Una nueva nota de la serie de la investigadora Carola Ochoa sobre los rugbiers víctimas del terrorismo de Estado. Hoy recordamos a Marcelo Guillermo Carrera, desaparecido el 24 de noviembre de 1976, rugbier de Mendoza Rugby Club y militante del PRT. Trabajaba en YPF de la ciudad mendocina. Su hijo nació en cautiverio y aún no fue recuperado.

Marcelo Guillermo Carrera, nacido en Mendoza el 3 de noviembre de 1955, integraba una familia formada por su madre, Esther, su padre, Guillermo y su hermana Mariú. Marcelo era el menor. Amaba la música, tocar la guitarra y cantar.

Hizo la primaria en la escuela Daniel Videla Correas, ubicada en el barrio donde vivían y tuvo una infancia feliz en una casa antigua, muy grande, donde “teníamos perros, gatos, una paloma, árboles, un horno… era una casa siempre llena de chicos”.

Su hermana lo describe como juguetón, activo, deportista, rebelde, bonito, lúcido, con una enorme capacidad para hacer amigos en todos los lugares donde desarrollara sus actividades.

Marcelo creció entre el barrio, el deporte y una escuela a la que prestaba atención escasa, tanto que “pasó por todas las escuelas que existían” durante la secundaria, desde el Colegio Nacional hasta el Bachillerato del Oeste. Su mundo, más bien, estaba formado de música y los deportes, que le encantaban. Jugaba al rugby en el Mendoza Rugby Club.

Anteriormente había participado en natación con el equipo mendocino de Regatas.

Inicio en la militancia

Cuando el jovencito travieso y activo creció, su inteligencia aguda y su manera filosa de ser lo fueron despertando a la vida política. A partir de un viaje a Buenos Aires, realizado en junio de 1973, en tiempos de la llegada de Perón a Ezeiza, Marcelo obtuvo de Rubén, su cuñado, un contacto con el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) en Mendoza. Apenas volvió de Buenos Aires se conectó con Sebastián Llorens y Diana Triay e inició su militancia con la gente que vivía entonces en el basural ubicado en la actual zona de La Estanzuela. También había conseguido trabajo en YPF desde 1974 y estaba en pareja con Adriana Bonoldi, una joven profesora de Música.

Marcelo y Adriana compartían la militancia y la música. A él le encantaba escuchar folclore, pero también rock, tocaba la guitarra y disfrutaba de cantar con Adriana.

Su secuestro

Marcelo fue secuestrado el 24 de noviembre de 1976 por un grupo de hombres que ingresó en su casa, en la calle Democracia de Godoy Cruz.

Poco tiempo antes, el 21 de octubre de 1976, había sido detenido ilegalmente por personal de la Comisaría 7ma. de Godoy Cruz Juan Rubén Bravo, su cuñado, compañero de militancia y amigo.

El 24 de noviembre del mismo año fue secuestrado Marcelo, en la casa donde vivía con su esposa Adriana, quien sufrió abuso sexual. En ese operativo a Marcelo le dijeron: “Vos vas a cantar lo que no cantó tu cuñado”. La propia Adriana presentó un Habeas Corpus al día siguiente e hizo la denuncia en la Comisaría Séptima. Allí la atendió un oficial de apellido Rivero, quien la interrogó sobre dónde vivía, qué hacía y sus horarios. Ella había decidido ir a vivir con sus suegros y el 1 de diciembre, cuando regresaba del acto de fin de curso en la escuela Burgos, en la que era docente, fue secuestrada en la vía pública.

Recuerdo de su hermana

Mariú aún retiene en su mente las conversaciones con Marcelo, su hermano desaparecido:

“Toda la etapa más bella de mi infancia está directamente relacionada mi hermano. Marcelo fue quizás el primer hijo que tuve, cuando tenía 5 años, era un muñeco de verdad. Mi relación con él ha sido y seguirá siendo franca, directa, como inseparables desde que nació. Dejé mi carrera cuando desapareció él y su esposa pocos días después, tratando de dar con mi sobrino nacido en cautiverio”, dice.

Y agrega: “Recuerdo nuestra infancia como si fuera hoy, cuando íbamos al cine Astral que era de mi tío Aníbal Gutiérrez. Veíamos, ¡qué sé yo cuántas películas! Después armábamos la historia. La mesa era la carreta donde nos subíamos todos. ¡Si habremos matado indios y cowboys en esa mesa!”

 Búsqueda de un abuelo

Al padre de Marcelo le llegó un dato: el hijo nacido en cautiverio estaba vivo. Lo supo por una enfermera conocida. En septiembre del ’77 la mujer le contó que, en una noche de ese invierno, vio un operativo militar en el Hospital “Emilio Civit”.

Adriana Bonoldi, “La Colo”, fue secuestrada sólo unas días después que Marcelo, el 1° de diciembre de 1976, cuando salió de la escuela donde trabajaba.

El médico que estaba de guardia había firmado el certificado de “nacido vivo” del bebé. Todos los datos llevaban a Adriana. Ella, la ‘Colo’, con un arma en su sien, desnuda y escoltada por fusiles, había parido a su nieto.

El bebé está desaparecido.

La primera denuncia por Marcelo fue hecha por su propia esposa, Adriana Bonoldi, quien ante la policía –Comisaría 34- dio detalles importantes, como que vio un Falcon sin chapa y que del secuestro participaron cuatro hombres con armas largas, de color oscuro. Fue el día posterior al hecho, el 24 de noviembre de 1976. También denunció un abuso sexual contra ella por parte de uno de los secuestradores. El sumario fue remitido a la Justicia Federal y el 7 de diciembre de ese año, el juez Otilio Romano dictaminó el sobreseimiento de las actuaciones sin llevar adelante ni una sola medida de investigación. Gabriel Guzzo, hoy fallecido, acogió favorablemente el pedido del fiscal. No se investigó el secuestro, la violación y el ataque, todo bajo el “sello de Romano” que era primero declararse competente y luego sobreseer para archivar.

La misma Adriana presentó el primer HC rechazado por Guillermo Max Petra, con costas. “Petra tuvo conocimiento de todos los delitos cometidos contra la familia constituida por Marcelo Carrera y Adriana Bonoldi, robo, ataque sexual, secuestro y desaparición forzada y sólo resolvió rechazar el HC con costas conforme el Código Procesal Penal ¿Se olvidó acaso del Código Penal y su obligación de investigar o fue cómplice?”, consideró Salinas. Tres Hábeas Corpus más fueron rechazados por Guzzo, con notificación y toma de conocimiento de Romano.

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