La idea era preguntarse por qué algunos de nosotros -¿cuántos?- nos irritamos tanto con Sylvestre y ya no con los horribles de siempre. Pero la idea se fue por las ramas y todavía estamos descendiendo de ellas.

Siendo que somos pocos y nos conocemos, sabrán muchos de ustedxs que hay tres socompas que, de lunes a viernes, en el horario de 20 a 22, difícilmente escapemos de la tentación narcisista de postear cargadas, gastes, críticas severas y hasta cánticos obscenos contra el Gato Sylvestre, cuyo original de dibujos animados, por otro lado, reivindicamos largamente. No así al turro del canario.

Los tres lo cargamos con diversos matices. Hay uno que no vamos a nombrar que echa humos y espumarajos. Hay otro que tampoco vamos a nombrar que lo hace con parecida ironía, puede que con mayor pachorra, y con términos algo más… ¿académicos? Y hay un tercero que, sin dejar de ser reiterativo y plomo, lo hace a veces con culpa judía, siempre preocupado por el que dirán, o al menos qué dirán los seguidores más fanas del Gato, que acaso se superpongan con kirchneristas en modo Hulk (antes Guillermo Moreno). Uno se mete justamente a provocarlos, en una misión a la que no fue convocado por nadie, así como sucede con este texto.

Al tercero le resulta muy difícil sortear la tentación narcisista de hacer chistes con/ contra el Gato, ya sea por cuestiones de lucimiento personal, oportunidad humorística cuando te la dejan servida, o por mera y banal irritación. Una muy fuerte irritación. Pues suele ser el Gato un muchacho insoportable en su adicción a la bajada de línea, en su pasión por los decibeles, en sus infinitos énfasis infinitamente innecesarios, en su incalificable capacidad de reiteración, en lo que el más humeante de los tres socompas llama con justicia estilo Susanita, en su dicción exagerada y anacrónica que lo hace aparecer, al Gato, como a un locutor radial anterior a la era de Cacho Fontana/ con seguridad (esto último no apto para menores de 50). Dicho de otro modo: hay veces en que al Gato le faltarían auspicios de Glostora, anilinas Colibrí o Extracto de Blanco (traducción para milennials con capacidades diferentes: los mencionados son productos comerciales de los 60, del siglo pasado queremos decir).

No le ayudan al Gato ni el vestuario cambiante, tremendamente formal pero siempre inactractivo e inseguro; ni los brillos en la calvicie frontal; ni su escaso sentido del humor; ni su vocabulario poco generoso; ni el aspecto general de muñeco en la cúspide de la torta de crema de siete pisos; ni el pantalón blanco que se puso días atrás y mucho menos la camisa azul brillante que se calzó en esa misma semana.

Como se ve, hasta acá, puro gaste, pura cargada. Cargada e impugnación berretas, lo admitimos. Sí nos gustan mucho las vocales aspiradas y el origen entrerriano.

Tampoco le ayudan la soltura que nunca aprendió a tener en muchos años de televisión. Suele estar un poco tenso, o tieso, demasiado pendiente de lo que sucede en el estudio, el cómo sigue. Me tocó ir algunas veces al programa –se lo agradezco- y noté que no escucha cuando respondés o hablás porque está estresado. Esa es una de las razones, supone uno, por las que otro de los problemas del Gato es que pregunta muy mal o pregunta lo obvio, o pregunta solo para subrayar al recontra pedo y con el ceño muy fruncido lo que ya acaba de decir bien claro su interlocutor. Subrayar lo que quiere el Gato que escuche e interprete la audiencia, a la que quiere complacer e indignar. Y ese es el problema más grave del programa del Gato, el de complacer a la audiencia. Problema que –no sabemos bien- no tiene ideología, o sí. Pues puede sucederle al Gato lo de buscar aplausos de la audiencia y pésames e indignaciones pero lo mismo te hacen los peores: Feinmann, Majul, Lanata, Leuco.

Lo queremos, lo vemos

Vamos urgente a las compensaciones –sí, compensaciones- antes de que alguno de ustedes, algún cuadrado, cúbico o paralepípedo, nos mate. O no, pues son nuestros lectores tipos bastante bananas, como nosotros, los de Socompa, que somos unos vivos bárbaros.

Nosotros (los tres socompas) vemos todos los putos días –o casi- el programa del Gato (ese programa y otros variopintos). No es para flagelarnos ni para meramente hacerle chistes por Facebook. Es porque lo consideramos un programa que hay que seguir, ya que aporta información y virtudes.

