En pleno conteo electoral las televisoras estadounidenses cortaron en seco la transmisión de una conferencia de prensa de Donald Trump y la cosa casi que fue festejada. Una mirada crítica y gataflórica sobre ese hecho, a contramano de los fuegos artificiales.

El jueves pasado se produjo algo parecido a “un hecho histórico” cuando varias cadenas televisivas estadounidenses interrumpieron casi simultáneamente y en pleno conteo electoral la transmisión en vivo de la conferencia de prensa de Donald Trump o bien la pusieron en cuestión. Algo parecido sucedió con la transmisión desde la plataforma de algunos diarios. La noticia –la noticia fueron los medios- se esparció por el mundo y en nuestro país fue en alguna medida festejada. O lo fue de manera indirecta. Fue como si se hablara de un acto de coraje y libertad y como si ese coraje y esa libertad –y esa responsabilidad cívica, democrática- tuviera un corazón y un generador: los medios de comunicación, impolutos. Lo sucedido, de manera muy sutil, unió en un entusiasmo parecido a La Nación y al Gato Sylvestre.

Una pena todo lo que se le toleró de Trump hasta su derrota final. Una maravilla que la derecha argentina se haya acordado de emparentar el populismo de Trump con el populismo kirchnerista solo en la derrota electoral de Trump.

Que las más importantes cadenas de televisión de la primera potencia mundial hayan hecho lo que hicieron con el presidente de esa primera potencia es efectivamente un notición que merece ser analizado. Pero no necesariamente encendiendo cañitas voladoras para festejarlo. Aclaración obvia: en esta nota no se avalan en absoluto los dichos lisérgicos de Trump, que continúan hasta el día de hoy, sino el derecho que asista al periodismo de cortarle la palabra nada menos que a un presidente. Para decirlo de otro modo y mal: a Trump podían llenarlo de mierda mientras hablaba –mediante zócalos o intervenciones breves de los conductores de los programas- o al final de su intervención brutal y casi fantástica. Pero, ¿cortarle la palabra? Puede que sí, puede que no. El tema a discutir es lo celebratorio de la noticia.

El que escribe espera que los lectores comprendan el espíritu gataflórico de quien escribe, que prefirió diez veces el triunfo de Joe Biden, por el peligro que Trump representa para las democracias y para el mundo. Eso que se parece a un modo nuevo de fascismo y que no lo es en términos históricos, que tiene similitudes pero no tiene nombre aun, aunque sí representaciones que hace añares vienen de la ciencia-ficción.

Somos los dueños de la verdad

Aunque anclando en argumentos absolutamente ciertos –las falsedades y denuncias delirantes de Trump- llama la atención la unanimidad de las razones que esgrimieron las cadenas televisivas. Casi como si se hubieran puesto de acuerdo a los diez minutos de que el hombre del pelo espumoso y los labios fruncidos comenzara a echar al aire de manera insólitamente confusa datos inverosímiles. Esto es, mucho antes de que Trump terminara destempladamente su intervención diciendo “a lot of shit” (un montón de mierda) sin permitir preguntas (la intervención completa puede rastrearse en YouTube).

Para quienes no siguieron el asunto, este es un resumen de lo que sucedió casi en efecto dominó, en la cobertura de las distintas cadenas.

“Tenemos que interrumpir aquí porque el presidente está haciendo declaraciones falsas, incluida la idea de que ha habido una elección fraudulenta”, dijo Lester Holt, de NBC. “No hay prueba de ello”. La cadena MSNBC interrumpió la transmisión para reemplazarla por la imagen del conductor Brian Williams, quien dijo “Estamos de nuevo aquí en la inusual posición de no sólo interrumpir al presidente de Estados Unidos, sino de corregir al presidente de Estados Unidos”. CNN optó por sostener al presidente al aire, con un graph inferior que decía “Sin presentar pruebas, Trump afirma que le están haciendo trampa”. En Fox News, la cadena más reaccionaria y trumpista, dos comentaristas pidieron pruebas de lo que el presidente iba diciendo.

Te voy a explicar, mamerto

Una buena guía para discutir sobre lo sucedido fue una columna escrita en el diario USA Today que empezaba, caramba, en primerísima persona: “Soy Nicole Carrol, editora en jefe de USA Today”. Luego decía: “El Presidente Trump, el jueves, hizo reclamos infundados acerca de que la elección fue fraudulenta y corrupta. En respuesta a eso, cortamos sus comentarios y removimos el video con sus declaraciones de nuestras plataformas. Quiero explicar por qué”.

