Para celebrar un nuevo aniversario, el organismo -pieza clave en la recuperación de 130 nietos y nietas- realizó una jornada en el Centro Cultural de la Ciencia que contó con la participación de sus autoridades, científicos y Abuelas de Plaza de Mayo, quienes reconstruyeron la historia de un área de la ciencia al servicio de la Justicia.

Cuando tenía 8 años, a Paula Eva Logares la llevaron al Palacio de Tribunales sin decirle para qué. Era el 13 de diciembre de 1984 y hacia exactamente un año que había retornado la democracia.

En una sala, un juez trata de explicarle que en la dictadura militar se habían hecho cosas que no se tenían que hacer, que las personas con las que vivía no eran sus padres y que había una señora que la estaba buscando desde hacía 6 años. Entonces, entra Elsa. Quiere acercarse a Paula y mostrarle unas fotos pero ella se niega. Aferrada a su muñeca, le dice: “Yo no te conozco, no sé quien sos. Y en todo caso, estuve más tiempo con ellos que con ustedes”.

Elsa se queda del otro lado de la mesa ratona. Se arma de paciencia, porque sabía de antemano que iba a ser difícil explicarle a una nena de 8 años que el mundo que conocía no era cierto. Con dulzura, le dice:

-Cuando eras chiquita, tu papá te solía llevar a cococho. A vos te gustaba, te ponías a hablar con la luna. Tu papá se llama Claudio pero como no te salía, le decías Calio. ¿Te acordás?

Paula repite esa palabra, “Calio”. La repite 3 veces y se pone a llorar. Luego de esa crisis, pide dormir un rato. Cuando se despierta, más tranquila, acepta ir con su abuela a su casa natal de Banfield. Si bien no tenía recuerdos conscientes de esa casa, no volvió a tener crisis ni a quererse ir. A veces se colgaba mirando los dibujos del azulejo de la cocina, sin saber por qué. Luego le contaron que cuando era bebé y la bañaban en la cocina, ella solía jugar con esos dibujos.

“En esa época, las abuelas tuvieron que luchar mucho con la versión pública que decía ‘si los nenes están bien, ¿por qué sacarlos de ahí? ¿Por qué cortar eso?’. Pero el corte original había sido con nuestros padres. Yo estuve seis años fuera de mi familia pero sé quién soy y cuál es mi familia gracias a las Abuelas. Por eso hay que seguir insistiendo en que quienes tengan dudas, se animen a sacárselas”, dice hoy Paula Logares, primera nieta recuperada por análisis genético de filiación.

Ella y su abuela, Elsa Pavón, reconstruyeron juntas aquel reencuentro, en el marco de la jornada de celebración por el 35° aniversario del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), que se realizó este miércoles 1 de junio en el Centro Cultural de la Ciencia y contó con la participación de autoridades, científicxs, nietxs y Abuelas. El estudio de filiación entre Paula y Elsa fue el primero en realizarse por el equipo dirigido por Ana María Di Lonardo, quien sería luego la primer directora del Banco, creado por ley en 1987. Desde entonces, se ha restituido la identidad de 130 nietos y nietas.

“Cuando llegué hoy acá y miré la pantalla, con fotos de nuestra lucha, pensé ‘Dios mío, mirá hasta donde llegamos. Chicha, ¿lo estarás viendo?’”, contó Elsa, emocionando a todo el auditorio. Se refería a Chicha Mariani, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo e impulsora histórica de la lucha. También estuvo presente el médico genetista Víctor Penchaszadeh, pieza clave de esta historia, quien relató aquel primer encuentro con Chicha y Estela de Carlotto. Era 1982 y él estaba exiliado en Nueva York desde el 76, luego de sufrir un intento de secuestro por la Triple A. Un día, Chicha y Estela golpearon su puerta.

-¿Sos argentino?

-Sí.

-¿Sos genetista?

-Sí.

-¿Vivís en el centro del mundo?

-Sí.

-Y entonces, ¿cómo no nos vas a ayudar con este asunto?”

El “asunto” era una pregunta: ¿Cómo podemos hacer para identificar a nuestros nietos cuando retorne la democracia y empecemos a localizalos? Enseguida, Penchaszadeh se contactó con la genetista norteamericana Mary Claire King, que se dedicaba a la genética poblacional. “Ella también tenía su lado político, había estado enseñando genética en el Chile de Allende. En su equipo además estaba el genetista chileno Cristián Orrego, otro exiliado. No es casualidad que seamos ‘ese tipo de gente’ los que tomamos el guante que nos tiraron Chicha y Estela”, apuntó el investigador, en referencia a las inquietudes políticas que tenían los científicos que aceptaron involucrarse en la pregunta de las Abuelas.

