Una nota publicada ayer en el “gran diario argentino”, donde una ignota columnista arma una hoja de ruta para convertirse en una “mina copada”, desnuda una vez más una estrategia comunicacional de dominación y sometimiento. (Imagen de portada: Alberto Vargas).

Es necesario que tengas malvones en el patio, igualitos a los que plantó tu abuela en 1945. Pero te tiene que gustar que te regalen, o regalar, un enorme ramo de flores para una ocasión especial. Ser de los que contratan mariachis para decir feliz cumpleaños y un desayuno especial para celebrar el Día de la Madre. Si sos varón tener rituales sagrados, como el asado del domingo o lavar el auto los sábados a la mañana. Te tiene que gustar tomar cerveza con amigos después de la oficina,  este ítem es excluyente, tanto como ahorrar para comprarte el plasma de 42 y el celular 4G. Si sos mujer, ya lo sabés, tenés que ser copada. Saber lavar la ropa y cambiar cueritos. Bailar en calzones pasando la aspiradora, llorar a escondidas y conservarte. Eso incluye no olvidar la cita con la depiladora, sobre todo no dejarte crecer el pelo en las axilas. Eso es para las francesas y las sucias. Tenés que estar dispuesta a librar una batalla sin cuartel contra la celulitis y la grasa que se pega en los azulejos de la cocina con la misma intensidad. Tenés que saber cocinar, esto también es excluyente, para poder atesorar el suplemento “Ollas y sartenes” y para hacer feliz a tu marido. Porque sí o sí tenés que tener un marido. Este punto, es cierto, es de los más complicados. Además, estaría muy bien que tengas tetas grandes, pelo lacio, o con reflejos si sos menor de treinta. Usar tapa ojeras, rímel y brillo labial, como mínimo,  hasta para ir al chino a comprar la leche, siempre, siempre y a cualquier edad. Si ya pasaste la barrera de los cuarenta, tu principal preocupación debe ser el cuidado de tu familia. Y si trabajás afuera de tu casa, cómo combinar ambas cosas sin morir en el intento. Si sos hombre, no te preocupes, no importa nada de todo esto. Tu único deber fue, es y será, convertirte en macho proveedor y, de ser posible, mostrarte como la autoridad, al menos puertas afuera de tu casa.

Reuniendo las condiciones excluyentes y algunas de las otras, ya estarás en condiciones de empezar a leer el diario. Los domingos, sobre todo, encontrarás mucho para leer sobre todas estas cosas que te gustan y con las que te sentís identificado. Poco a poco se irá haciendo costumbre esto de pasar las páginas mientras tomás unos mates o un café con leche. Lo bueno es que el diario está en todos lados, al alcance de la mano. Lo compran en tu trabajo, en la casa de tus suegros, en el bar de la esquina. El canillita de tu barrio lo pone arriba de todo en la pila y la verdulera lo usa para envolver la rúcula y los huevos.

Lentamente, una vez que hayas ido reuniendo estas condiciones básicas, comenzarás a desarrollar otras características y a consolidar un conjunto de valores que te permitirán discernir lo bueno de lo malo, lo correcto de lo incorrecto. De a poco, comenzarás a odiar a los corruptos, pero mucho más a los que son o fueron kirchneristas. Lo harás con la misma intensidad que hasta hace poco tiempo pedías más seguridad y reclamabas comprar dólares para guardar abajo del colchón. Porque nadie tiene derecho a pedirte que te sacrifiques ahorrando de otra manera. También dudarás de la existencia de corruptos macristas, porque ellos son ricos y los ricos no necesitan robar. Ya tienen plata y no necesitan más. De a poco comenzarás a encontrar similitudes entre los kirchneristas y todos los peronistas que gobernaron el país. Todos, sin excepción. Marcharás a favor de los jueces y pasarás por alto que no paguen impuesto a las ganancias. Incluso mirarás para otro lado cuando metan presa a la gente sin respetar su derecho al debido proceso. Total a vos eso nunca te va a pasar, porque no robaste ni robarás. Vos te merecés lo que tenés, te lo ganaste rompiéndote el culo, te aseguraste siempre lo tuyo. No sos como “los cosos de al lao”.  Aplaudirás a las fuerzas de seguridad cuando repriman manifestantes con gases y balas, total a vos nunca te va a pasar. No vas a manifestaciones, no militás ni te gusta la gente politizada. La política es para la gilada y vos no sos ningún gil. Los que van a los actos de Cristina son fanáticos o les pagaron para que vayan. Los estudiantes que protestan contra la reforma educativa están siendo manipulados por adultos y los trabajadores que paran merecen ser despedidos. Ni que hablar de los que cortan la calle y te obligan a cambiar de rumbo.

A esta altura ya te habrás convertido en un lector hecho y derecho de Clarín, versión 2017, bien modelado, o moldeado, día a día por sus adjetivos, sus omisiones, sus elipsis, sus versiones sin chequear, sus famosos de dientes perfectos y sus políticos formateados que estudian un guión. Admirarás a sus mentores y creerás a rajatabla en las encuestas de opinión que le marcan el pulso a esta Argentina. Estarás orgulloso de vivir en un país que honra sus deudas usurarias. El endeudamiento que pagás con tu bolsillo te importará un comino porque ahora, por fin, van presos los corruptos. Tendrás fobias. Fobia a los trapitos, a los motoqueros, a los militantes de La Cámpora, a las rastas, a los tatuajes, a los mapuches, a los sindicalistas, a los D’Elía y a las Bonafini, a los Boudou y sobre todo a “la Yegua”. A los adictos, mientras liquidás la nueva temporada de Black Mirror en un día. Al choripán y la coca, aunque te guste. A los micros estacionados en la 9 de Julio, a los pobres que cobran planes sociales, a las escuelas públicas y a las universidades del conurbano. A la mañana, cuando hagas la cola para tomar el colectivo, o cuando salgas del trabajo y te subas al subte todo apretujado, apurado para no llegar tarde al Pago Fácil porque vence la boleta de la luz y no querés que te la corten, estarás satisfecho porque sabrás quiénes forman parte de tu mundo, un mundo seguro para vos, bien contado. Con esa agilidad y esas palabras que te son tan familiares. Un mundo de sentido común.

No te asustes, todos tenemos malvones en el patio.