En las villas y en los barrios carenciados del país todo es precariedad y ausencia del Estado. La pandemia puso en evidencia esa pobreza que viene haciendo estragos hace mucho, demasiado tiempo. El referente de la Garganta Poderosa denuncia un estado de cosas que no se soluciona pese a la buena onda entre los poderes.
Detrás del asentamiento “La Carbonilla”, en Paternal, hay un frente descascarado y de ladrillos como comidos por las polillas. Pero la frase pintada de negro sobre blanco es legible: “Nos mean y la prensa dice que llueve”. Sabemos que, como decía Rodolfo Walsh, las paredes son la imprenta del Pueblo. Y también sabemos que cuando llueve los más pobres se mojan primero. Hablar con Nacho Levy es hablar de la Garganta Poderosa, sí, pero es sobre todo hablar de los más pobres y cómo las malas políticas los inundan de olvido y miseria, es hablar de las mentiras que el discurso único de las noticias instala como verdad y sentido común. Levy es un militante social que antes fue periodista, aunque para saber qué vino primero bien valdría la pena otra nota. Porque ahora el entrevistado refiere a una lluvia dolorosa, injusta. Cuenta que “todo el tiempo cae un meteorito, nos damos vuelta, cae un meteorito, parpadeamos, cae un meteorito, suena el teléfono, es que trasladaron a uno, que se contagió otro. Te juro ya no sé ni qué día es, qué hora es, estamos todos como en un cine continuado, una película de terror que no termina nunca”. El reportaje es el eco de una charla que si fuera música clásica registraría un crescendo más dramático que épico: setenta minutos, 9016 palabras, veinte hojas de Word, la necesidad urgente de gritar.
Y en el principio hay un nombre, Anita Riquelme. Dice Levy: “Tenía 53 años, era enfermera del CESAC (Centro de Salud y Acción Comunitaria) pero excedía ampliamente ese rol laboral, una mujer que ha pateado los pasillos de la 21, de Zavaleta, toda la vida, siempre dispuesta a resolver los problemas, acompañar a los vecinos cuando hacía falta, reclamar cualquier derecho que tuviera que ver con la salud o con el barrio. Fue una compañera que formó a muchas referentes promotoras de salud, fue fundamental para la formación para un montón de cuadros del barrio, de vecinos, vecinas, que se forman así desde los vínculos humanos en lo que puede ser la militancia o el activismo. La vimos partir tan silenciosamente… Pasamos de pedir que cuidaran a los que nos cuidan a dejar en evidencia que se están enfermando los que nos cuidan, que tenemos salitas y pueblos enteros sin atención médica, sin respuesta, es una situación generalizada de los barrios la falta de insumos de bioseguridad, la cantidad de compañeras y compañeros expuestos a contagios”.
Las muertes en silencio son dos muertes, por eso el nombre (hoy Anita, ayer Ramona, militante de La Poderosa en el Barrio Mugica) se encarga de enfrentar el olvido, de esas dos muertes, la más letal. Una sencilla revisión de tapas de diarios y títulos de noticieros permite concluir, sin errores, que la situación en barrios vulnerables ha perdido status de noticia. Levy sostiene que “a medida que el virus se expandió por el resto de la población, le fue quitando también la lupa a un montón de condiciones estructurales que hace a la vida de los barrios, que precede a la pandemia y que se pudo discutir un rato cuando el coronavirus forzaba a hablar de los barrios populares. La pandemia de los barrios populares no fue una moda, no fue un momento mediático, no se resuelve en 14 días, realmente sigue habiendo un trecho muy largo entre lo que oímos y lo que vemos. En el momento que otra vez se volvieron a equiparar las aguas en términos pandémicos o epidemiológicos, la agenda de la televisión o la agenda pública volvió a licuar de vuelta esos problemas estructurales como si se hubieran resuelto. Y la verdad que acá no se resolvió nada. Valoramos muchas medidas que se tomaron en el orden nacional para salvar vidas, pero todas las que son específicamente dirigidas al sector más históricamente castigado siguen quedando muy cortas, siguen quedando muy lejos.”.