Hasta ese momento, los análisis de identificación se hacían mediante grupo sanguíneo y antígenos de histocompatibilidad. Pero al no tener la información genética de los padres, eso no podía hacerse. El equipo de King, del que también formaron parte el matemático francés Pierre Darlu y el genetista italiano Luca Cavalli Sforza, trabajó en adaptar la formula estadística que existía para probar paternidad y creó una fórmula, que dio la vuelta al mundo bajo el nombre de “Índice de Abuelidad”.

Elsa Pavón y Paula Logares, primera nieta recuperada, reconstruyeron juntas aquel primer reencuentro.

También estuvieron presentes en la jornada otras dos nietas recuperadas. “Yo soy Claudia Poblete Hlaczik. Mis papás eran José Poblete y Gertrudis Hlaczik. Fui secuestrada con ellos en el 78 y restituida a mi verdadera identidad en el año 2000. Estoy acá y puedo decir mi nombre porque las Abuelas tuvieron una idea y los científicos las acompañaron, y porque movieron todo lo que había que mover para que el Estado pusiera los medios a disposición de que podamos acceder a nuestra verdadera identidad”, remarcó Claudia.

Por su parte, Astrid Patiño Carabelli señaló: “Yo me presento como Astrid, aunque a 46 años todavía no me restituyeron el nombre legal”. A ella, las Abuelas la encontraron cuando tenía 11 años. Presentaron toda la documentación pero el fallo judicial no fue bueno y Astrid siguió viviendo con sus apropiadores. “Recién cuando estaba en la universidad y Érnesto Sábato (presidente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas -CONADEP-), fue a hablar sobre el Nunca Más, me animé a decir por primera vez ‘soy hija de desaparecidos. Sé que mi papá fue asesinado y mi mamá también, pero no sé nada más”, contó Astrid. Ahí se acercó a Abuelas y comenzó a reconstruir su identidad. El proceso sigue: “Recién ayer pude recuperar la partida de nacimiento de mi mamá”.

Ciencia al servicio de la sociedad

Entre los oradores de la jornada, también estuvo la genetista Mariana Herrera Piñero, directora del BNDG. “El Banco fue la piedra fundacional de la historia de la genética forense en la Argentina. Y fue fruto de que las Abuelas tuvieron la inteligencia científica y emocional para construir las herramientas que necesitaban para poder recuperar a sus nietos. Ellas interpelaron a la ciencia y confiaron en que el Banco en algún momento les iba a dar una respuesta. Ellas no vienen todos los días a golpear las puertas a preguntar si hay avances. Ellas confían y esperan”, contó.

A su turno, la historiadora feminista Dora Barrancos destacó el rol de las mujeres en la creación del Banco (por la lucha de Abuelas) y también en la gestión, ya que todas las directoras han sido mujeres (Ana María Di Lonardo, María Belén Rodríguez Cardozo y Mariana Herrera Piñero). “Este banco, que emerge de una enorme tragedia, tiene una vertebración de condición femenina inexorable, empezando con las Abuelas golpeando las puertas de la ciencia por el mundo. Además, hace a la fundamentación social de la ciencia porque mas allá de que la ciencia siempre tiene su motor interno, sin lo exógeno, la ciencia no se mueve”, indicó Barrancos, en referencia a la importancia de la articulación entre ciencia y sociedad.

También estuvieron presentes en la celebración el biólogo Alberto Kornblihtt, el politólogo Mario Pecheny, el ministro de Ciencia Daniel Filmus y la Subsecretaria de Protección y Enlace Internacional en Derechos Humanos, Andrea Pochak. “La creación del Banco no hubiese sido posible sin la lucha de las Madres y de las Abuelas, mientras muchos callaron o miraron para otro lado. Esto nos compromete a seguir trabajando hasta que la última nieta y el último nieto conozcan su identidad”, afirmó Filmus.

Por último, se presentó el libro “Ciencia x la Identidad. Historia viva del Banco Nacional de Datos Genéticos”, una reedición de la memoria escrita de la institución, y se llevaron a cabo dos monólogos del espectáculo “Idénticos” de Teatro x la Identidad. “Hay mucho que festejar porque los desarrollos científicos que realizó el Banco a lo largo de estos años, hoy sirven además para muchas otras búsquedas y para que otros países como Colombia y Perú también puedan identificar a sus desaparecidos. Y estoy segura que el día de mañana, cuando acá se sancione una ley de búsqueda e identificación de personas desaparecidas, vamos a poder utilizar esta herramienta para muchas causas más”, cerró Herrera Piñero.