Luego de haber prometido que no habría despidos, la dirección de Radio Nacional empezó a echar gente, mientras la emisora pierde cada vez más audiencia. Y lo hacen siguiendo el manual de estilo de Cambiemos: personal de seguridad con listas de quien puede o no puede entrar.

Tiene 40 años, largos. Hace siete que ingresó a Radio Nacional. Sus compañeros la escuchaban repetir a fines de cada diciembre que para esas fechas el cuerpo le jugaba una mala pasada. “Me descompongo”, explicaba. Refería a la incertidumbre que le generaba la renovación de su contrato. “Este año no me pude mover de la cama durante tres días”, dijo. Y al cuarto puso su pulgar sobre el lector de identidad del edificio de Maipú 555 y en la pantalla apareció “No registrado”. El aviso de las tripas tenía razón. Ella, una de las despedidas, tendrá que explicarle ahora a su única hija que está desocupada. A las cuatro de la mañana, fue un guardia de seguridad el que no dejó entrar al primero de los expulsados. La ceremonia de la huella digital se extendió al resto de los trabajadores como en una ruleta rusa. Habría ocho víctimas más.

Solo este dos de enero cayeron seis contratados “eventuales” y cuatro “artísticos”. En la jerga de la radio del Estado, esas dos categorías son el purgatorio que antecede a la planta permanente, ese paraíso. Los eventuales tienen una relación a término que incluye derechos como aguinaldo, vacaciones y aportes jubilatorios. Los artísticos son los monotributistas, denominados “factureros”. Ambas calificaciones desnudan un fraude laboral que, en rigor, la propia administración pública promueve y mantiene. Y no solo en los medios.  Y no solo en el gobierno de Mauricio Macri.

En la calle hace 33 grados, en el hall de la radio lo mismo o más. La asamblea debate cómo continuar con el paro general. Sin que casi nadie lo advierta y sin que el hombre siquiera vote, una figura de sombrero Panamá, maletín de gastada cuerina marrón y sonrisa inoxidable da un impulso conmovedor a la medida de fuerza. Héctor Larrea y sus 79 años escuchan el relato de un productor, el creador de “Rapidísimo” se anoticia de las malas nuevas y cruza la calle rumbo a Tucumán. No va a hacer su programa, con la misma convicción con la que suele participar de las radios abiertas en las narices mismas de sus jefes, en apoyo a los trabajadores.

Después de todo, se trata de ir con la frente en alto. Y no es metáfora. En el hall de la radio se cruzan despedidos, compañeros que apoyan a los caídos en desgracia y los oportunistas de siempre, esos que porque les regalaron un paraguas usado creen que están a salvo de la tormenta. Los divide el semblante, claro. Pero antes que nada se diferencian por la mirada. Los unos, con los ojos rojo lágrima, con ojeras como nubes, pero con la vista al frente. Los otros, con la cabeza gacha, al trotecito, revisando el piso tras alguna huella de la vergüenza que extraviaron o enajenaron por vaya a saber qué magro botín.

Señores, esto es un asalto. Las manos arriba de los trabajadores aprueban declarar persona no grata a Pablo Ciarliero, vice director de la radio. El pasado jueves negó que en la señal se producirían despidos. Y dijo que quienes denunciaban futuras cesantías estaban haciendo terrorismo (sic). El viernes irrumpió en la asamblea para filmar a los participantes. Su maniobra intimidatoria estuvo rodeada de cinco efectivos de seguridad privada. El lunes el feriado solo demoró lo inexorable, el martes los hechos sepultaron las palabras. “Acá no sobra gente, falta”, había expresado Ciarliero al asumir su cargo. O se le terminó el coaching o abandonó per sé los buenos modales. Cuando los delegados gremiales le pidieron al gerente de Recursos Humanos que les diera una lista de los despedidos, siquiera para evitar la angustia de “la lista (Hernán) Lombardi”, el funcionario dijo que la habían prohibido entregarla.

¿Pero la voz cantante es la del titular del Sistema de Medios Públicos? “El Ministerio de Planificación nos pidió 40 bajas”, reconocen en los despachos de Maipú. Si tanto les obsesionan los números, las autoridades debieran advertir que en los últimos dos años los niveles de audiencia se redujeron ocho veces. La productividad de la gestión, ausente con aviso. “Es una avanzada contra todos, esto recién empieza”, alertan los representantes de la agencia Télam y la TV Pública, presentes en la asamblea. Uno de los oradores recuerda que cerró definitivamente la TDA (Televisión Digital Abierta) pese al reclamo de 180 empleados. Otro lee un whatsapp de un trabajador de Radio Nacional Santa Fe: “La semana pasada me dijeron que los ‘eventuales’ éramos planta permanente, hoy me echaron”.

Sube la temperatura. Cortaron la refrigeración. Parece que disfrutan dejar a la gente sin aire.