Cuando Levy dice “acá”, dice también su casa en Zavaleta, dice lo que ve desde una ventana del mismo tamaño que la pantalla de la tele. Ambas imágenes no coinciden: “Vos hoy escuchás una conferencia con todos los colores de las distintas gestiones y es una conferencia que no habla de nuestro barrio y que no le habla a nuestro barrio, es una conferencia que habla de otra realidad. Hoy las villas estamos viviendo el momento más comunitario de la historia de la comunidad, estamos viviendo el momento más triste de la tristeza, el momento más pobre de la pobreza, y es muy difícil ponerte a ver a los que están en teoría abocados a dar las soluciones más urgentes saludarse entre sí, felicitarse entre sí, como si todo estuviera bárbaro y decir con total impunidad que la situación de los barrios populares está controlada. En el mejor de los casos puede estar controlado la propagación del virus y fundamentalmente en los barrios donde ya prácticamente se ha contagiado todo el barrio, de modo que ya no hay tanta gente para que se contagie, pero lejos de estar controlada la situación que generó la desigualdad a la hora de enfrentar el virus, esa desigualdad hoy está creciendo y en este mismo momento mi barrio es un velatorio a cielo abierto. Cuando vos tenés adelante tuyo alguien que hace tres días no tiene agua ni gas, ni luz, no puede ser un comentario ligero que está todo controlado en los barrios populares. En la primera conferencia de prensa que Larreta dijo que habían controlado los casos en los barrios populares citó el ejemplo de la villa 31, que había llegado a tener cero casos. Y después tuvo efectivamente algunos días de cero casos porque el serológico que hicieron marcó que más de la mitad del barrio estaba contagiado, de modo que prácticamente todo el barrio está contagiado. Ahora, en ese momento que él declaró eso públicamente, el único día que había habido cero casos había sido el Día del Padre, cuando habían hisopado a una sola persona en toda la Villa 31. Entonces es una falta de respeto, es un nivel de subestimación impresionante del conjunto de la sociedad, pero la prensa que le hace el juego también, a la prensa que termina comprando esa agenda también porque está tan lejos de las problemáticas reales, que vine cualquiera, les cuentan cuentos, y con que solamente le ponga un tono amable, y ni hablar si encima le ponen un poco de pauta, todo eso se va para cualquier lado. Y la verdad que si vos hacés periodismo, si tenés un apego a la información, si creés que la comunicación es un derecho, no te podés tragar todos esos caramelitos”.
Levy celebra que el Gobierno haya puesto la salud por delante de la economía. Pero agrega su testimonio sobre lo que vio cuando llegó hasta la quinta presidencial de Olivos: “Alberto se mostraba sorprendido de la realidad que había matado a Ramona. Nos aseguraba que le habían faltado a la verdad, que la información que él tenía no era la información que él escuchó en nuestros reportajes cuando murió Ramona y entonces la quiso conocer de primera mano. Y eso nosotros lo valoramos muchísimo, porque no fuimos dos o tres compañeros de La Poderosa. Fueron 20 referentes de 20 barrios distintos que nunca habían pisado la quinta de Olivos ni ellos ni sus padres ni sus abuelos ni sus bisabuelos, y estaban ahí de cara a todo el gabinete nacional, estableciendo el orden de prioridades que tenían nuestros barrios populares y una agenda de alternativas para las soluciones urgentes, para las respuestas urgentes. Y esas respuestas no llegaron, sinceramente no llegaron. Así como valoramos la escucha y la visibilidad que nos dio, porque al día siguiente nos tuvo que recibir el Jefe de gobierno, salimos de Olivos y nos llamó Larreta, al día siguiente nos reunimos con Larreta, le repasamos las mismas problemáticas, le pusimos en carpeta las mismas posibles soluciones y nunca sucedió. Alberto me dijo en la reunión que tuvimos, ‘Yo no sabía esto y no podía interferir. Ahora que lo sé es mi problema y soy responsable de buscar las soluciones’. Bueno, no han llegado las soluciones. Y además de que no han llegado las soluciones, tenemos que ver nosotros en televisión que prácticamente celebren una amistad, y que toman de ejemplo cómo se trató a los barrios populares en la Capital Federal. La Villa 31 es un ejemplo de todo lo que hicieron mal, de todo lo que los demás barrios no tendrían que hacer. Entonces, si vos, en nombre de la armonía de la dirigencia, de la convivencia de los espacios políticos, de saltar la grieta porque estamos por encima de las mezquindades, en realidad lo que hacés es un pacto de silencio entre quienes pueden lavar sus trajes, sus corbatas, lavarse las manos, tomarse un café y hablar en televisión, estás abriendo otra grieta que es la grieta horizontal, la grieta que tiene de un lado a todos los radiantes amigos que se lavan las manos y del otro a todos los mudos enfermos que no tienen agua luz, agua ni gas”.
