoneros entre 1982 y 1985. Inicialmente la operación resultó redonda para ambas partes: Sergio Szpolski avanzaba en el plan de desprenderse de sus medios menos rentables, mientras que el Movimiento Evita pasaba a contar con un semanario propio de mayor alcance en medio de una campaña presidencial en la que apostó -en un primer momento- por el ex canciller Jorge Taiana hasta la decisión de volcarse firmemente a la candidatura de Daniel Scioli. Durante los 12 meses en que se extendió el paso del Evita, Miradas al Sur mantuvo algunos rasgos de su esencia original y no se alteró profundamente, pero lo cierto es que se visualizaron nuevas marcas que bien pueden atribuirse a los lineamientos político-ideológicos de la organización. Por un lado, el semanario impulsó con fuerza en sus tapas y artículos la figura de Daniel Scioli, resistido en un principio por los sectores más progresistas del kirchnerismo. Por otro lado, puso en un primer plano el eje de la economía popular a partir de la incorporación de nuevos suplementos y de una columna semanal a cargo de Juan Grabois, dirigente de la CTEP. También se le dio una intensa cobertura a la agenda de la campaña 3T (“Tierra, Techo y Trabajo”) y a la actividad del Papa Francisco.
Sin embargo, la derrota electoral de 2015 resultó catastrófica para las aspiraciones de continuidad del semanario. No existía una estrategia de sustento a largo plazo y las ventas en papel, que ya no eran alentadoras, no habían logrado repuntar con respecto a las mejores épocas. Miradas al Sur dejó de editarse apenas tres semanas después de la asunción de Mauricio Macri como presidente de la Nación. El personal recibió sus telegramas de despido el 29 de diciembre bajo las promesas de que el producto se relanzaría en abril de 2016 con nuevo inversor y que la totalidad de los trabajadores pasarían a formar parte de una nueva empresa, pero eso nunca ocurrió. De esta forma -injusta, tal vez- Miradas al Sur se despidió como lo que fue: un semanario de época que se gestó en la coyuntura política y mediática más adversa para el gobierno kirchnerista y que, al mismo tiempo, formó parte del primer eslabón de una nutrida serie de medios gráficos, radiales y televisivos que florecieron en medio de los debates y la posterior sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en Argentina. Hoy se cumplen diez años de su aparición en la escena mediática.