Una nueva nota de la serie de la investigadora Carola Ochoa sobre los rugbiers víctimas del terrorismo de Estado. Hoy recordamos a Rubén Leonardo Fossati, rugbier de Club Universitario de La Plata y militante de la Juventud Universitaria Peronista. Fue secuestrado el 21 de enero de 1977 junto a su compañera en Quilmes. Continúa desaparecido.
Rubén nació el 12 de septiembre de 1955 en la ciudad de La Plata. Hijo de Leonardo Fossati, quien era albañil y después entró en la Universidad Nacional dé La Plata donde trabajó en Físico- Matemática. La madre de Rubén fue Lola José y se desempeñaba en los quehaceres del hogar y en la crianza. Era una abnegada ama de casa.
Fue a la primaria a la Escuela Anexa y completó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional dé La Plata. Jugó en el Club Universitario de La Plata donde compartió división con otros 2 de los 159 rugbiers revolucionarios, Ricardo Poce y ” El Negro” Cordero.
Llegó a estudiar la carrera de Licenciatura en Historia en la Universidad Nacional de La Plata donde empezó a militar en la Juventud Universitaria Peronista. También trabajaba como obrero metalúrgico. Se casó con una jovencita militante de la Unión de Estudiantes Secundarios, Inés Ortega. Al poco tiempo ella quedó embarazada. Ambos militaban en sectores vulnerables cercanos a La Plata.
Su secuestro
Los testigos que vieron el operativo del secuestro contaron que los asesinos cayeron de la nada. Era el 21 de enero de 1977. Rubén, de 21 años e Inés, de 17, cruzaban la esquina de las calles Andrés Baranda e Islas Malvinas. Era evidente que los estaban siguiendo a partir de una cita cantada.
Leonardo, el hijo de ambos relata:
“Mamá y papá se juntan en una esquina y ahí es donde irrumpen los falcon verdes y los patrulleros. Papá corre hacia el lado opuesto llamando la atención, dándole tiempo a mamá para que corra (ella estaba embarazada de 7 meses de mí).
“Casi todos lo persiguen a papá y no lo alcanzan. Pero no eran todos, algunos fueron por mamá, y al final la alcanzan. Mientras papá seguía corriendo intentando alejar a los asesinos lo más lejos posible de mamá pero se dan cuenta de que ya la tenían. Ahí es cuando papá dejó de correr en la dirección opuesta y comenzó a correr en la dirección donde estaba mamá, hacia nosotros. A partir de ahí, gracias a los testimonios de sus compañeros de cautiverio, se supo que los llevaron a los Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio ‘Comisaría ´Quinta’ y ‘Pozo de Arana’. A Inés también la vieron en la Brigada de Investigaciones de La Plata”.
Rubén por Cristina Bustamante, Detenida-Desaparecida Circuito Camps ’77-’78:
“Corrían los setenta y la ciudad de las diagonales perfumada de tilos era un hervidero de estudiantes que se enamoraban de la nueva democracia. Nos encontró ingresando a la Universidad Nacional de La Plata con diecisiete años y las ganas de cambiar el mundo, impulsados por el mayo francés y sintiendo en carne propia el dolor del otro, de todos, porque la palabra ‘ajeno’ nos fue y nos sigue siendo desconocida. Algunos sólo estudiaban, los más trabajábamos y estudiábamos y él junto a otros tantos además hacían deporte, en este caso con la ovalada.
“Fuimos una generación comprometida, quizá nos faltó el no tomarnos las cosas más a la ligera. Cuando uno ve sus fotos, por siempre jóvenes, le calcula a todos algo más de edad, es más, con veinte años la mayoría se casaba, con unos pocos años más teníamos hijos…a la vista de hoy irresponsables, pero no era así por entonces.
