¿Debió Página/12 dedicar una portada fácil a Alejandro Rozitchner? ¿Por qué grita tanto Roberto Navarro? ¿Sus gritos atrapan a las audiencias? ¿Echan a otras a decibelazo limpio? En esta nota no habrá respuestas, pura duda.

El viernes 19 el egresado (¿acaso doctor?) de Filosofía y Letras, Alejandro Rozitchner, apareció diciendo un puñado de asuntos pueriles –ya veremos si son solo pavadas- en La Nación. Consecuencia: hubo abundosos ruidos y generosas puteadas y broncas de este lado de la Grieta en las redes sociales y algo, poco, en los medios.

Esa noche o la anterior en el programa del Gato Sylvestre el estallido de la crisis brasileña fue analizado por invitados. No estuvo entre ellos Anamá Ferreyra –como sucedió en otros espacios- pero, caramba, tampoco había especialistas en Brasil, Latinoamérica o política internacional sino tres panelistas de identidad kirchnerista. ¿Por qué debían ser todos kirchneristas los opinantes?

En ese programa trabaja un muy buen periodista económico, Alejandro Bercovich, quien suele –por convicción y acaso por una cota de narcisismo que todo periodista tiene- correr al programa por izquierda, o más bien al kirchnerismo. En Facebook los káes más exaltados suelen putearlo por “trosco”. Sin embargo “Berco” suele aportar calidad profesional al programa. Porque habla desde la información y luego la interpretación, porque aporta investigaciones interesantes, porque sabe de su tema y es capaz. No importa: para lo más duro de la tribuna virtual K es un trosco.

El domingo a la noche debutó Horacio Verbitsky como columnista del programa Economía Política que conduce Roberto Navarro. Es a gusto de quien escribe el mejor periodista argentino y su trabajo desde el CELS y desde otros espacios –siempre a gusto de quien escribe- merece absoluto respeto y agradecimiento. El que escribe sin embargo se pregunta: en este espacio televisivo (bienvenido, dada la asfixia informativa) que ofrece C5N seguimos sumando voces del palo, no diversidad. Quien escribe –a quien le gusta provocar suavecito desde Facebook, con la misión presunta de hacer pensar y evitar el piloto fana automático- mandó este post: “Curioso por ver cómo se las ingenia el sonidista de C5N para ecualizar los tonos agudos de Navarro con los más bien susurrados del Perro Verbitsky”. Eran las 21hs. A las 21 y segundos Navarro apareció en el piso con un megáfono. Algo que podemos denominar como “efecto especial made in Lanata”.

Lanata. Sorpresa.

El sábado anterior Jorge Lanata publicó su columna habitual en Clarín. Hasta el sábado, salvo minucias, venía desplegando su inercial papel conocido: pegarle al kirchnerismo, blindar al macrismo. Lejos quedó –hace siglos- de ser aquel cowboy solitario que investigaba las corrupciones presuntas o reales de todos los gobiernos. Pero el sábado pasado escribió algo distinto, escribió sobre algo que siempre trabajó, incluso en cine en un documental flojería, con más o menos fortuna: la deuda externa.

Esta vez no se tomó mucho trabajo (no suele hacerlo en Clarín, manda su nota de taquito ayudado por equipo propio) sino que se limitó a copiar y pegar lo ya escrito por el periodista económico Ismael Bermúdez, también en Clarín. Números que alertan sobre el endeudamiento: “En proporción al PBI, la deuda volvió a subir del 38,7% en 2011 hasta el 53,6% en 2015, para aproximarse al 60% en 2016. En ese período, la economía se mantuvo estancada y sufrió dos fuertes devaluaciones. Esta deuda no incluye lo que adeudan las Provincias y tampoco la deuda del Banco Central en LEBAC en pesos y moneda extranjera (…) Según la Asociación de Presupuesto, en los primeros tres meses de este año, y con relación igual periodo de 2016, la cuenta de intereses aumentó un 60%, unos 20 puntos por encima de la inflación”.

Luego escribió Lanata, ahora sí de puño y letra: “¿Cuánto tardará, otra vez, en repetirse el Mito del Eterno Retorno? Es decir, aumento de los intereses, reticencia a nuevos créditos, intervención en decisiones de política económica interna, default. Las explicaciones del gobierno al público han sido, hasta ahora botánicas: nos hablan de brotes verdes que parecen pertenecer más a la física cuántica que a la clásica: sólo algunos los ven. Nunca ningún gobierno me dijo tantas veces que yo estaba bien, pero no me daba cuenta. A esa altura me siento un tarado”.

