El Pejerrey Empedernido prolifera las citas adecuadas para la ocasión y además te recomienda una película que vale la pena ver. Para terminar, un plato para días fríos que no te rompe el bolsillo.
L, con todo esto, era algo desembuelta; pero no de modo que descubriesse algun genero de deshonestidad; antes, con ser aguda, era tan honesta, que, en su presencia, no osaua alguna gitana vieja, ni moça, cantar cantares lasciuos, ni dezir palabras no buenas; y, finalmente, la abuela conocio el tesoro que en la nieta tenia; y assi determinó el aguila vieja sacar a bolar su aguilucho, y enseñarle a viuir por sus vñas. Salio Preciosa rica de villanzicos, de coplas, seguidillas, y çarabandas, y de otros versos, especialmente de romances, que los cantaua con especial donayre. Porque su taymada abuela echó de ver, que tales juguetes y gracias, en los pocos años, y en la mucha hermosura de su nieta, auian de ser felicissimos atractiuos, e incentiuos para acrecentar su caudal, y assi se los procuró y buscó por todas las vias que pudo, y no faltó poeta que se los diesse; que tambien ay poetas que se acomodan con gitanos y les venden sus obras, como los ay para ciegos3, que les fingen milagros y van a la parte de la ganancia (de todo ay en el mundo), y esto de la hambre tal vez haze arrojar los ingenios a cosas que no estan en el mapa. De don Cervantes y en su castellano en La Novela de la Gitanilla, detraído para ustedes mismos de un motivo que se llama Biblioteca Virtual Cervantes… La primera vez que ella tuvo ciencia acerca del pueblo trashumante en sus carromatos floridos fue allá por el ’20 en el cruce desde el cual se podía partir del pueblo hacia el Sur o hacia el Norte, hacia la mar o la serranía; aquel día borroso cuando su madre le echó de ver niña qué esa gente es de extrañezas, pues fíjate que para el connubio de la doncella en edad, más valor tuvieron los ajuares y atalajes habidos por un padrino descuidero que las prendas en atavío que la cuñada acercara tras una visita al abarrote con faltriquera en buena disposición. Y también la anotició: son gentes que viven tan sólo en el presente, pues que para la lengua de ellos casi una misma palabra refiere al ayer y al mañana… La niña ingresó al tiempo del embeleso tras aquellas pariciones y sortilegios del decir y en cuanto supo sobre la cercanía de los gitanos por el pueblo, se las ingenió para una noche esperar en el cruce; y con ellos marchó, para desespero de la parentela que nada supo de ella ni a la hora del desayuno de aquél día, ni nunca más… Esa historia que les refiero la escuché de boca y habla de quien fuera aquella niña prófuga de su familia original y finalmente criada entre la gitanería, cuando siendo una dama de tantos años como recuerdos solía pasearse galana bajo el sol sobre las arenas cercanas al paraje de mi tugurio en el cual como Peje moro; no de humano, que lo soy aunque no puedan o quieran creerlo… A partir de aquél entonces de tanto en tanto me acomete el deseo de narrar episodios gitanos, por llamar de algún modo a mis berretines escribidores; y ni qué decir que la decisión fue tomando pinta la tarde en que mi amigo Ducrot llamó a mi aldaba para recomendarme una película, aunque antes chifló por lo bajo lo que están por leer torcidillo: Muñeca, muñequita que hablas con zeta y que con gracia posta batís bishé. Que con tus aspavientos de pandereta sos la milonguerita de más chiqué. Trajeada de bacana, bailas con corte y por raro esnobismo tomás frizzé. Y que en un auto camba de sur a norte paseás como una dama de gran cachet. Che, papusa, oí los acordes melodiosos que modula el bandoneón… Sí, la película: Papusza (2013), de los polacos Joanna Kos-Krauze y Krzysztof Krauze, una joya escondida como tesoro que en blanco y negro cuenta la pasión, vida y partida de la primera mujer poeta gitana que logró editar su obra. Se llamó Bronislawa Wajs (1908-1987), la conocían como Papuzsa – joven hermosa en romaní, lengua de la cual proviene papusa, del lunfardo rioplatense – y que vivió como tragedia aquello de escribir y fijar entonces la memoria. Ella misma explica en la película, lo que una vez le dijo la madre a nuestra amiga que desde rapaza veló su primera vida entre gitanos: si ayer y mañana se expresan con la misma palabra imposible tener memoria más allá de nuestra oralidad… Como no podía ser de otra forma, pasemos entonces a la cocina de esta semana, y gitana: El primer paso para nuestro zarangollo consiste en picar con esmeros la cebolla y pelar y cortar en rodajas finas papas y zapallitos largos. Todo a dorarse con aceite de oliva en sartén alta u olla para la ocasión. Para el final un estrellado de huevos sin piedad ni culpa, para que cuajen con esplendor entre un algo de sal y otro de pimienta negra molida. Nuestro plato debe servirse bien caliente, como los andrajos, que aquí van como receta de yapa: Pelar y picar la cebolla y los ajos, en rehogo con algo de las gracias vírgenes del olivero y ciertos filetes delgados de bacalao salado hasta que se conviertan en hebras o picadillo discreto. De ser necesario añadimos un tanto más del grácil óleo verde, para que los untes no se pierdan. Que nuestra cocción continúe durante unos treinta minutos, a fuego lento. Mientras tanto le metemos mano a una masa de harina, agua y sal, y si gustan un huevo, para que después de un breve reposo se convierta en cuadrados del tamaño digamos que de un raviol. Pues entonces a nuestro sofrito ellos los cuadrados con azafrán, un ramillete breve de hierbabuena y una copa de vino blanco, a cocción lenta hasta que todo llegue a su punto de justicia sin fin. Aquí el compás sinfónico y final que no se nos olvide: un manojo esplendido de camarones provenientes de su propio ajillo como corona definitiva… Por supuesto, servir bien caliente; y como en el caso del zarangollo, que una jarra o botella de tinto nos quede a mano… Los dejo con García Lorca: Ajo de agónica plata la luna menguante pone cabelleras amarillas a las amarillas torres. La noche llama temblando al cristal de los balcones, perseguida por los mil perros que no la conocen, y un olor de vino y ámbar viene de los corredores… Anoche probé el malbec Donde manda capitán, de Rodeo del Medio, Mendoza. Se los recomiendo… Y ¡Sastipén talí!
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