El autor de “El espía que vino del frío”, murió el 12 de diciembre pasado, a los 89 años. En esta entrevista con Guillermo Altares, con motivo de la publicación de su última novela, “Un hombre decente” habla de política, de espionaje – una actividad que lo tuvo como protagonista en el MI5 y el MI6 -, y de literatura, por supuesto.
En su novela anterior, El legado de los espías, John Le Carré resucitó a su emblemático personaje George Smiley. Y anunció entonces que pensaba que sería su último libro. Sin embargo, a los 88 años, este clásico vivo de las letras británicas y un referente por la tozudez y sinceridad con que ha defendido su sentido de la ética y un modelo de sociedad más justo, ha regresado con un nuevo libro, Un hombre decente. Se trata de un relato de espías, cercano a sus míticas obras sobre la Guerra Fría como El espía que surgió del frío o El topo, sobre el que flota el Brexit. De carcajada fácil y tremendamente educado, Le Carré (pseudónimo literario de David Cornwell, nacido en Poole, Dorset, en 1931) no oculta su enfado cuando habla del Brexit o del Gobierno de Boris Johnson, sobre el que suelta todo tipo de improperios. De hecho, le cuesta hablar de su libro sin cambiar de tema y encenderse al reflexionar sobre lo que ocurre en su país.
La entrevista se realizó en Mallorca a principios de agosto, durante unas vacaciones baleares del escritor, pero se actualizó este domingo por teléfono. Le Carré acababa de asistir el sábado en Londres a la manifestación contra el Brexit, pero ya se habían esfumado las esperanzas de que su país permaneciese en la UE, que todavía conservaba remotamente este verano. Incluso, considera que la propia supervivencia del Reino Unido está en peligro.
-Ha dicho en alguna ocasión que vio cómo se construía el Muro de Berlín cuando tenía 30 años, como se derribaba cuando tenía 60. ¿Se imaginó alguna vez la Europa en la que vivimos ahora y la crisis provocada por el Brexit?
-Me parece algo impensable. Es sin duda alguna la mayor idiotez y la mayor catástrofe que ha perpetrado el Reino Unido desde la invasión de Suez [1956]. Para mí es un desastre autoinfligido, del que no podemos echar la culpa a nadie, ni a los irlandeses, ni a los europeos… Somos una nación que siempre ha estado integrada en el corazón de Europa. Podemos haber tenido conflictos, pero somos europeos. La idea de que podemos sustituir el acceso al mayor tratado comercial del mundo con el acceso al mercado estadounidense es terrorífica. La inestabilidad que provoca Donald Trump como presidente, sus decisiones de egomaniático… ¿Realmente nos vamos a poner a merced de eso en vez de continuar como miembros activos de la UE? Es una locura, es terrorífico y es peligroso. No me gusta políticamente, ni creo en ello económicamente y no lo entiendo. No entiendo cómo hemos llegado a esa situación en la que tenemos un Gobierno de Mickey Mouse de gente de segunda fila. El secretario [ministro] de Exteriores es alguien a quien realmente desprecio, nunca he conocido a esa gente, pero solo ha producido informes de segunda fila y es un hombre muy estúpido y un pésimo negociador. Eso es que lo pienso sobre esa situación.
-“Cuando llegamos a una edad provecta los grandes espías nos ponemos a buscar las grandes verdades”, dice su personaje, George Smiley, al final de El legado de los espías, su anterior novela. ¿Eso es verdad también para los escritores?
-Es verdad para mí. Conforme avanza la vida me he hecho más radical, más contrario a la guerra, desesperadamente preocupado por la ecología y el cambio climático. Tengo 14 nietos y 3 bisnietos y sus vidas están en peligro y la vida de la civilización. El planeta sobrevivirá, claro, pero no tengo claro que la humanidad lo consiga. Ha mencionado a Smiley al final de El legado de los espías. Es interesante para mí ahora retrospectivamente porque Smiley, por lo que sabemos, termina su vida en Alemania. Es allí donde le encontramos al final de aquella novela y este nuevo libro cuenta la historia de alguien a quien hay que sacar del Reino Unido. Ahora mismo es muy difícil ser un británico y un europeo. La demonización de Europa por esta horrible prensa británica parece imparable. Hay que recordar que el 80% de los medios británicos están en manos de oligarcas que viven en paraísos fiscales. ¿Quién se beneficia del Brexit? Es algo que no puedo entender. Si estás en un paraíso fiscal y puedes apostar contra la libra, si manejas fondos de inversión y ves por dónde sopla el viento, puedes hacer mucho dinero. ¿Es esto lo que les hace apostar por el Brexit a estos oligarcas de la prensa? Tenemos que recordar que tratamos con gente de segunda, empezando por Johnson. Me parece muy importante que los europeos comprendan eso. No es nuestra primera alineación, es nuestra tercera alineación.
