La fiesta por el aniversario de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo fue coronada con el anuncio de la recuperación de una nueva nieta, hija de Rosalinda Victoria Tartaglia, militante de la Juventud Universitaria Peronista secuestrada en noviembre de 1977. Foto/Joaquín Salguero
Habían pasado apenas unos minutos cuando ellas subieron al escenario del Centro Cultural Kirchner, invitadas por Gustavo Santaolalla. Y allí estaban ellas, leyendas vivientes, embajadoras del amor, con sus bastones, con sus sillas de ruedas, disfrutando a pleno un aniversario más de la lucha más emblemática de los organismos de derechos humanos: la búsqueda de los nietos apropiados para que recuperen su identidad. Ellas bailaron en su lugar, casi sin moverse, mientras una de ellas hacía gala de su juventud y su hermosa vejez, y bailaba al compás de la música de “Mañanas campestres”, el tema elegido por Gustavo Santaolalla para cerrar un show cuidado, preciso y con un repertorio muy bien elegido. Con una banda que sonaba acorde a la ocasión y a la estatura del músico que estaban acompañando.
Pero faltaba el broche final de la noche. Pasada la música, el baile, los besos y los abrazos, Estela Carlotto tomó el micrófono y, lejos de hacer un discurso, anunció al mundo entero que las Abuelas han recuperado un nieto más, una persona más, la número 125, que recupera su identidad robada en la noche negra de la Argentina, la dictadura cívico militar,
Esa misma mañana del jueves 26 de octubre, la hija de Lucía Rosalinda Victoria Tartaglia se enteraba de su verdadera identidad. Su madre, estudiante de derecho y militante de la Juventud Universitaria Peronista, había sido secuestrada en 1977. Varios testimonios la ubicaban ilegalmente detenida en el centro clandestino de detención Club Atlético, pero también señalaban que había sido llevada a parir a su hija al Hospital Militar.
Ayer, esa hija nacida en cautiverio recuperó su identidad.
Antes de ese anuncio de Abuelas hubo una celebración, bien organizada, de los 40 años de Abuelas de Plaza de Mayo. Hubo videos, risas, llantos, palabras de esas mujeres que han hecho historia en nuestro país y en el mundo. Se hizo un racconto de sus logros, del trabajo con la genética y tantas otras cosas que llevaron a Abuelas a ser la institución que es hoy, respetada en el mundo entero.
Hubo lugar para el encuentro musical, con Magdalena Fleitas y el Grupo Anda Calabaza, que cantaron bellas canciones y se animaron a entretener a los más pequeños, muchos de ellos, bisnietos de las mujeres que estaban en la primera fila, que corrían y saltaban, medianamente ajenos a lo que sucedía en el escenario. Pero, a la hora de la música, se prendieron en una ronda con los bailarines y llenaron de frescura el ambiente de la ballena del CCK.
La frutilla del postre fue un amigo de siempre de Abuelas, Gustavo Santaolalla, que sonó muy prolijo con su banda de excelentes músicos, que dio un show a la altura del momento celebrativo que se estaba viviendo.
Luego, lo que contamos al principio. Santaolalla invitó a Abuelas al escenario, no sin antes anunciar que en el último tema lo acompañaría en el piano Guido Ignacio Montoya Carlotto. Esa fue la celebración. Lo que vino después fue una fiesta. Un nieto más que recupera su identidad. Y fue una fiesta porque Abuelas nos enseñó que los momentos más duros de la vida, como perder un hijo o un nieto, se pueden transformar en lucha, en alegría y luego en amor. En eso andan hace 40 años.