Cada tanto Lanata hace del “tarado” o del “boludo” una cosmovisión del universo; una cosa sencillita vendría a ser el universo. Lo hizo con horripilante éxito –las audiencias pueden ser así- en la revista 21 cuando insertó como regalo junto al ejemplar “el DNI del boludo argentino”. Cada tanto en las redes sociales nosotros los opinators decimos por equis nota o equis titular de Clarín o La Nación que ambas empresas “le están soltando la mano al Gobierno”. La esperanza nunca se pierde y el argumento es reiterativo: Macri es solo el muñeco del poder; “el poder” es grupos económicos+La Nación+Grupo Clarín. O algo parecido. El que escribe no se atreve a indagar en el asunto. Solo supone que es verosímil que algún día Clarín se distancie del Gobierno en el dudoso caso que se pierda un negocio o cuando las cosas nacionales se desbarranquen. Los negocios del Grupo Clarín ya no pasan por “periodismo” así que importa solo parcialmente la credibilidad que perdió en estos años, incluida una baja en las ventas del diario que no se explica solo por el uso de Internet. El apoyo del diario de los Mitre acaso es más ideológico y de clase. Cada cien notas La Nación además se da el gusto de darle el gusto a los lectores del diario que siempre esperan auténtico liberalismo y pluralidad, alguna investigación crítica, algo de Hugo Alconada Mon, una frase perspicaz de Carlos Pagni.

Es más verosímil pensar que antes que las empresas será Lanata el que se distancie del macrismo para salvar –si puede- las ropas. No será el Lanata de Página (del Página como diario hecho por un colectivo de periodistas medio zurditos), ya no. Es cierto y llamativo que eso de “yo estaba bien pero no me daba cuenta” es un chiste y un argumento usado desde el kircherismo para discutir contra el macrismo. Aunque es más habitual la ironía del tipo “que bien estábamos cuando estábamos mal”, con el populismo, etc. Pero no. La crítica de Lanata en torno del endeudamiento no es la que se hacía contra el menemismo en Página sino una habitual banalidad liberal: “Argentina sigue gastando más de lo que gana”.

¿A dónde van estas líneas? A la Grieta y sus crujidos. A lo que siempre decimos los periodistas sobre nuestro trabajo: siempre hay alguna grieta que podemos aprovechar para hacer de nuestro trabajo un oficio crítico (en este caso el ejemplo sería el alerta algo banal y tal vez oportunista de Lanata sobre los riesgos del endeudamiento, o un toque de Alconada Mon). Pero sobre todo estas líneas pretenden ir hacia donde el que escribe suele reiterarse miserablemente: hay gente (audiencias) que suele flotar o sobrevolar la Grieta, o que pueden cruzarla, y los espacios comunicacionales del lado que nos interesa no saben interpelarla.

Cruel en el cartel

Entonces, volvemos al asunto: Rozitchner, Navarro, etc. El sábado Página salió con una de sus viejas portadas ingeniosas (el diario siempre se sintió más cómodo allí, y en la oposición, algo que suele suceder con todo el periodismo). Visto el quilombo que se armó en las redes con las declaraciones del filósofo de Playmobil, Alejandro Rozitchner, el diario salió con una foto del imputado y el título “Y no hables más, muchacho”. Divertido, gol.

Pero ojo, ojito. No todos festejaron. Aun parte del antimacirsmo furibundo, en las redes, criticó al diario por obvio o por darle micrófono a un forro. Una amiga posteó esto: “Ponele que no es LA tapa informativa de un diario para ‘las masas’, claro que es como una riquísima docena de medialunas de grasa militante, pero te aseguro que este título es absolutamente delicioso para acompañar el mate. ¡Gracias, Página/12!”.

Démosle vueltas al asunto. Por supuesto que si es por criterio de noticiabilidad Página pudo elegir mil temas para su portada: Brasil, deuda, crisis, corrupción, Milagro Sala, violencia policial. Sí, pudo, hubiera sido “más serio”. Pero el diario tiene –como los otros- un pacto de lectura con su público. Y por otro lado: ¿las pavadas dichas por Rozitchner son realmente puras pavadas? No, no lo son. Son parte de una inmensa operación cultural –si quieren lo llamamos posverdad- que literalmente hace que para nuestro total desasosiego la tierra desaparezca debajo de nuestros pies. Algo así como que todas las nociones que teníamos de las cosas, la percepción misma de la realidad, el pasado, nuestra historia, ciertos acuerdos básicos sobre lo que fuimos y somos, vuelen por el aire. Un 2×1 no pasa la prueba del filtro social pero quién te dice, otros sí. “Spinetta es un demagogo” o “los artistas populares son ignorantes”, acaso sí pasen (sucede con las frases como con las medidas de gobierno). Como pasa la afirmación que dice que durante el kirchnerismo estuvimos parejamente horribles, que la “fiesta” fue pura ficción, la que afirma que en política lo nuevo es el macrismo, la que sugiere que toda crítica o movilización social es “palos en la rueda”, infinito etc.