-¿Qué piensa del nuevo acuerdo de salida alcanzado entre el Reino Unido y Bruselas?
-Es una traición a Irlanda del Norte, un clavo más en el ataúd de la unión del Reino Unido. Lo interesante es lo que va a hacer ahora Boris Johnson, porque ha dado una respuesta de colegial al no querer firmar la carta a Bruselas. Es un niño haciéndose pasar por primer ministro. Lo principal es evitar que se produzca una salida sin acuerdo y en eso apoyo las medidas que ha tomado el Parlamento de pedir una nueva prórroga.
-Este verano pensaba que existía una remota posibilidad de que la salida se hiciese imposible y que hubiese un nuevo referendo. ¿Ha perdido la esperanza?
-Me temo que la realidad es la que es. Hay mucha fatiga por el Brexit, mucha impopularidad de las instituciones. Pese a que ha sido desautorizado por los jueces del Supremo, en cierta medida Johnson está cada vez más fuerte. Le van a cerrar la puerta de la salida sin pacto, pero me temo que en pocos días va a ganar. Nos enfrentamos a un aumento del neofascismo: la mayor amenaza terrorista actualmente en el Reino Unido viene de la ultraderecha, y eso lo dice lo policía. Esa gente ha envenenado la atmósfera. Primero tocan las viejas de canciones de eurofobia y luego han creado esos sentimientos de rechazo contra el otro a través de la prensa popular y ahora lo están explotando. En algún lugar de nuestro país se esconde la vieja estabilidad y el sentido común, pero ha sido desaparecido en el discurso político.
-¿Está el Reino Unido realmente en peligro?
-Existe un peligro real de desintegración en el Reino Unido. Lo que estamos diciendo a Irlanda del Norte es que se jodan. Y todo esto acerca más que nunca la posibilidad de reunificación de Irlanda y en Escocia pueden aprovecharse de esta situación. Creo que existe la posibilidad de que se desmantele el Reino Unido. A largo plazo, es posible que el problema catalán se vuelva mucho peor como consecuencia de lo que ocurra aquí. Johnson es una persona que no tiene ninguna relación con la verdad, votó en contra de muchas de las cosas que ahora mismo está ofreciendo. Ha logrado un pacto mucho peor que el anterior. Es muy deprimente.
-¿Cree que Donald Trump, incluso Boris Johnson, pueden ser agentes rusos?
-No veo por qué Johnson iba a serlo, salvo el hecho de que siempre ha vivido de forma muy desatada, que es un indiscreto y que tiene una personalidad muy desagradable. Trump es un asunto completamente diferente. Tiene enormes intereses económicos en Rusia, existen indicaciones de que su gente trató de especular en el mercado inmobiliario en Moscú y la vida de Trump es muy desordenada. Si Vladímir Putin tuviese pruebas de irregularidades financieras y estuviese dispuesto a difundirlas, tal vez, podría tumbarle. Pero ¿por qué lo haría? Es mucho mejor dominar al personaje. Siempre que aparece la cuestión rusa en el horizonte, Trump se ha comportado con una cercanía irracional hacia Putin. Fantaseo a veces con que ocurriría si la inteligencia británica, que tiene fuentes muy buenas en Rusia, consiguiese pruebas irrefutables de que Trump está controlado por Putin. ¿Quién le escucharía? ¿Cómo lo manejarían?
-Sus últimos dos libros han recuperado el ambiente de la vieja Guerra Fría, en este último incluso entre Alemania y Reino Unido. ¿Cree que existe actualmente una desconfianza profunda hacia el Reino Unido por parte sus antiguos socios?
