Una nueva nota de la serie de la investigadora Carola Ochoa sobre los rugbiers víctimas del terrorismo de Estado. Hoy recordamos a José Rafael Jasminoy Comas, rugbier de Club Universitario (CUBA) y militante de la JUP, de la JTP y Montoneros. Secuestrado el 11 de noviembre de 1976. Continúa desaparecido.

José Rafael Jasminoy Comas, Juancho, nació el 29 de agosto de 1955 en la localidad de Martínez, provincia de Buenos Aires, en el seno de una familia de fuertes convicciones religiosas. Su padre fue Héctor Iseo Jasminoy Korimann, funcionario nacido en 1923 y fallecido el 30 de abril 2014 a los 91 años. Su madre era Maria Margarita Catalina Comas, nacida en 1924 y fallecida en 2010.

Llevó a cabo su enseñanza primaria y secundaria en el Colegio San Juan El Precursor, situado en la calle Anchorena 419 de San Isidro, desarrollando una gran solidaridad por los menos afortunados y absorbiendo el dogma católico como precepto en su accionar diario.

Su pasión por la ovalada estaba relacionada a la tradición familiar y paso por el Club Universitario de Buenos Aires (CUBA) fue compartido también por sus hermanos.

Al egresar del secundario se inscribió en la carrera de Derecho de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Buenos Aires. En ese momento su militancia estudiantil fue decisiva para incorporarse mas tarde a la organizacion Montoneros. Así, ingresó a la Juventud Universitaria Peronista (JUP) en el año 1975.

Cuando el gobierno peronista de ultraderecha de María Estela Martínez de Perón declaró la persecución a los militantes revolucionarios de izquierda, Juancho tuvo que pasar a la clandestinidad. Decidió proletarizarse y consiguió trabajo de operario de la fábrica Phillips. Alli decidió ingresar a la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) e incursionar en la militancia sindical.

Juancho y el Padre Adur

José colaboró con Adur, quien fue un capellán muy querido por los jóvenes militantes de izquierda, en actividades pastorales en la Parroquia Nuestra Señora de la Unidad.

Fabián Domínguez relató sobre la obra pastoral revolucionaria de Adur en la que Juancho participó valientemente:

“La década de 1970 encontró al cura impulsando el Concilio Vaticano II, dialogando con organizaciones sociales y políticas, luchando para derrocar la dictadura que mantenía proscripto al expresidente Juan Domingo Perón. Trabajaba todo el día. Entraba a una reunión de catequesis para explicar algo, salía y se sumaba al grupo de jóvenes que planificaba la visita a una villa, daba alguna indicación, salía y entraba a otro salón donde los delegados de una fábrica organizaban una medida de fuerza. También recibía a militantes políticos que le pedían consejos, le solicitaban algún contacto o requerían espacio para guardar bolsos o cajas. No solo Olivos era el lugar de su actividad, a veces iba a Capital Federal y en ocasiones hacía reuniones en la Catedral de San Isidro, para malhumor de monseñor Antonio Aguirre, máxima autoridad diocesana, quien renegaba de la cercanía del cura con el peronismo montonero. Luego de una homilía de Adur, donde reivindicaba la resistencia obrera y ponderaba las luchas del pueblo argentino, el obispo le solicitó al superior de los Asuncionistas que sacara al sacerdote de su diócesis.

“El cura montonero aprovechó la ocasión para proletarizar el seminario y llevar todo al barrio obrero Manuelita de San Miguel. Compró una casa a pocas cuadras del Colegio Máximo de los jesuitas, donde tenía su sede el provincial de la orden: Jorge Bergoglio, quien le permitió trabajar en la capilla Jesús Obrero”.

En ese contexto, Juancho acompañó las actividades dirigidas por el rebelde sacerdote con una convicción y entrega totales.

Además de reafirmar sus creencias religiosas forjó una solidaridad en lo colectivo amparado por la vision evangélica de los sacerdotes tercermundistas de la que Adur transmitía a él y a sus compañeros, incluyendo a su pareja Cecilia Aldini, quien se desempeñaba como catequista.

“El Turco” Adur fue secuestrado-desaparecido el 28 de junio de 1980 en el Puente Internacional de Paso de los Libres, Corrientes. Llevaba consigo importante documentación sobre las atrocidades cometidas por los militares, para entregársela al Papa de visita en Brasil”, concluyó Domínguez.

Su secuestro

Juancho estaba en pareja con Cecilia Noemí Aldini, una muchacha militante de 19 años. Cumplió 20 años el dia en que fuerzas militares secuestraron a Juancho.

Años después, fue a prestar testimonio al respecto de la desaparición de su compañero, quien tenía 21 años al momento de su secuestro.

Cecilia contó:

“El 11 de noviembre de 1976, José salió de la pensión donde vivíamos, ubicada en la zona Lavalle y Bulnes, entre las 8 y las 9 de la mañana para encontrarse con compañeros de la Juventud Universitaria Peronista, más específicamente, de la facultad de Derecho.

“Yo había dejado la casa de mis padres entre mayo y junio de ese año. Como la movilidad por zona norte era complicada para los militantes, yo no había vuelto a esa zona desde entonces. Ese día fue la excepción ya que era mu cumpleaños y decidi ir a visitar a mi familia.

