Un repaso de los vaivenes políticos de la Iglesia Católica en los últimos 70 años y la posición de los curas villeros, tan progresistas en algunas cosas, frente al debate e despenalización del aborto.

Los curas villeros se han pronunciado en contra de la despenalización del aborto en Argentina. No me sorprende y me permito retroceder muchos años.

En los años 50 reinaba en el Vaticano Pio XII. Un Papa que prohijó la “ruta de los conventos”, también conocida como “ruta de las ratas”, que permitió la huida de cientos de criminales nazis.

En ese tiempo, próximo a su muerte, pasaban cosas.

Por ejemplo, que la Iglesia -me refiero a la Católica Apostólica y Romana- sostenía la idea de la persecución religiosa tras la Cortina de Hierro. La “iglesia del silencio”, cercana a los mártires cristianos, los leones del circo, etc.

Juan XXIII.

Por las dudas, Pio XII había pisado el posible cardenalato para Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montini, obispo de Milán, porque el hombre había dado libertad de voto en las elecciones italianas y, en una diócesis con millares de trabajadores, los católicos habían votado a la izquierda socialista. Se decía, en el trastevere, que era porque Montini “tenía la tiara en el bolsillo”. O sea que, si era cardenal, sería Papa. Una movida similar sucedía en Florencia, donde llevaba el timón Angelo Giuseppe Roncalli, que era cardenal y sería el siguiente Papa, como Juan XXIII, pero a ese no le podía sacar el cardenalato.

Algo se agitaba tras la Puerta de San Pedro.

Dos hechos le movieron el piso a Pio XII. En lo muy público, sucedió que, al principio de los 50, Stefan Wyszynski, primado de Polonia, firmó sin pedir su aprobación, porque la habría negado, un concordato con el gobierno de Polonia, reconociéndose mutuamente, iglesia y Estado. Luego regresó a Roma, con los hechos consumados, y lo recibieron en gloria de multitudes miles de religiosas y religiosos. Pio XII, como diría Maradona, se la tuvo que comer. (Como dato al margen, Stefan Wyszynski fue el formador de Karol Wojtila, quién sería luego Juan Pablo II).

El segundo hecho, menos conocido, pero más revulsivo, era la aparición de una corriente, entre curas jesuitas, que proponía, aun teóricamente, un cambio de rumbo de la Iglesia. Hasta hoy, decían, -la traducción a lengua de calle es mía- la Iglesia venía meando fuera del tarro hacía demasiado tiempo. Se había anotado siempre con los reyes, en Europa, y con los colonialistas, o cosa semejante, en el resto del mundo: América Latina, África, y Asia. El resultado era que el pobrerío buscaba refugio en iglesias protestantes y la Iglesia, que se había quedado fuera de carrera, caminaba hacia su extinción. O sea: la pérdida de su poder. Si hay algo a lo que cualquier iglesia aspira, es a la permanencia en el tiempo, a su preservación. Para eso tienen una ventaja negada a los políticos seculares, piensan en términos de siglos.

Aquella corriente, marginal, planteaba alinearse con los pobres. Aceptar que el mundo se inclinaba hacia toda suerte de socialismos, y que no había que nadar en contra. Creer que tal idea se gestó, desde la base, en Latinoamérica es de un patriotismo muy inocente. Es cierto que la inquietud existía, y también es cierto que el impulso bajó de arriba.

Guevara, Mujica y el pañuelo verde. (Foto: Claudia Conteris.

Muerto Pio XII en 1958, esa idea se puso en marcha con el cambio de jefe. Eligieron a un hombre anciano, que moriría a corto plazo, Roncalli, como Juan XIII. Era un Papa de transición, que llamó al Concilio Vaticano II, que haría más democráticas las manifestaciones de culto, y haría cardenal a Montini, llamado a ser Pablo VI.

De las ideas de aquellos jesuitas nacieron los curas del Tercer Mundo, o de la opción por los pobres, y la Teología de la Liberación, que tendría emergentes como Carlos Mugica y Camilo Torres, caído en combate. Como en los aludes, cuando echás a rodar una piedra los resultados suelen ser imprevisibles.

Al mismo tiempo de ese “giro a la izquierda” de la Iglesia, abominable para los reaccionarios de siempre, Juan XXIII impulsó la lucha contra los anticonceptivos, llevada adelante por la izquierda progresista popular, etc, del Tercer Mundo. Argumento: Los pobres tienen derecho a tener todos los hijos que les mande Dios. Cambiemos el mundo para que sea posible. No, a los anticonceptivos.

Como la Historia también tiene mareas, flujos y reflujos, lo que estuvo en auge en los 60/70 fue reprimido por Juan Pablo II, el Papa que besaba aeropuertos. Pero, todo pasa, hasta los reflujos, y por estos tiempos parece haber renacido la opción de aquellos jesuitas en nuestro perdido Tercer Mundo, lo que hace que muchos católicos depositen en ellos esperanzas de justicia social.

Soy declaradamente escéptico. Alguna vez discutí este tema, fraternalmente, con compañeros curas con quienes compartía cárcel. Ellos se veían como hombres de la Revolución en la Iglesia. Yo los veía como hombres de la Iglesia en la Revolución. Definir la categorización era secundario, mientras tuviéramos objetivos comunes. Sumar, nunca restar.

Ahora, cuando los curas villeros se manifiestan contra la despenalización del aborto, vuelvo a pensar en lo que dicen y lo que hacen. Ante ciertas circunstancias, esta, por ejemplo, son absolutamente coherentes con su pertenencia: la Iglesia.

Por eso cierro. A veces parecen de izquierda, a veces son de derecha.