Durante 35 años, la agencia Diarios y Noticias (DYN) fue una fuente de información insoslayable para muchos medios, pero sobre todo una escuela de periodismo. Su cierre no es solo la triste perdida de una fuente de trabajo sino también un diagnóstico de cómo se ejerce hoy el oficio.
El cierre de la agencia DYN tiene la fragancia de lo inexorable. Toda pérdida se mueve en un espectro de dolor y frustración. La destrucción de fuentes de trabajo es, desde luego, lo más acuciante, pero también lo es el fin de una época.
Cuando decidí hacerme periodista -sí, antes uno se hacía- tuve la revelación de que el periodismo era, parafraseando a Clausewitz, la “continuación de la política por otros medios”.
Así viví los primeros trabajos en medios, algunos muy efímeros, que tenían un sello político partidario indiscutible. Luego llegué a DYN y fue entrar en una dimensión desconocida.
En la agencia DYN aprendí que las formas hacían al contenido. Usar bien las técnicas no impide la mentira pero puede dejar expuestas las miserias. No se podía ni se debía escribir con una sola fuente. No se aceptaban párrafos ininteligibles ni adjetivos sospechosos. Era impensable sentirse parte del poder. Y sobre todo era imprescindible la ecuanimidad, que no es lo mismo que la presunta objetividad.
El “periodismo militante”, de cualquier lado del mostrador, no me escandaliza ni me sorprende. Sigo pensando que política y periodismo están encadenados. Pero la obscenidad y la falta de compostura abren el abismo de la perversidad de lo que no tiene restricciones. En DYN aprendimos a fuerza de escribir siempre con las 7 preguntas del periodismo pero también con el anonimato que, en el caso de las agencias periodísticas, refrena el ego y da cierto resplandor ético.
En los tiempos de la primera democracia, cuando DYN fue parida, una agencia era el más formidable aparato de recolección y distribución de noticias entre los medios de comunicación. Un Google News de la edad de piedra.
Las redes se engulleron a DYN y van a seguir haciéndolo con agencias de noticias que no renueven su concepto. Pero también, si se quiere, DYN sobrevive en las infinitas agencias que explotan por todas partes. El problema es la escala y el radio de influencia.
En Tristes Trópicos, Lévi-Strauss reflexionaba sobre la superioridad del ron artesanal de Martinica, que se hacía en viejas cubas de madera, con desperdicios y grumos, frente al límpido proceso industrial del ron de Puerto Rico. “La vida social consiste en destruir lo que le da su aroma”.
El cierre de DYN trae la pena por el destino de los buenos periodistas que seguían remando, pero también por el estilo y el formato del “periodismo clásico” que, como el ron de Martinica, es el dulce recuerdo de un sabor imborrable.