Resulta que se ha puesto de moda – en nombre de vaya a saber uno que tendencia tonta de los tiempos – criticar a los beneméritos y tradicionales tomates rellenos, esos que nunca fallan. Acá El Pejerrey Empedernido emprende su encendida defensa y aporta una receta.

Muy lunga no se las haré, con eso de su añosa historia aflorada como tomatl o xitomatl en náhuatl del legendario México, pues ciertas veces escribí sobre el asunto y otro día, se los prometo, aunque lo saben porque para mí es casi como una manía, volveré sobre las mismas semillas, acerca de los idénticos trajines del narrar; tienen mi palabra, con honor… Rojo, fresco, de gustillo real, imprescindible, crudo y ya saben ustedes cómo más; porque si no la cachan para qué seguir leyendo… Si una americana de las alturas andinas salvó del hambre a pueblos enteros, él y otro galano de estas tierras, tan sabio y picoso que enardece almas, con colores definitivos, juntos o cada uno por su lado y cuenta, enjalbegaron cocinas; eso sí, nunca como albares… No le ha bastado a la historia universal de la estulticia que, en Buñol de la España, una partida numerosa de babiecas, que por tales trenas merecen, cada año la emprendan a bombardas y trompis de frutos, como zopencos callejeros… ¡No! En estos tiempos que corren, tan a la moda con aquello de escribir en bits cuanto gazapo a cualquiera se le cruza por su estreñido tujes, algunos dizques sabedores de palabras acerca del yantar pululan y lanzan maledicentes, nefandas injurias sin otra ley ni moral que la de la tilinguería granujienta, sobre un platillo de nuestra argenta alcurnia y de magnanimidad sin par, no por su gentilicio sino por su propio ser. Por eso, esté vuestro humilde Peje escribidor de cada sábado llama a justos y pecadoras a movilizarse sin temores ni ánimos de piedad alguna en defensa de los Tomates Rellenos, que claman ni olvido de perdón. Y súmense los pibes y las pibas, los escuincles y las churumbelas a semejante gesta, a inspiración y gozo de: Se arrojó en la fuente sobre la ensalada recién preparada. Su rojo vestido todo descosido, cayó haciendo arrugas al mar de lechugas. Su amigo Zapallo corrió como un rayo pidiendo de urgencia por una asistencia. Vino el doctor Ajo y remedios trajo. Llamó a la carrera a Sal, la enfermera. Después de sacarlo quisieron salvarlo pero no hubo caso: ¡estaba en pedazos! Preparó el entierro la agencia “Los Puerros”. Y fue mucha gente… ¿Quieren que les cuente? Llegó muy doliente Papa, el presidente del Club de Verduras, para dar lectura de un “Verso al Tomate” (otro disparate) mientras, de perfil, el gran Perejil hablaba bajito con un Rabanito. También el Laurel (de luna de miel con Doña Nabiza) regresó de prisa en su nuevo yate por ver al Tomate. Acaba la historia: ocho Zanahorias y un Alcaucil viejo formaron cortejo con diez Berenjenas de verdes melenas, sobre una carroza bordada con rosas. Choclos musiqueros con negros sombreros tocaron violines quenas y flautines, y dos Ajíes sordos y Espárragos gordos con negras camisas, cantaron la misa. El diario Espinaca la noticia saca: “Hoy, ¡qué disparate! ¡Se mató un Tomate!» Al leer, la Cebolla lloraba en su olla. Una Remolacha se puso borracha. -¡Me importa un comino! dijo Don Pepino… y no habló la Acelga (estaba de huelga). Gracias poeta de hermosuras, Elsa Isabel Bornemann… En mesas para noches de canículas decembrinas que abandonan el año y festejan el cumpleaños del legendario judío. Desde cocinas en bodegones que ya ni son o qué poco queda de ellos. En los mediodías de embozo que cuenta mi amigo Ducrot cuando los primos que reclamaban por los largos, pispeaban con borrosas culpas a la tía que los portaba en bandeja con olores a olivas en aliños; tan primorosos como los sus de ella vestidos a flores estampadas…La saga podría continuar pero no, pues pronto está al piberío para recuperarte, Tomate Relleno de nuestros ensueños, y recuerden los más crecidorcitos, tal cual un compinche de escurrideras entre redes mal habidas por las aguas del Tuyú decía con bocaza de bagre viejo; recuerden sí a la gran Rita: Qué rica son las papas con un poco, poco, poco de tomate. Qué rica son las papas con un poco, poco, poco de picante. Qué buenas son las papas, sí, después de trabajar. La historia del pasado muy bien nos ha enseñado que aquel pueblo afamado formó revolución. Razón por la que somos esa nación famosa, queremos comer papas. ¡Qué venga otra ración! El hambre va en aumento por culpa del sargento, que tiene más narices que el propio capitán. La sopa no nos gusta. Queremos comer papas. Qué rica son las papas con un poco, poco, poco de tomate. Qué buenas son las papas, sí, después de trabajar… Sí, sí, lo sé, ella le canta a otro plato, pero entre americanas y americano, según peroraba en primeras líneas, la gran Doña Petrona, ustedes ya saben para quien, la cocinera de la patria, en su libro más leído que la Biblia nos habla de papas cocidas y pisadas, mayonesas, atunes, arvejas, anchoas, aceitunas y otras cosillas para sus Tomates Rellenos. Pero además aquí va mi chamuyo silbante en torno a una modesta versión propia, al respecto y con respeto: vaciados de pulpa y semillas, la orondas mitades rojas y jitomatosas aguardan en fuentes con guirnaldas azules y ofrendan sus cuerpos a la epifanía del relleno presuroso de puré frío de papas y en amores como de lechos, con un picadillo casero de anchoas de banco, asadas y enlimonadas; aceites de oliva, mayonesa ahumada y un algo de mostaza al estilo de Dijon pero de por aquí, ese lujo que lleva por nombre Arytza – búsquenla en tenderetes para el buen morfi -, y aceitunas verdes después, casi cual birretes de guardianas celosas…Para el final y con dedicatoria de urticarias de furia entre la ya mentada tilinguería: antes o después, langostinos rojos y desbigotados en copa de palta y salsa Golf… ¡Salud… rosado de Malbec, a las armas contra la estulticia!

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