Y por otro lado: las reglas de juego son claras y crueles. Los “generales mediáticos” la tienen prodigiosamente más larga. Entonces, entendiendo a Página y sus lectores: déjennos el chistecito de dedicar una portada algo facilonga a Rozitchner, hagámonos compañía (contengámonos), no nos exijan en medio del fragor y del bajonazo y de la crueldad comportamientos híper profesionales cuando los otros juegan con la AFA y la FIFA a favor.

Decíamos: el domingo los tonos agudos, demasiado gritados, de Roberto Navarro. Gritados para gusto de este escriba, ya que Navarro –como Víctor Hugo Morales y antes los panelistas de 6,7,8, tiene sus clubs de fans y el que escribe no, apenas si tiene Socompa. Sale Navarro al estudio munido de un megáfono. Repetimos: es casi la parodia de sí mismo, sobreactúa. Y sabemos que sobreactúa acaso por temperamento. Pero también porque eso funciona en televisión, desde Pipo Mancera a José de Zer, de Lanata a Intratables, de 6,7,8 a Navarro. El que escribe siempre padece una dualidad al respecto: entiende las reglas del juego pero no le gustan. Verbitsky leyendo papeles en el piso no funciona tan bien como Verbitsky escrito y como el grito, el sarcasmo, el chiste fácil (El Cadete no, el Cadete es un pibe realmente simpático, talentoso, gran improvisador y capaz).

Esta nota ahora se convierte vergonzosamente en definitiva admisión de las penas o las zozobras del que escribe. Navarro con megáfono. Joder, Navarro, es la primera reacción del que escribe. Ahora bien, además de que Navarro grita, que es un buen periodista económico, que uno teme por sus carótidas y otras veces duda de su confiabilidad o del “exceso de identidad  política para hacer periodismo”, ¿qué es exactamente lo que grita por el megáfono?

“El presidente es Macri”.

“El presidente es Macri”.

“El presidente es Macri”.

Y tiene razón, Navarro, y no está mal. Porque hasta ahora el gran triunfo cultural del macrismo –que será provisorio como todo triunfo- es la inversión del sentido común. El kirchnerismo fue legitimado por elecciones transparentes durante doce años pero para la inversión cultural macrista todo fue una fachada, pura trampa. Consumimos rico pero fue falso. Llevamos casi dos años de macrismo pero todo, todo, siempre, es culpa de la herencia recibida y no te digo la corrupción K omnipresente en las tapas de los diarios y en las bocas de los Leucos. No. El presidente es Macri, muchachos, basta con la herencia.

Ahora, de nuevo, a los gritos. ¿Es necesario hacer televisión a los gritos? Sí, parte de las audiencias se exaltarán en entusiasmos unánimes. El Gato Sylvestre mismo antes no gritaba y ahora sí (además de decir Kirrrrchnnnerrr y la Rrrrealidad). Pero parte no. La parte de los que andan medio a la deriva en esto de la Grieta, seguro que no. Que ridículo esto, podrán decir. Y lo mismo respecto de la falta de diversidad política: aquellos que puedan haber votado al kirchnerismo o estén enbroncados con el macrismo y busquen una cosa…. cómo llamarla… más suave, más amable.

El que escribe no lo sabe bien: acaso el día en que un Tenembaum o una María O’Donnell o (más fácil) un Reynaldo Sietecase se incorporen a un espacio de C5N puede que ladren las redes al grito de “¡Panqueques! ¡Traidores!”. No postulo esos nombres, doy ejemplos a la marchanta. A mi gusto cierto periodismo con fama de independiente o pluralista puede resultar más creíble que el periodismo encerrón, más efectivo.

Último no-lo-sé/ pero algo sé. Soy consumidor nocturno de C5N (el resto es un espanto). Y agradezco la emisión del lunes a la noche (esto se escribe un martes). Tras ver el programa el programa me aportó algo nuevo: cierta sensación de que el randazzismo está arrugando ante el kirchnerismo. Es una noticia, una novedad política.

Pero hablábamos de medios, no de política. Y uno no viene a Socompa para hablar de política.

Buenas noches.