Una nueva nota de la serie de la investigadora Carola Ochoa sobre los rugbiers víctimas del terrorismo de Estado. La historia de Eduardo Benito Francisco Corvalán, “El Negro”, fue rugbier de Atahualpa Rugby Club, secuestrado el 22 de julio de 1976 junto con su compañera.
Eduardo Benito Francisco Corvalán, “El Negro”, fue rugbier de Atahualpa RC. Su contextura física imponente lo llevaba a desempeñarse como segunda línea o en cualquier posición dentro de la cancha. Perteneció a una familia de clase media trabajadora. Nació el 3 de diciembre de 1941 en la localidad bonaerense de Moreno. Hijo de Nilda Mato y Eduardo Corvalán.
Si bien durante dos años estudió en el Liceo Militar “General San Martín”, concluyó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional “Mariano Moreno”. Simpático y muy amigable. Solidario idealista y amante de las canciones de Los Olimareños.
Fue secuestrado-desaparecido a la edad de 34 años, el 22 de julio de 1976, en su domicilio de Avellaneda 411, departamento 3, en el barrio porteño de Caballito. Con él se llevaron a su esposa, Mónica Eleonora Delgado y un hijo de tres meses en gestación que ella llevaba en su vientre.
A Mónica, una joven mujer muy atractiva y proveniente de una familia de clase media alta, la conoció mucho después de sus años de trys, y en el momento en que ambos estaban militando en organizaciones revolucionarias. Los restos de Corvalán fueron recuperados por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) en 2009. Estaban enterrados como N.N. en el cementerio de Avellaneda.
El 3 de diciembre de 2009 recibió su homenaje: ese día, las Abuelas de Plaza de Mayo junto con la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires recordaron a Eduardo, “El Negro”. En dicha Facultad, Eduardo trabajaba como empleado en la hemeroteca de Física, en el Pabellón 1 de Ciudad Universitaria. Sus dos rasgos salientes eran, según quienes lo conocieron: un gran sentido del humor y un compromiso social hasta las últimas consecuencias, en el ERP-22 de Agosto (ERP-22). Anteriormente había militado en Montoneros.
El acto en la Facultad terminó con todos los presentes cantando “Gracias a la Vida” y a su término, coreando: “¡Eduardo Corvalán Presente! ¡Mónica Delgado Presente! ¡Ahora y siempre!”.
Los hijos
Gabriel tenía 2 años y su hermana Mariana 3, cuando el 22 de julio de 1976 un grupo de militares irrumpió de forma violenta en su casa en el barrio porteño de Caballito.
A él y a su hermana los llevaron a la casa de sus vecinos, a Nora, la abuela materna de ellos, la dejaron inconsciente en el suelo; y a sus papás, Mónica Eleonora Delgado y Eduardo Benito Francisco Corvalán, los secuestraron.
Gabriel y Mariana quedaron al cuidado de sus abuelos y siempre supieron la verdad: que sus papás estaban desaparecidos.
Para protegerlos, sus abuelos no hablaban mucho del tema por lo que no se criaron cercanos a los organismos de Derechos Humanos.
La vida de los hermanos hizo un giro, cuando el 24 de marzo del año 2006, concurrieron a un acto en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA donde se encontraron con amigos y compañeros de Eduardo, su papá.
“Justamente fue en esa época cuando la sociedad argentina hizo un cambio rotundo con respecto a las políticas de Derechos Humanos y sobre todo las Abuelas de Plaza de Mayo. Se empezó a hablar mucho del tema y cambió la historia.” recuerda Gabriel Corvalán Degado
Los dos se acercaron a dejar sus muestras de sangre al banco genético de datos porque ahora no solo buscaban a sus padres, ahora buscaban también a su hermano o hermana.
Su hijo Gabrie : “Mi mamá pudo haber perdido el embarazo o haber tenido un accidente, pero la búsqueda siempre continúa, ya que lo último que se pierde es la esperanza. Yo lo quiero encontrar a mi hermano, y digo hermano porque para mí es varón, para mi hermana es mujer, siempre tenemos esa disputa”.
En el año 2009, el Equipo Argentino de Antropología Forense les informó a los hermanos que gracias a las muestras que habían dejado en el banco, se pudieron identificar los restos de su papá Eduardo, que fueron recuperados.