“’La Chancha’, tal era su apodo, tenía con su carácter abierto y jocoso la particularidad de arrancar risotadas entre sus compañeros en los cachivaches de micros que alquilaban para poder viajar a jugar a otras localidades, no era de los que se dormían por la joda del día anterior, ni de los que faltaban al entrenamiento. Lo cotidiano, la historia y la personalidad siempre es una, por ello su fortaleza y su empeño en ser bueno no era sólo dentro de la cancha sino en la vida. ‘EL tercer tiempo’ lo encontraba bromeando y comiendo como el mejor. Un buen pilar, fuerte y avezado de un juego en equipo, como no puede ser de otra manera el rugby.
“La vida quiso que tuviéramos la misma edad, que naciéramos en el mismo lugar y que yo haya sobrevivido a lo que él y su esposa, de apenas 17 años no. Y que al igual que ellos (y que tantos y tantas), haya sido la Comisaría 5ta, hoy Centro Provincial de la Memoria, uno de los CCD donde estuvimos secuestrados. El hijo de La Chancha nació en la cocina de la comisaría 5ta unos meses antes de que yo fuese trasladada allí. Fue doloroso mostrarle por más que otros lo hubiesen hecho antes, el lugar donde su madre atada de pies y manos, vejada y ultrajada dio a luz al pequeño Leonardo, quién a los pocos días sería arrancado de sus brazos.
“Y la vida también me llevó a que mi marido haya jugado con La Chancha, los Poce y Cordero en la 4ta y reserva del Club Universitario de La Plata. De su relato sé como era por esos tiempos en la cancha el pilar aguerrido y ‘el hombre al que más le olí el culo’, según sus textuales palabras, por la ubicación de ambos en el scrum.
“Queda tu semilla, y la semilla de ella. Tu vida y ejemplo se prolongarán. Y quizá, sólo quizá, en alguna dimensión vuelva el abrazo de try, porque no, entre los tres.
“Ahora y Siempre.”
Su hijo Leonardo, nieto recuperado
“El 11 de agosto de 2005 supe quiénes habían sido mis padres. Recibir la noticia fue muy fuerte. Lindo y duro a la vez, porque me encontré con una familia muy desmembrada a partir de la desaparición de mis viejos. Mi abuelo paterno había fallecido, se enfermó de leucemia cuando mi papá pasó a la clandestinidad y murió a los pocos meses, mientras que mi abuela tuvo un ACV al poco tiempo de la desaparición, quedó postrada y luego murió. Por eso, del lado paterno solo conocí a mi tía, quien padeció mucho la dictadura también. Fue hermoso conocerla… Por primera vez me vi parecido a alguien. Entablamos una relación muy buena y por suerte ella sigue viviendo cerca, en Villa Elisa. Por el lado de mi mamá tenía a mis abuelos, que eran muy jóvenes, a mi tía, que es la hermana melliza de mi vieja, y también a una tía de un segundo matrimonio de mi abuela. No tengo mucha relación con esta abuela porque las cosas ni siquiera estaban bien con mi mamá. Ella y su melliza se habían ido de la casa a los 15 años. Mi relación más fluida es con los primos que viven en Venezuela y con su papá, que era muy amigo de mi viejo.
“Yo solo conocía los casos de hijos de desaparecidos que habían tenido más difusión y eran chicos apropiados por militares o policías. Jamás me imaginé en esa situación porque mi familia de crianza no solo no había tenido vínculo con las Fuerzas Armadas, sino que tampoco comulgaba políticamente con sus ideas; eran radicales y habían festejado la vuelta de la democracia, además de darme una infancia y adolescencia muy felices. Mis padres de crianza eran grandes con respecto a la edad media que tenían los papas de los otros chicos y, de alguna manera, fue como si me criaran mis abuelos: me daban todos los gustos. Tuve una infancia muy feliz. Desde chiquito formé grupos de amigos en la escuela y en el barrio; jugábamos en la calle o en el Parque Saavedra. En el verano nos íbamos con mi familia de vacaciones a Mar del Plata. Todos los recuerdos que tengo de esa época son de disfrute.