Dejo de usurpar la identidad trilliza de los tres socompas y de hablar de a presuntos tres. Ahora hablo por el que tiene culpa. Está claro –y el caso es peligrosamente parecido a 6, 7, 8, aunque aquello sí que era pura bajada de línea con casi cero periodismo o información, y mucha épica y muy peores reiteraciones-, está claro, clarísimo e imperioso, que el programa del Gato y otros de C5N y últimamente algunos de Crónica TV, como el que muy bien conduce Rosario Lufrano, son programas recontra mega macro necesarios. Está buenísimo que existan, que palíen eso no tan resquebrajado que es el célebre blindaje mediático del que gozó-gozaba-goza el macrismo.

Está un kilo y dos pancitos que sean espacios televisivos, es decir que llegan a escalas vastas.

Está otro kilo y dos pancitos que, aun pasándose un poco de la raya para el gusto de los que nos hacemos los elegantes bananas, por tratarse de televisión el programa del Gato u otros usen lenguajes accesibles para muchos y trucos de impacto y esas cosas.

Sin el traslado desde El Cohete a la Luna+Página a C5N el asunto D’Alessio/ espionaje/ armado de causas (u otros) hubiera muy posiblemente agonizado. Hoy permea, con infinitas variantes pero bastante fuerte, en los medios dominantes blindadores. Y donde antes el sorete de Wiñazky, por TN, rompía las pelotas con la causa de las fotocopias y negaba todo lo que viniera de Dolores, hoy, de manera fascinante para quienes nos gustan los asuntos de la comunicación masiva, hay desorientación y un giro temático a la farándula, o la frivolidad o vaya a saber qué. Onda que saben que perdieron este capitulito de la batalla cultural e intentan encontrarle la vuelta. Feinmann y Majul, en tanto, siguen militando, o cobrando.

¿Queda claro esto? Está buenísimo que existan todos esos espacios y qué buena la noticia que dio hace unos días Página: C5N ya desplazó en audiencia a TN y no solo en el horario de 20 a 22. Obvia señal de los tiempos.

Ustedes podrían preguntar: ¿y por qué sos tan complicado y retorcido (o mezquino) y no empezaste con esto?

Puede que ustedes tengan razón. Mea culpa in progress. Sin garantías del progress.

Dicho lo cual a partir de acá nos enzarzaremos nuevamente en pegarle al Gato (chiste y mentira), o más bien, mucho mejor, a ciertos peligrosísimos vicios o rasgos esenciales del periodismo de, uf, hace rato.

Las fucking reglas del juego

No nos vamos a detener acá en el pasado de Sylvestre en TN. Porque no nos da la memoria respecto de lo que hizo/ dijo en dupla con Bonelli y porque no somos fanas del periodismo prontuarial. Tenemos referencias personales de que es o fue un buen muchacho progre leal, no fingido. Si calla asuntos que nos gustaría que no callara, entendemos que eso tiene que ver con los límites severos con que se practica el periodismo en todos lados, en todos. Ejemplo: Roberto Navarro señaló desde El Destape algo así como que C5N no le pega ni a María Eugenia Vidal ni a Horacio Rodríguez Larreta. Lo hizo con malicia y con justicia. A mí me suena más a malicia o a quién la tiene más larga o a quién es más puro a la hora de recibir plácemes, rating o financiación para el negocio, o el proyecto de cada cual. Un productor conocido le contó a quien escribe que las reglas en C5N, sea por afán de sobrevivir o lo que sea, se hicieron algo salvajes en los últimos tiempos y tienen que ver con conseguir pauta (como en todas partes salvo para los inútiles de esta web). Uno detesta la expresión “son las reglas del juego”, tan resignada, tan conservadora y paralizante… pero son las reglas de la industria. Gente muy cercana a nuestros espacios y acaso ideales visita seguido C5N… respaldada en pauta o a cambio de favores.

Si todo esto es pecado, prefiero el pecado al cierre de C5N y al cierre de decenas de espacios periodísticos y a la tragedia de los centenares de compañeros que perdieron sus laburos, andan con el culo al aire, compitiendo en inventar talleres, tal como competían y se mataban en San Nicolás los retirados “voluntarios” de Somisa en los 90 desde sus respectivos kioscos y rotiserías.

Volvamos mejor al asunto de las prácticas discursivas y periodísticas no ya del Gato, sino a lo Gato.

Ya mencionamos la técnica (o la pura necesidad) de la reiteración permanente de bajadas de línea o de invitados (hasta hace un año y pico iba alguno de Cambiemos, particularmente el pícaro de Lipovetsky, pero ya desistieron, como los políticos kirchneristas eligieron equivocadamente auto desaparecer de TN en los años K). La repetición a veces es la de material informativo. Lo de las bajadas de línea –un micro editorial cada veinte segundos y uno entero cada diez minutos, con mucho signo de pregunta exacerbado- es sencillamente hastiante.