-Padecemos un sistema de propaganda horrible. La mayoría de los periódicos apoyan el Brexit, demonizan al primer ministro irlandés y a toda Europa, aunque su peor enemigo es Alemania. No dejan de hablar del espíritu de Dunkerque, de cómo Europa dejó sola a Inglaterra. Es pura porquería. Pero estamos en las manos de manipuladores y en esta manipulación ha colaborado Rusia. No ha sido totalmente admitida la dimensión de la intervención rusa en aquel referéndum. Cada vez hay más evidencias. Convocar un referéndum en el Reino Unido, donde existe una democracia parlamentaria, es absurdo. ¿Hacemos un referéndum sobre la pena de muerte y comenzamos a colgar gente en las calles? La clave de la democracia parlamentaria es que se escogen a personas competentes para representar a tu comunidad. ¿Qué nos ha pasado, qué ha pasado con la gente moderada, decente, con los pragmáticos? Tenemos una tradición de eso. El olor a autocracia está ahí. Estoy furioso por todo esto: eso no somos nosotros.
-Usted escribió que la eficacia de los servicios secretos refleja la capacidad de un país. En esta novela no parece que los servicios secretos británicos sean los más eficaces del mundo…
-Nos falta dirección. Después de la Guerra Fría nos quedamos desarmados de pensamiento. Ahora mismo no encuentro ningún idealismo, excepto la confianza en el Brexit. No existe ningún líder con fuerza suficiente que nos muestre la realidad de lo que ocurre. En el libro vemos esa absoluta falta de dirección. Si el MI6 fuese capaz de mostrar las verdaderas intenciones de Trump, su acuerdo con Putin ¿A qué Gobierno se lo presentarán? ¿A qué entidad de Estados Unidos? Lo terrorífico en ambos lados del Atlántico es la ausencia de coraje moral.
-Uno de los grandes temas de su literatura es la capacidad de las personas para continuar siendo morales en un mundo inmoral. ¿Es también uno de los temas de este libro?
-Sin duda. Aunque actuar de forma consiste y moral puede ser tremendamente peligroso en un mundo real… En el periodo que va desde el final de la Guerra Fría hasta ahora, queríamos sentir que teníamos un objetivo moral, un gran líder y un plan Marshall. Queríamos en ese momento alguien que agarrase la oportunidad de rehacer el mundo. Era posible. Un gran momento y un gran líder. Nadie apareció.
-En su libro hay una escena muy emocionante y que a la vez presiento que es muy personal para usted, cuando el protagonista confiesa a su familia que es espía por todo lo que implica de mentiras dentro de la familia como le ocurrió a usted con su propio padre. ¿Es así?
-En los servicios secretos siempre era un problema porque en algún momento había que hablar con los hijos y normalmente esperaban a que hubiesen pasado la pubertad… Y es entonces cuando tenía lugar esa conversación. A mí no me ocurrió porque ya había dejado el servicio entonces. Pero mucha gente tuvo que pasar por eso y muchas veces la reacción de los chavales era muy dura: ‘Me mentiste durante toda la juventud’. En un sentido más amplio, hice cosas en el servicio de las que ahora me avergüenzo, cosas totalmente justificables por la ética del servicio pero que ahora las miro desnudas. En cierta medida, Nat también se avergüenza un poco y sus últimas palabras a Ed son: “Quise decirle que fui un hombre decente, pero que ya era demasiado tarde”. ¿Qué significa la decencia?
-Volviendo a la escena de su libro en la República Checa que ha citado antes, ¿demuestra que los rusos perdieron la Guerra Fría, pero han ganado la posguerra?
-Rusia, gracias a una masiva operación de relaciones públicas, da la sensación de que controla todo, en realidad está en bancarrota y la situación de su economía es terrible. Pero conduce su política de expansión territorial, por ejemplo en Ucrania, que está en la vía de desaparecer. Y los rusos parecen presentar un frente unificado frente a la desunión del Reino Unido, Europa, Estados Unidos… Putin no tiene escrúpulos y piensa solo en términos de conspiración…
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