“Ese día por la noche, al regresar a la pensión, descubrí que José no había vuelto. Siguiendo el dispositivo de seguridad acordado, ante la ausencia de José, abandoné la pensión. En primera instancia, esa misma noche, volví a lo de su familia en zona norte.

“Al día siguiente, tomé un colectivo hacia Retiro para poder llamar desde un teléfono público, desde algún lugar alejado. Al llamar a la pensión, me enteré por parte del encargado, que el día anterior había estado la policía por allí, donde revolvieron y se llevaron todo aquello que no rompieron. Llamé para informar, al padre de José, quien era Subsecretario de Desarrollo Industrial. Luego de ello, contacté compañeros de militancia quienes me ayudaron. Fue así que me trasladé a zona sur, donde aún podíamos reunirnos con algo más de tranquilidad que en zona norte y me alojé en casa de un compañero por alrededor de un mes.

“El 13 de noviembre de 1976, dos días después del secuestro de José, recibí la confirmación del mismo. Hablé con mu abuela, la cual me dijo que José la había llamado y dicho que estaba todo bien y que fuera a la casa de mis padres. Supe inmediatamente que había sido secuestrado y se encontraba cautivo.

“De casualidad, me encontré al padre de José, alrededor de un mes después. El me dijo que no pudo enterarse de nada. Según me contaron los hermanos de José, mucho tiempo después, en ese momento el padre no me dijo nada, pero había comenzado a hacer gestiones para intentar obtener información acerca de José. Entre dichas gestiones, el padre se había reunido con Suárez Mason, quien no le brindó información alguna. Tras ello, decepcionado con el gobierno en el cual había confiado, el padre de José abandonó su cargo.

“Destruyeron la identidad de la gente, se metieron en lo más privado, destruyeron a las personas. Estoy agradecida a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y a los demás organismos de derechos humanos.

“La Memoria, la Verdad y la Justicia no son “sólo una frase, hay una ausencia que no se puede llenar nunca más”.

El día de la sentencia

El 29 noviembre de 2017, tras más de cinco años de audiencia, llegó la sentencia Megacausa ESMA III, el juicio oral más grande de la historia argentina tuvo su inicio en noviembre de 2012, juzgó los delitos de lesa humanidad cometidos por 54 genocidas en la Escuela de Mecánica de la Armada, contra 789 víctimas, durante el genocidio que fue la dictadura cívico-militar. Además, por primera vez fueron juzgados los vuelos de la muerte, método principal de exterminio de dicho centro clandestino. Los organismos de Derechos Humanos escucharon la sentencia que contó con 29 perpetuas en la calle de los tribunales de Comodoro Py.

La Megacausa ESMA III, el juicio oral más largo de la historia argentina que juzga los delitos de lesa humanidad, llegó a su fin. Con inicio en noviembre de 2012, las audiencias cumplieron cinco años de testimonios, pruebas y palabras. En aquel momento, el juicio inició con 65 acusados que por el paso del tiempo del juicio y la impunidad de tantos años, fallecieron o fueron apartados por razones de salud, quedando solamente 54 imputados con 789 víctimas.

Los 54 imputados eran personajes tristemente celebres por su historia represiva como Jorge Eduardo Acosta, Alfredo Ignacio Astiz, Ricardo Miguel Cavallo, Adolfo Donda y Carlos Guillermo Suárez Mason. Todos los mencionados recibieron la pena de prisión perpetua, junto a otros 24, sumando un total de 29 perpetuas. Otros 19 recibieron penas de entre 8 y 25 años. Fueron absueltos seis de los 54, a pesar de haber participado en vuelos de la muerte o ser responsables de la acción represiva de la dictadura cívico-militar.

El caso de Juancho

En este juicio fueron juzgados dos civiles: Gonzalo Dalmacio Torres de Tolosa, abogado de un juzgado de Menores, quien fue condenado a perpetua por su participación en los vuelos de la muerte, y Juan Ernesto Alemann, ex secretario de Hacienda de Martínez de Hoz durante el genocidio, quien fue absuelto, dando cuenta de la impunidad con la cual siguen gozando los cómplices civiles.

La investigación judicial sobre lo ocurrido en la Escuela de Mecánica de la Armada, uno de los principales centros clandestinos de detención, tortura y exterminio durante la última Dictadura Militar, tomó impulso a partir de la derogación de las leyes de amnistía e impunidad. Debido a la cantidad de implicados, víctimas y la complejidad de los delitos se tuvo que dividir en diferentes megacausas.

En esta causa, además, se juzgaron, por primera vez, los vuelos de la muerte, método de exterminio predilecto de los represores de la ESMA, y a quienes eran los pilotos encargados de llevarlos a cabo. Ese método era mencionado con el eufemismo de “traslado”. Cada semana elegían a un grupo de detenidos-desaparecidos, los inyectaban con pentotal, o “pentonaval” -una droga que los dormía-, y los tiraban vivos al mar. Esa frialdad que demostraban ante el horror y la muerte, es la que los condujo 41 años más tarde al banquillo de los acusados.

El Tribunal Oral Federal 5 a cargo de los jueces Daniel Obligado, Adriana Palliotti y Leopoldo Bruglia, luego de casi cuatro horas de leer el veredicto con cada delito cometido por cada imputado mencionado en orden alfabético, resolvió la sentencia a prisión perpetua de 29 genocidas, 19 personas obtuvieron penas de entre 8 y 25 años, y 6 imputados fueron absueltos.

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