Palabras de su hija Mariana
“Muchos le dicen a sus papá Viejo” pero yo no puedo, mi papá, Eduardo Benito Francisco Corvalán Mato, el negro Corvalán, hijo mayor de entre 4 hermanos, trabajador no docente de la Biblioteca de Física en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, la cual lo honra dándole su nombre a la hemeroteca de física, estudiante de historia en la facultad de sociales, rugbier, de Atahualpa Rugby Club, militó en el socialismo argentino de vanguardia, en la izqúierda nacional y en el 74 paso el ERP 22, paso por varias organizaciones incluido el liceo militar San Martin en busca de un mejor futuro, buen amigo y buen compañero según sus compañeros y amigos, un gran cuadro según los militantes secuestrado junto a mi mamá embarazada, creo yo que llevados a Coordinación Federal y al menos él fue a “Puente 12” donde fue torturado y tal vez ahi cumplió sus 35 años, luego trasladado a otro centro clandestino 205 y luego fusilado y enterrado en fosas comunes y vaqueras del Cementerio de Avellaneda, donde el Equipo Argentino de Antropología Forense lo exhuma junto a muchos restos que también fueron secuestrados… y desaparecidos, poco falta para la sentencia de Puente 12, el 26 de octubre al mediodía, parece ser que no será tan reparadora, difícil no estar quisiera abrazarte o que me hagas a upa como cuando era pequeña 3 años y 7 meses tenía y te recuerdo a pesar que hayan pasado 42 años… siempre estarás presente en tus hijos aunque no estemos los 3 porque el que estaba en la panza de mamá aun no lo encontramos y en tus nietos en tus amigos, compañeros y hasta en los q apenas te conocieron.
“Viejo mi querido viejo que nunca llegaste a caminar lento…
“Peleaste hasta el último día cuidando al otro, me dijeron que en ese oscuro lugar cantabas y le decías a los otros que no los ibas a soltar sin importar lo lastimado que estabas, tengo tus huesitos junto a los más de 40 años de ausencia que solo alivian sabe que muchos no te llegan ni a los talones.
“Amaste y te amaron con tu risa fuerte tus libros en las manos y con la inteligencia y formación que no se si todavía existe en los que quedaron.
“Tu nieta te dejo una florcita para el abu Eduardo… le dije que hacemos con ella? me respondió vos dejala acá que va a saber que es de el…
“Te amo Papá!”
El juicio
Tiempo después, el 26 de octubre de 2018 se juzgaron a los asesinos de Eduardo y otros compañeros mas.
Ese dia se dictó la Sentencia de Puente 12 y Comisaria de Monte Grande.
El repudiado tribunal condenó a Miguel Osvaldo Etchecolatz a prisión perpetua, inhabilitación absoluta y perpetua por ser coautor mediato penalmente responsable de los delitos de homicidio agravado por alevosía y por el concurso premeditado entre dos o más personas, en trece oportunidades; violación en seis ocasiones, privación ilegal de la libertad cometida por funcionario público agravada por mediar violencia o amenazas y tormentos agravados por la condición de perseguido político de la víctima, reiterado en cien ocasiones y tres de los tormentos se encuentran agravados por haber ocurrido la muerte de la víctima. El genocida Etchezoltaz continuará preso en Ezeiza.
Condenó a Federico Antonio Minicucci a prisión perpetua, inhabilitación absoluta y perpetua por considerarlo coautor mediato penalmente responsable de los delitos de homicidio agravado por alevosía y por el concurso premeditado entre dos o más personas en un caso, violación reiterada en tres oportunidades, privación ilegal de la libertad cometida por funcionario público, agravada por mediar violencia o amenazas, en concurso real con tormentos agravados por la condición de perseguido político de la víctima, en catorce ocasiones. El genocida Minicucci seguirá con prisión domiciliaria.
La condena para Nildo Jesús Delgado fue insignificante tratándose de crímenes de lesa humanidad: siete años y seis meses de prisión, inhabilitación absoluta y perpetua, por ser partícipe secundario del delito de privación ilegal de la libertad cometida por funcionario público, agravada por mediar violencia o amenazas, en concurso real con el delito de tormentos agravados por la condición de perseguido político de la víctima, en cuatro ocasiones. El genocida Delgado fue liberado porque ya estuvo preso la cantidad de años que decidió el tribunal de condena.
Para Alberto Faustino Bulacio fueron pocos años también, ocho años de prisión, inhabilitación absoluta y perpetua por ser partícipe secundario del delito de privación ilegal de la libertad cometida por funcionario público, agravada por mediar violencia o amenazas, en concurso real con el delito de tormentos agravados por la condición de perseguido político de la víctima, en cinco ocasiones. Bulacio fue liberado por haber estado siete años preso.
A Daniel Franciso Mancuso lo condenaron a seis años de prisión, inhabilitación absoluta y perpetua por los mismos cargos que Bulacio por cuatro víctimas. El genocida Mancuso es el único que será detenido a partir de esta sentencia.
El tribunal absolvió a cuatro genocidas en medio de un repudio generalizado.
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