El 30 de diciembre del año pasado, con profesionalismo, adrenalina y compromiso nos metimos en el mundo del periodismo digital. Gracias a ustedes, nuestros lectores, todavía seguimos acá, molestando.
Dos días después de la asunción de Macri se caía la Ley de Medios, sin discusiones ni demasiada oposición. Era una señal. Muchos percibimos que se venía una especie de apagón informativo y un acogotamiento en la circulación de ideas y en los debates, que después se revelaría peor de lo previsto. Y ahí comenzamos a reunirnos. Muchos nos conocíamos de redacciones menos virtuales. Otros nos fuimos relacionando a medida que iban pasando las muchas reuniones que tuvimos. Todo con una idea, que fue vaga al principio, de armar un medio sin tener muy en claro en qué condiciones y con qué formato. Fue casi un año de discusiones y al final abandonamos el último escollo, que era esperar alguna forma de publicidad y de financiamiento. Y así arrancamos, hace exactamente hoy un año con una crónica de Daniel Cecchini con fotos de Horacio Paone sobre Las Tahonas, un pueblito perdido de la provincia de Buenos Aires, una suerte de frontera imaginaria. De pronto, Socompa, existía. El nombre fue una repentización de alguien que todos aceptamos de inmediato; a los días le agregamos el “periodismo de frontera”, que pretende definir el lugar donde estamos parados a la hora de escribir. Ahí, en un borde, en un lugar casi inexistente. La cuestión era empezar a hacernos escuchar desde esa casi nada en la que habíamos elegido pararnos. Que fuera un espacio que generara ganas de leer, ya fuera para concordar, discutir, divertirse (de allí las frases que cambiamos cada día) y también enojarse.
En principio habíamos pensado en un sitio que se dedicara básicamente al análisis político. Pero este año fue particularmente intenso: la desaparición de Santiago Maldonado, las elecciones y todo lo que sucedió a su alrededor, los distintos y cada vez más frecuentes episodios de represión, el asesinato de Rafael Nahuel, los ajustes y, sobre todo, la sensación de que algo había cambiado y para peor. Eso nos fue llevando sin que nos lo propusiéramos a publicar más, a dar distintas miradas sobre un mismo hecho, como cuando el acto de Cristina en la cancha de Arsenal o sobre la represión durante las marchas contra la reforma previsional. No llegamos, no estamos en condiciones al menos por ahora, a ser un portal de noticias, pero la frecuencia de las notas fue un aumento, se fue acercando gente que quería escribir en Socompa, y nosotros mismos sentimos una creciente necesidad de hablar de lo que estaba pasando.
También sufrimos una pérdida durísima. A poco de arrancar, cuando empezábamos a consolidarnos, murió Rubén Levenberg, quizás el más experimentado de todos nosotros en periodismo digital. Su ausencia sigue siendo hoy un hueco imposible de llenar, en lo profesional, en lo afectivo y en la entrega para llevar adelante este proyecto.
En Socompa no creemos en esa fórmula encubridora llamada “periodismo independiente”; hacemos un periodismo comprometido, con la realidad y con nuestros lectores. Lejos de una falsa asepsia, decimos desde dónde escribimos y para qué escribimos. Nuestra línea editorial puede definirse con dos elementos: la oposición al modelo neoliberal y sus consecuencias y una total libertad para expresarnos sin ningún tipo de censura o autocensura.
Y aquí llegamos. Los aniversarios tienen algo de tonto. ¿Por qué habría que hacer un balance cuando se cumple justo un año?, de últimas que lo hagan nuestros lectores. Y esperamos que ellos compartan nuestra satisfacción y alegría por haber abierto de tozudos nomás un lugar donde no había nada.
Mientras tanto, seguiremos, con la ayuda de todos y con nuestra prepotencia, que es la del trabajo y la de las ideas, haciendo que Socompa siga allí, pegadito a la frontera.