Las reiteraciones -de todo tipo- tienen que ver casi inevitablemente con el formato televisivo de un programa político que debe sostenerse dos horas todos los días de la semana. Hay algo nuevo y muy valorable que hizo Minuto Uno, o su producción, que es contar como invitados a gente del común, laburantes y comisiones internas, actores sociales sufridos de las provincias o el conurbano, empresarios PyMES. Eso no se hacía en 6, 7, 8 ni se hace en casi ningún programa. Brotes verdes -el programa político que más le gusta al que escribe, y al que defendió contra el ala macartista del kirchnerismo- es un programa más creativo, con buena data y muy simpaticón seguramente no solo por la capacidad (Miss Simpatía) de Alejandro Bercovich sino porque sale una sola vez por semana.

Las reiteraciones se relacionan también con eso que los muchachos de la academia llaman condiciones de producción. No se puede hacer todo creativa y maravillosamente todos los días, con las presiones de la actualidad, la falta de tiempo y de recursos. En el caso del patológico D’Alessio y su amigo exStornelli el programa renueva contenidos en la medida en que se despachan desde Dolores. A menudo distintos espacios de C5N compiten o se complementan según reparta la fuente. Mismo juego de competencias y complementos con Crónica TV (dignísimo el laburo de Néstor Espósito con Lufrano), Página, cachitos algo miserables, cuidadosísimos, en Perfil y otros en La Política Online, por citar espacios distintos (incluye dosis sibilinas de Carlos Pagni y menos jodidas de Alconada Mon en La Nación).

Una vez comprimidas todas estas paciencias y comprensiones con el periodismo a lo Gato volvemos a lo que nos molesta: volumen, casi gritos, indignación permanente, satisfacción o recompensa moral para la audiencia, bajada de línea permanente, innecesaria, cansadora, que contribuye de paso con una enorme pérdida de tiempo útil del propio programa. Quince minutos demora el Gato con quien lo acompañe para leer el intercambio de uasaps que el espectador recorre en un pestañeo. Y menos mal que -aunque se fue hace tiempo Berco- incorporó a Irina Hauser y Gabriel Morini, más el bueno de Pedro Brieger que se la banca como un duque (he aquí otro mérito del programa: sostener en la tele de este país a un columnista de temas internacionales y además muy bueno, aunque con obvios escasos minutos).

Daniel Cecchini preguntó en fésbum en relación a gatos o víctor hugos: “De este lado, ¿buscamos alienar a nuestros compatriotas como hacen los otros o buscamos informar de manera inteligente, abriendo los caminos para pensar? Porque es una diferencia ideológica: la de considerar al otro sujeto político o la de considerar al otro objeto de manipulación política”. Está buena la pregunta pero no sé bien qué contestaría ante Dios. Obvio que nos quedamos con el inciso a y no manipular. ¿Pero no será también que nos creemos demasiado ilustradores del soberano, demasiado capos, cuando pretendemos ayudar caritativamente (con toda, toda, toda la menta) al sujeto político? ¿O no será acaso -es pregunta, de onda- que despreciamos un tantico al soberano o las audiencias cuando las consideramos lo suficientemente idiotas para definirlas como manipulables?

Hace añares hice mi viaje “académico” personal de apocalíptico a relativamente integrado, para usar el viejo paradigma simpático de Umberto Eco. Hace muchos menos años empecé a sospechar -a contramano de lo último que dicen los que de verdad saben más que yo- que la demolición relativa del principio de manipulación exagera lo suyo. No tengo pruebas ni trabajos de campo que presentar, pero sí el runrún muy molesto -por ejemplo- del arquetipo antipolítico que repite li-te-ral-mente las ideas y los hits del discurso mediático conservador. O el convencimiento absoluto sobre la muerte de Nisman.

Estas preguntas formuladas de mil modos circulan por el mundo hace una cantidad de tiempo incomensurable y el que escribe -de verdad- nunca sabe encontrarle la vuelta exacta. Si me pongo a criticar al Gato por obvio o a un militante intenso kirchnerista por cuadrado, estoy en modo elitista. Si lo hago al revés -sintiendo que me traiciono en algo “puro”, qué horror- entonces temo por una excesiva adaptación realista a las reglas del juego (o la estupidez humana, lo cual es mucho peor).