Luz. Agua. Gas. Levy cuenta que en los últimos veinte días la villa 21-24 tuvo treinta y tres cortes y seis incendios en una semana. Hubo quince cortes semanales en la 31, cuatro en la 1.11.14, Barrio Ricciardelli, tres por semana en Zavaleta. Vale la referencia del entrevistado: “Zavaleta es un núcleo habitacional transitorio creado por el Estado hace más de 50 años, a 15 minutos del Obelisco. No tenemos teléfono de línea. A cuatro meses del inicio de la cuarentena estamos recién repartiendo los bidones para acumular agua potable gracias a un convenio con UNICEF, quienes también aportan materiales para limpieza y desinfección y viandas”. Levy señala que “en La Matanza el 10% de la población no tiene agua potable, en el Barrio Santo Tomé de Santa Fe cuatro de cada diez habitantes tampoco; la asamblea de Tacuapí Mirí en Misiones toma agua de un arroyo, en Tierra del Fuego a las cocineras de los comedores populares se les congelan los tachos de agua por las bajas temperaturas, no pueden preparar las ollas si no les llevan agua, y no se las llevan”. La descripción de la situación enerva, ojalá calentara. Es que, dice Levy, en el Barrio Guaymallén de Mendoza la gente tiene que gastar 1.200 pesos semanales de leña si quiere pelearle al frío. En San Luis, a 70 pesos el atado, calefaccionar con una salamandra cuesta 350 pesos por día.
La inequidad, vista desde abajo, hace escuela. Y ni la escuela es ese paraíso de igualdad que debiera ser. Dice Levy: “El coronavirus vino a instalar la idea de cada uno se arregle como pueda; los pibes de los barrios en general no pueden, no pueden en las condiciones que plantean, son muy pocos los chicos de nuestro barrio que hoy están pudiendo sostener una continuidad escolar. Tal vez algunos días duró eso, algunos días puede suceder que un vecino de Zavaleta, un chiquito de la 21, que no tiene internet, que comparte el mismo celular con ocho hermanos, que no tiene plan de datos, camine quince cuadras a buscar a un amiguito que no vive adentro del barrio y si tiene conexión aprovechar entonces para poder copiar la tarea a mano, volver a su casa y buscarse un lugar entre los nueve hermanos encerrados para concentrarse. Eso no dura todo el tiempo y la verdad que ya están hablando de que cuando vuelva a la escuela va a ser con ciertas condiciones edilicias. ¿Cuáles son las escuelas que no van a estar en condiciones? También van a ser las nuestras. Y no va a haber un día de mañana que van a decir: “Bueno, chicos, ahora sectores medios y altos esperan un ratito en el recreo que les vamos a dar clase a los que no pudieron tener clases”. Simplemente son años de educación que se pierden, que nuestros chicos no lo van a poder recuperar, que van a quedar más en desventaja todavía de lo que ya estaban, y eso nos preocupa, nos preocupa porque el futuro de nuestro barrio son nuestros chicos, porque nuestros hijos son nuestros chicos, porque el amor que los barrios pueden mostrar todavía sigue teniendo que ver con esa inocencia”.
Hablar de amor es hablar de lo verdaderamente esencial. Dirán que ese es rubro de la autoayuda o la milagrería. Pero hay que endurecerse sin perder la ternura.
Concluye Levy: “Es muy impune la manera en la que la relación entre la diplomacia política y la casta periodística de los medios alta gama se vuelve absolutamente endogámica en su propia esfera de contactos, de afecto, de realidad. Se hace muy difícil, mientras la agenda siga tan cargada de conveniencia, de connivencia, de violencia, de indiferencia, este mundo va a ser igual. No hay demasiado misterio. Estamos gritando por una nueva normalidad en serio, necesitamos una nueva normalidad en serio y necesitamos que aparezca Facundo Astudillo Castro”.