Lo que interesa a quien escribe es el clivaje fudamentalista del editorial de la periodista estadounidense. Un fundamentalismo con doble eje: el “profesionalismo” periodístico (aquello que iguala el profesionalismo a la Biblia y a las ciencias duras) y el espíritu democrático. No estamos negando ni una cosa ni la otra, solo sometiéndola a examen. Escribió Nicole Carrol: “Nuestro trabajo es cubrir noticias, pero nuestra misión es esparcir la verdad y detener la desinformación”.

Acá hay que detenerse palabra por palabra. “Noticia” es un sustantivo complicadito y más complicados son los criterios de noticiabilidad. Hay decenas de criterios de noticiabilidad, muchos de ellos discutibles. “Misión” es otra palabra jodida: suena religiosa y aunque las audiencias consuman medios y noticias no hay mandamiento divino que otorgue al periodismo y los medios el derecho a adjudicarse “misión” alguna. “Esparcir la verdad”, de nuevo, como quien trae la Buena Nueva (o la mala), es otro asunto sospechoso.

El editorial luego decía: lo que hizo Trump ya no es información o noticia, “es propaganda”. Ajá, sí. ¿Pero cuántas veces habló Trump, mil presidentes o políticos, o corporaciones, haciendo “propaganda” y los medios la dejaron pasar? ¿Hablaron de “propaganda” ante mil conflictos tales como “guerra contra el terrorismo”, acciones militares estadounidenses en el mundo, golpes de Estado vinculados a intereses de empresas estadounidenses?

Cortar la transmisión de la conferencia de prensa, escribió Carrol, “no es censura”. ¿No? ¿No lo es? ¿Cuántas mentiras dichas por Trump, los Bush, Clinton u Obama se comieron los medios de los EE.UU. sin aplicar el ejercicio “esto no es censura”?

“No existe un mandato que diga que diga que tenemos que poner al aire todo lo que diga un líder político”. Obvio que no. Lástima que en general “ponen al aire” todo lo que dicen los líderes políticos en situaciones de espanto: Torres Gemelas, Al Queda, Irán, Irak, Afganistán, Siria. Cuando el golpe en Bolivia, hace un año; cuando la denuncia de fraude y las irregularidades presuntas señaladas por la OEA de Luis Almagro, ¿qué publicó USA Today? ¿Qué dijeron los corajudos medios USA cuando Trump reconoció inmediatamente al régimen de Jeanine Áñez, minutos después de que lo hiciera Jair Bolsonaro? ¿Y cuando Trump fue la pieza clave para que el FMI otorgara al gobierno de Macri el préstamo más suculento de la historia?

Como sujeto y ciudadano del antes llamado Tercer Mundo, el que escribe está lleno de sospechas acerca de qué representación hacen los medios estadounidenses sobre Latinoamérica a la hora de “esparcir la verdad”.

Esto no es propaganda

Todos los periodistas que avalaron el corte de la conferencia de prensa de Trump opusieron –con razón- la noción de “facts” (hechos) a las falsedades dichas por su presidente. Pero sucede que también los “facts”, hechos, pueden ser objeto de controversia, muy especialmente porque el periodismo suele simplificar y des-historizar. Cuando Jorge Rafael Videla decía que los desaparecidos eran “una entelequia”, ¿cuál era el “fact”? ¿Los desaparecidos o la entelequia? ¿Cuáles eran los “facts” para iniciar las sucesivas guerras en Irak? ¿Cuáles para exhibir la imagen de Sadam Hussein colgando de una horca? Cuando Barak Obama anunció solemne y como un triunfo violento “hoy matamos” a Osama Bin Laden, ¿el “fact” fue un acto de justicia, una muerte sin juicio, el derecho autoadjudicado de los EE.UU. a matar, un acto de reparación histórica, la ley, las Tablas de la Ley, una ejecución, el Bien revestido de barras y estrellas, un asesinato?

Cuando, en una entrevista de la CBS, Hillary Clinton dijo entre risas festejantes sobre el horrible linchamiento de Ghadaffi, “Fuimos, vimos, murió”, ¿el “fact” es la muerte o la carcajada?

¿Todo eso es “noticia” o “propaganda”?

El sistema electoral de los Estados Unidos es opaco, cuestionable, complejo. En estos días, en Minuto Uno, Pedro Briegher intentó no convencer –porque es diplomático- sino apuntarle más de una vez al Gato Sylvestre que hasta que no se cuenten los votos y se lo proclame Joe Biden no es presidente. El Gato insistió en que “¡Eeeehhhh, pero los medios dicen…!”. Lo que los medios, los sospechosos medios digan, no es fuente de ninguna verdad legitimadora. Se supone que Sylvestre debería saberlo. O es que Clarín miente.

Cerramos con algo menos denso. La imitación del actor Alec Baldwen sobre Donald Trump iniciando su guerra contra ISIS. La voz latina que acompaña la imitación a los gritos es lamentable. Lo lamentamos.