Un principio de respuesta apenas tentativa a Cecchini podría ser tan horrible y soberbia como esto: los giles del común de la derecha -votantes antipolíticos macristas del montón, cuentapropistas antes que oligarcas- son manipulables, sí. Pero las audiencias actuales de C5N son más inteligentes, formadas, críticas, elaboran mejor, están más informadas, etc. De modo que quizá no manipule el Gato. ¿Es una proposición muy estúpida?

Marcos Mayer posteó esto otro:

“Creo que en el periodismo televisivo hay hoy básicamente dos entonaciones. La que te envenena (Lanata, Majul, Andahazi, Feinmann, los Leuco), que busca llenar de mierda a sus seguidores y que se hagan adictos al veneno, y los que te enferman (Sylvestre y VHM, sobre todo), que te colocan en el lugar de víctima, que te informan todo con su interpretación adherida, sea cosa que no pienses, y que ponen su palabra por encima de todo (…) Se machaca todo el tiempo con lo mismo, con lo que no te dejan salir del círculo de la autoconmiseración y la indignación permanentes”. Más adelante Marcos respondió a algún comentario crítico obvio: que por supuesto ambos bandos no le resultan lo mismo, que no es tan nabo.

Es cierto: nos gusta -y a la vez nos aterra y padecemos- regodearnos en la catástrofe social del tiempo macrista. ¿Pero de verdad son/ somos tan forros los oyentes del Gato o Víctor Hugo que no salimos de nuestra propia trampa emocional y no pensamos con nuestra propia cabeza?

Si yo les mento una salida posible a este asunto me matan más: un Zlotowiagzda. El tipo tira la info o pregunta y se hace el sota, más bien frío. Mucho kirchnerista detesta a Zloto, no es mi caso, es para mí más bien un enigma interesante y un colega que valoro. Pero si no quieren sobreinterpretaciones y gritos, ahí lo tienen a Zloto. Muchos me van a decir es un tibio al que lo vomita Dios y se convertirán en Menem, que usaba esa frase.

Tiro otro nombre y una anécdota de hace pocos días. Desde no hace muchos meses en la grilla de C5N creció la presencia de un muy buen periodista -en realidad no lo tengo tan junado- Tomás Méndez, el de ADN. Como chabón venido de Córdoba, Méndez logró solo lo que Kempes y la revista Hortensia, instalarse con éxito en Buenos Aires. Me gustó el tipo de movida, serio, riguroso. Pero algo sucede, ya comienza, quiero ser prudente, a sobreactuar. Pasó hace días. Llevó al piso a la ex abogada de Leonardo Fariña y por cada cosa que “revelaba” la abogada Méndez encaraba a Rodolfo Tailhade (ese no se ríe nunca, un maestro) para buscar la devolución de volea, la sagrada indignación, el remate con fusilamiento.

Pues bien, a eso, con cuidado y entre nosotros, se le puede llamar majulización o riesgo de majulización. Es muy tentador para un periodista en ascenso o ya exitoso y es lo que piden… las reglas del juego y el show que debe seguir. Decir que Tailhade no juega ese juego. Pero esperar la volea furiosa y previsible para ganar la rabia del público es lo que hace un Majul o Fantino con la célebre muletilla pará, pará, ¿vos decís que…?

Lo más pior -es lo único que creo que tengo claro- es a mi juicio dedicarse a ganar el aplauso fácil de las audiencias. Es lo fácil, lo rentable, lo que no te desafía ni a vos ni a las audiencias, lo conservador. Y eso, se dijo al inicio, puede suceder con mucho periodista (o coso) desde ambos lados de la grieta. Las audiencias, disculpen, querida audiencia, son conservadoras. Las audiencias le piden crueldad a Lanata y bajada de línea recontra compartida previamente a Víctor Hugo. Es una lección que aprendí de jovenzuelo insolente laburando en la revista El Porteño, que se supone era muy canchera y contracultural (lo era). Un día hicimos una encuesta made in casa pero bien elaborada a nuestros lectores para mejorar y renovar la revista… y nadie aportó un pomo, nos querían como éramos, fue una respuesta… conservadora. No pido disculpas si suena canchero esto.

De modo que porái no hay que enojarse tanto con el Gato y tantos periodistas sino un poco, un poquito, con nosotros, los audiencios, que no queremos entrar ni en conflicto ni en contradicción para que la vida nos resulte más ligera y confortable.

La culpa es ab-so-lu-tamente (muy vocalizadamente) de ustedes, gilxs. Esto es gravísimo, vergonzoso.

Ahora, si quieren llorar, lloren. Nos vemos a las ocho.

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