A mediados de 2016, el director teatral Robert Wilson puso en pie “Letter to a man”, un unipersonal ideado para Mijaíl Baryshnikov y basado en el alucinado diario del mítico Vaslav Nijinski. En esta entrevista realizada por la agencia Efe al último de los grandes bailarines de la escuela rusa, Baryshnikov, a los 68 años, afirmaba que seguía activo por “miedo a aburrirse” de sí mismo y que “sería inmoral imitar la locura de Nijinsky”.
Se ha definido a sí mismo como una personalidad opuesta a la del también bailarín y coreógrafo Vaslav Nijinski. ¿Por qué?
-Suelo decir medio en broma que solo hay un parecido entre ambos, y es que los dos nos mudamos a San Petersburgo desde las provincias soviéticas. Estudiamos allí, bailamos durante unos años, nos fuimos y no regresamos nunca. Aparte de eso, él era más romántico y contenido, un gran drama le ardía dentro. Yo soy más extrovertido. También era bisexual, en esa época era casi lo normal. En general, él era mucho más talentoso, tuvo una visión inmensa sobre el futuro de la danza a un nivel igualado por muy pocos, quizá Merce Cunningham o George Balanchine.
-Aparte de “Letter to a man”, un espectáculo teatral dirigido por Robert Wilson, tiene dos proyectos de danza en cartera, con Cesc Gelabert y con Jan Fabre. ¿Cómo mantiene el deseo de seguir trabajando después de tantos años?
-Me da miedo aburrirme de mi mismo (risas). Cuando tenga tiempo por delante y ningún deseo de hacer nada me suicidaré. Podría dedicarme a leer o pasear, pero me gusta actuar y me gustan mucho los ensayos con gente como Bob Wilson. Me encanta el proceso creativo casi más que la actuación. Siempre estoy pensando en el siguiente proyecto.
-A los 17 años, siendo un estudiante, bailó por primera vez una pieza de Nijinski, de “Petrushka”.
-Es de las pocas coreografías suyas que he bailado. En general no me encajaban bien. Nunca hice “La siesta de un fauno”, por ejemplo. Una vez, en los 70 Romola -la que fue mujer de Nijinski- me invitó a completar su ultima pieza inacabada, pero no pude hacerlo porque estaba comprometido.
-¿Cree que la asunción de riesgos define a un artista?
-Los artistas toman riesgos, claro. A veces con proyectos que creías fáciles y que te van al dedillo, vas y fracasas. Otras veces te atacan los nervios, surgen problemas de ultimo minuto, no duermes, y cuando sales al escenario, al final algo sucede que el público está contigo y el director te dice ‘ok’ y es un gran alivio.
-¿Sigue poniéndose nervioso antes de salir al escenario?
-Soy muy nervioso, sí.
-¿Y cómo lo maneja?
-Con la respiración. Y hay pastillas que te bajan la tensión. Muchos artistas las toman. Son muy buenas, nada adictivas.
-¿Cuál ha sido para usted el momento cumbre de su carrera?
-Espero que esté por delante aún. Por eso sigo actuando, para atrapar ese momento escurridizo.
-Pero tiene que haber vivido ya momentos de gloria…
-Quizá unos segundos aquí y allá, pero no es como estar en el paraíso, no (risas). La vida es un infierno y el teatro es un infierno también, aunque prefiero el infierno del teatro.
-Hace unos años donó todo su legado -cientos de grabaciones, fotografías, cartas de admiradores como Frank Sinatra o Jacqueline Onassis- a la New York Public Library. ¿No le costó deshacerse de todos sus recuerdos?
-En absoluto. Fue un alivio, ya no soy responsable de todo eso y si a la gente le interesa, que lo pueda consultar. En la primera parte de la vida acumulas cosas, y en la segunda te deshaces de ellas, es como las inversiones inmobiliarias. Creo que fue Alejandro Magno quien dijo ‘me voy a la tumba sin nada’.
-No es nada nostálgico, pues.
-Siempre miro hacia delante. El legado y todas esas cosas no me interesan nada.
-El Baryshnikov Arts Center de Nueva York acaba de cumplir una década. Tiene que ser gratificante dar apoyo a otros artistas.
-Es el sentimiento más maravilloso. Yo tengo ahí mi estudio y trabajo en lo mío, pero el centro invita a otros artistas a desarrollar sus proyectos, de danza, teatro, música o artes visuales. A veces también ayudamos en la producción y difusión. Tenemos dos teatros por los que han pasado gente como Peter Brook o el Wooster Group.
-¿Y qué hay de su faceta de actor? (Baryshnikov estuvo nominado al Oscar por “The turning point”, de 1977 y actuó en la última temporada de la serie “Sexo en Nueva York”, entre otros)
-A veces leo guiones, pero estoy muy ocupado con el teatro y me gusta más la inmediatez del directo. Pero si algún maravilloso director me lo propone, ¿por qué no?. Llevo años esperando a que Pedro Almodóvar escriba algo para mi (risas). Es broma, Pedro es un buen amigo, adoro su trabajo.
-¿Hay algo de locura propia cuando interpreta a Nijinski?
-Todos estamos un poco locos. Necesitas estar un poco loco para hacer tu vida, como artista, aunque también como policía o primer ministro. El público también está loco, esa gente que va todo el rato al teatro. Nos entretenemos unos a otros, ellos no pueden estar sin nosotros ni nosotros sin ellos.
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