“A través de familiares fui conociendo cómo habían sido sus infancias y adolescencias. Gracias a las Abuelas y su equipo de investigación recibí mi archivo biológico-familiar, que tiene una serie de entrevistas a personas de mi familia, amigos de mis padres, sobrevivientes; son relatos que te permiten saber qué pensaban en el momento del reportaje y cómo vivían la búsqueda, y también conocerlos si ya no están. Después fui encontrándome con sus compañeros de militancia, que forman un grupo muy lindo en La Plata y me acompañaron mucho.
“Cuando empecé a saber sobre las vidas de mis viejos me fui dando cuenta de algunas situaciones mías a las que ahora les encontraba más sentido, porque no tenían nada que ver con mi familia de crianza. Yo fui a un colegio privado y ya al segundo día de clases me anoté en el Centro de Estudiantes, entendiendo que había que defender ciertas situaciones de injusticia. Me gustaba ese lugar. También había participado de marchas por la Noche de los Lápices. Entendí desde chico que había que involucrarse en las causas que a uno le parecían justas. Y cuando conocí mi origen me empecé a acordar de todas esas cuestiones.
“Por mis viejos Rubén e Inés siento admiración ya que pese a su juventud tenían un compromiso enorme y sabiendo el peligro que corrían decidieron seguir adelante. Después de juntarme con compañeros de mi viejo supe que en el centro clandestino lo maltrataron mucho pero queda claro que no dijo una sola palabra, porque no se llevaron a nadie por él. Adentrarme en sus historias hizo que me fuera sintiendo cada vez más orgulloso de ellos. No pude conocerlos, pero en su corta vida me han dejado grandes enseñanzas.
“Yo trabajaba a la vuelta de la filial de La Plata, en una agencia de turismo, y me gustaba pasar de visita, compartir unos mates. Era el único lugar donde sentía que me entendían perfectamente. Por eso empecé a ver de qué modo podía colaborar y comencé a participar de la difusión. Un tiempo después integré la asociación, desempeñando funciones en la sede central y representando a la asociación en distintos ámbitos, hasta formar parte de la comisión directiva. Además, llevo adelante el Espacio Memoria Comisaría 5° y represento a los organismos de Derechos Humanos en la ESMA”.
Baldosas en homenaje a Rubén e Inés
El viernes 25 de noviembre de 2016 se colocaron en la esquina de Andrés Baranda e Islas Malvinas ‘Baldosas de Homenaje’ a Inés y Rubén.
Los estudiantes de la Secundaria Básica N° 49 de Quilmes Oeste que participaron en el Programa Jóvenes y Memoria, decidieron homenajearlos. Junto a integrantes de la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo, estuvo presente y habló en el acto Leonardo Fossati, el hijo de Inés y de Rubén, nacido en cautiverio y nieto recuperado N° 81. Todos los estudiantes que intervienen en el Proyecto hablaron haciendo su aporte, acompañados de los Docentes Coordinadores y la directora Eugenia Cabezas, entre otros docentes y madres de estudiantes.
Placa en el Club Universitario
El sábado 22 de abril de 2017, previo a un encuentro competitivo ante San Martín Rugby Club, el Club Universitario de La Plata reinstaló una placa recordando a Rubén y 9 jugadores mas que en los años setenta, durante la dictadura cívico militar, fueron víctimas del terrorismo de estado.
La placa original que había sido colocada el 22 de octubre de 2010 se perdió en el incendio ocurrido en el quincho en febrero de 2014.
La dirigencia del club pantera expresó en su página:
“Memoria, Verdad, Justicia. Hoy volvimos a colocar la placa que recuerda a nuestros jugadores victimas de la dictadura militar, estuvimos acompañados por familiares, amigos y compañeros de los chicos que se acercaron a homenajearlos. Seguimos avanzando en recuperar nuestra historia, la de todos los que fueron y son parte de nuestro rugby y de nuestro club”.
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