Una noche fría en Mar del Sud, buenos amigos y cocineros, mejores vinos y, claro, un guiso con aires marinos que se las trae. La receta de este sábado de El Pejerrey Empedernido.

Como el gordo Troilo los Pejerreyes (empedernidos) nunca nos vamos, siempre estamos volviendo. Me rajé al mar unos días, cosa de no alejarse nunca uno de Talasa, su diosa creadora, ni de nuestros abuelos eternos Éter y Hemera, porque esto no es joda, a diferencia de mi amigo Ducrot, quien es un simplón y vulgar humano, yo provengo de caprichos divinos, habrán visto ustedes que la parentela de Zeus nunca fue demasiado equilibrada y hasta crio pescaditos sudacas y anarcobolcheperucas. Pero volví de donde nacieron los vientos, entre La Carolina y La Tigra, dos arroyos que se van de parranda permanente hacia el Atlántico de los médanos, entre los cuales hasta ciertos ranqueles, ellos y ellas, alguna vez seguro retozaron, en noches de amores agitados. Quizás algunos recuerden que hace exactamente un enero atrás, por allí anduve cocinando, para comensales que no podían creer que mis hornallas fuesen de semejante piscifagia, que viene a ser algo así como antropofagia pero entre nosotros los pescadejos; sin embargo, esta vez me apiolé y en vez de darle a los fuegos me dedique a morfar y libar si responsabilidad alguna, pues la fortuna quiso que me cruzase con una tal Juan Cáceres, Cocinero y de los buenos, de esos para los cuales nuestros asuntos cubierteriles, platojónicos y entre minestrones  responden y pertenecen a un único paradigma sagrado, comer rico, abundante y festivo. Punto y tilde, para no repetir palabras que ya es suficiente con las que invento, el que no se escondió se embroma: papines y batatas al horno pero rellenas con quinua y otras cosillas que son secretas pero entre dedos quemados no vamos a afanarnos las curitas, ¿se entiende, no?; salteados de vegetales con filetes de pollo a la picantura de la playa; milangas, siempre milangas, pero de esas que cuando sueñan el sueño de la reinas entre batidos y aliños con la tradición que conocen, se lucen entre hierbas y sales enromerdas, para que las lechugas arrancadas de la quinta casi de la otra cuadra no se pongan celosas, ni que les digo bravas, y comiencen con llotivencos chismeros entre comensales y mosaicos, que son también mosaicas; y bizcochuelos húmedos de naranja o chocolate con helados de crema o nata que le dicen por otras tierras, y mermelada casera de naranjas, que ella es la profetiza del dulce y encierra secretos como los de la luna llena sobre la Alhambra, con sus vinos refrescados de Canarias; secretos que no develaré porque su hacedor no lo hizo ante mí y lo bien que estuvo, ya que uno de los tantísimos defectos que los Pejerreyes no podemos ocultar es que somos charlatanes sin perdón ni gracias reales algunas, más próximos a un imposible córtate esas lenguas porque no las tenemos que a un monumento con sales del Mar Muerto. Y para el final, de mi estancia reciente por esos lares, que no para los cosos esos de la Hostería Villa del Mar, en Mar del Sud, repito una y otra vez, donde nacieron lo vientos, le meten sartén y cuchara sin renuncios hasta fines del febrero que se acerca. Para mí final, lamentaba, por ahí andaban de noche fría y  lentejera, tal cual esas de parabienes para un guiso que se las trae, porque por sonar estaba todo el rocanrol del Conejo Jolivet, guitarrista, con la buena cría del pueblo agazapada entre los tamarindos, al grito de cucharas en mano para saltar prestos sobre los manteles que Juan Cáseres ya sacudía al socaire de su mejores intenciones, que consisten en dar de morfar al prójimo, como el Altísimo o el Bajísimo nos enseñaron. Se habrán ustedes percatado ya que estoy un tanto What would you think if I sang out of tune? Would you stand up and walk out on me? Lend me your ears and I’ll sing you a song. And I’ll try not to sing out of key. Oh, I get by with a little help from my friends… I get high with a little help from my friends…I gonna try with a little help from my friends…Y por eso sin recetas hoy de mi colección que así es la vida, tomemos compadre de la copa que nos convoca, y sí: con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar…El arroyo de la sierra me complace más que el mar…Eso sí, la seguimos la semana que viene porque se me antoja elucubrar bondades y maldades, toda vez que veremos lo que suceda con los aumentos salariales, los precios cuidados y otras buenas intenciones, frente a la avaricia del empresariado nuestro tan garca, que hasta hace horitas nomás seguía subiendo los precios del morfi de todos, sin piedad y con toda la capacidad de daño que supieron atesorar. Pero hoy brindemos por la buena cocina de allí, de donde nacieron los vientos. ¡Salud!

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