“El lugar que habita – Vida y militancia de Héctor ‘El Negro’ Demarchi”, reconstruye la trayectoria del periodista detenido desaparecido el 5 de agosto de 1976. Trabajó en El Cronista Comercial y en la revista Nuevo Hombre, y fue dirigente sindical y delegado miembro de la Asociación de Periodistas de Buenos Aires. 

Tenía sólo 27 años cuando se lo llevaron. Desde aquel día, el 5 de agosto de 1976, el Negro Héctor Demarchi, periodista y militante sindical, habita en nuestra memoria. No se comunicó su muerte ni apareció su cuerpo. Todo fue silencio y a pesar de esa prolongada “inquisición mediática”, el Negro es hoy presencia y recuerdo. “El lugar que habita”, libro escrito por las docentes Natalia Demarchi y Gabriela Pascual, describe con minuciosidad la vida de un trabajador de prensa que desarrolló su actividad profesional y militante en el diario El Cronista Comercial dirigido por Rafael Andrés Perrotta, periodista y empresario argentino detenido desaparecido el 13 de junio de 1976. “El lugar que habita” es fruto de años de una búsqueda febril y sistemática de archivos, documentación, entrevistas y testimonios de sus amigos y colegas (Oscar Martínez Zemborain, Blanca Rébori, Hugo Murno, Jorge Bernetti, Roberto Cossa, Alberto Dearriba, Rubén Dri, Susana Viau, entre muchos otros).

Quién esto escribe conoció a Héctor Demarchi. No fui su amigo, pero compartí la lucha sindical de aquellos años 70 desde distintos frentes. El en la denominada Lista Naranja (conformada por delegados de JP y JTP, PO, PRT, Peronismo de Base, cristianos revolucionarios, radicales e izquierda independiente) y los que integrábamos la lista Azul y Blanca que conducía el gremio (Asociación de Periodistas de Buenos Aires) y éramos miembros del Partido Comunista. También se presentaba el Sindicato de Prensa de la derecha peronista. Se discutía mucho y fuerte. Las asambleas que se desarrollaban en el Sindicato de Músicos y en la APBA no sólo eran verdaderas batallas ideológicas, sino que además volaban sillas y trompadas. Participaban activamente los cuerpos de delegados y activistas de diarios, revistas, agencias de noticias, radios y televisión. El 5 de agosto de 1974 el Ministerio de Trabajo decidió la intervención de la APBA.

El Gremio había encabezado durante esos años luchas memorables como la del Estatuto del Periodista y el doble franco semanal. Clarín y Crónica (Editorial Sarmiento) eran las dos comisiones internas más representativas por la cantidad de trabajadores y por la llamada Intersindical que eran las comisiones gremiales integradas por gráficos y periodistas. En la lista Naranja había compañeros entrañables como El Chino Martínez Zemborain, un amigo de la vida, emblemático Secretario General de la Comisión Interna de Clarín en los 70. Cómo no recordar a Francisco Marín, Delegado de La Nación, y Eduardo Suárez, delegado de La Opinión, ambos integran la lista de periodistas detenidos desaparecidos por la dictadura militar genocida.

El Negrito Demarchi dejaba entrar a su vida cotidianamente sucesos, impresiones y hechos cotidianos que lo conmovían. Siempre tenía cara de asombro. Mantenía una ternura revolucionaria abajo y era un aluvión arriba, cuando hablaba en una asamblea. Se podía disentir con su posición política, pero era siempre admirable su elocuencia, su palabra flamígera y certera. Con la convicción de siempre, destruía a las patronales y defendía al laburante en carne viva. Le daba voz a un silencio colectivo. El Negro era eso: brutalmente honesto y sensible. Su figura crecía ante los compañeros hasta límites imposibles cuando sus manos se movían como desmalezando el futuro. Infringía códigos, demolía preconceptos, pero escuchaba siempre, ansioso, listo para la acción. Fue parte de aquella generación que se acercó como nadie al horizonte entre utopías, palabras y sangre. Se lo veía en plenitud, pero con ese dejo de temor por perder esa felicidad de un momento a otro. En la Argentina de aquellos años la alegría era como un flash que enceguecía sólo por un instante. Nadie hablaba de la muerte, pero su sombra acechaba. Por eso era imparable en su labor militante. Lo recuerdo junto a los trabajadores de Crónica en alocada celebración por ganar un conflicto salarial poco tiempo antes de que Héctor Ricardo García y Ricardo Gangeme nos enviaran a la redacción a la Infantería de Marina para detener a los delegados. Lo recuerdo en la puerta de La Nación (la redacción estaba ubicada en la calle Florida) cuando los compañeros dieron vuelta el cuadro de Bartolomé Mitre tras una asamblea histórica. La “Tribuna de Letrina” ahora de los Saguier, haría pagar con sangre tamaña osadía de los trabajadores.

Han pasado 45 años de su desaparición.  Las causas por las cuales peleaba no se han modificado.  El 40 por ciento de la población voto al macrismo y los medios hegemónicos y el Poder Judicial han reemplazado a las Fuerzas Armadas de Videla y Massera. La carrera entre los periodistas por ser “el más lacayo” es muy pareja (Lanata, Leuco, Majul, Novaresio, Fantino, Viale, Wiñazki, Feinmann, Etchecopar y siguen las firmas…). El Clarín lo tocan los cipayos y La Nación está podrida. Héctor El Negro Demarchi habita el mismo lugar de los 30 mil compañeros desaparecidos, de los torturados, de los cesanteados y perseguidos de los que sufrieron el exilio externo e interno (una épica todavía no contada, la de los que se quedaron sin quebrarse nunca). Alguien dijo que la vida empieza cuando todavía somos demasiado jóvenes para comprenderla. El Negro tenía sólo 27 años.  Fue parte activa de la única generación en la historia argentina que se animó a discutir el poder. Este libro le rinde homenaje. Más viejos y un poco más cansados la idea sigue siendo la misma: brindar testimonio, tener memoria y luchar hasta el final.

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