De Somelieres y expertos en vinos con fraseología rebuscada para justifica lo que todo buen bebedor sabe, que te la ponen difícil en notejas de prensa y etiquetas para que los pagues mucho más de lo que valen. ¡Salud! (Imagen: El triunfo de Baco. Diego Velázquez, 1626–1628).

Sí. Al son de todos unidos triunfaremos y como siempre daremos, un grito de corazón: ¡Viva Noé! ¡Viva Noé!… Qué grande sos… cuanto valés… Noé Noé, gran conductor… Por eso y porque ya lo proclamó el Génesis, él comenzó a labrar la tierra, y plantó una viña; bebió el vino y se embriagó, en tu nombre por degüellos clamamos los chupandines… Otra vez, señores y señoritas muy míos, todos, acometamos con la estocada final contra los churrulleros y las sacamuelas del vino, que son aquellos legionarios y vestales sin leños en sus homilías a la virulí, muchas veces sin nada serio que decir e inventores de una jerigonza que tiende a convertirse en cháchara de mercadeo; contra las bellacas testas de quienes disponen que, para zamparse un chato de tinto, blanco o clarete, un doctorado hay que ostentar en la Sorbona; y elegida esa universidad a la sazón y no otra, pues me suena a pecadora amante de sorbos, buchadas y chupitos; alabados esos pasos galanes por el gaznate aunque con rumbo al solaz de nuestra entenderá y alma, ya que es alimento saluterizado, calienta los resfriados, engorda y humedece a los exhaustos, da calor a los descoloridos, despierta los ingenios, hace graciosos poetas, alegra al triste melancólico, es triaca contra la ponzoña de la cicuta, restaura instantáneamente el espíritu perdido, alarga la vida y conserva la salud, hace decir verdades, mueve sudor y orina, concilia sueño, y, en suma, es único sustentáculo y refrigerio de la vida humana, así usado como alimento, como bebiéndolo por bebida o tomándolo como medicamento. De Juan Sorapán de Rieros, que en 1615 publicó Medicina española contenida en proverbios vulgares de nuestra lengua. Y ni que digan digo lo que Lope de Vega nos enseñó en 1618: Desde hoy me acojo a un jamón, pues ya no hay ley que me obligue. Al vino no se persigue, esta es famosa invención: no consentía Moisés que comiésemos tocino, y quien da tocino y vino, sin duda que buen dios es. O como en La Celestina, de1499: Después que me fui haciendo vieja, no sé mejor oficio a la mesa que escanciar. Pues de noche en invierno no hay tal calentamiento de cama, que con dos jarrillos destos que beba cuando me quiero a costar, no siento frío en toda la noche… Todo lo que sigue en ofrenda va para los del mareo de copas y dos narices, para los dictantes de maderas, cueros, frutas coloradas u ortigas pinchosas en boca; es decir para los de trovas malas de bardo granuja. Y aquí entonces viene a cuento lo que en cierto atardecer de estaños bruñidos mi amigo Ducrot me contara acerca de cómo, en un encuentro con dizque sabedores pagos acerca del comer y del beber, él mismísimo les encajara: Este blanco maravilloso del chileno valle de Casablanca sí sabe a queso de cabra pero más a meada de gato en noche de estío y baldíos cercanos a un puerto de estibas mugrosas… Entonces, qué solaz cuando ellos mismos, los del chingui chingui de burdel, que es lo que es casi siempre aquello que llaman a la bartola periodismo gastronómico, son ellos mismos decía, los que beben reconocer (parte de lo que sigue en esta aproximación es afanado a un diario digital, MDZ se llama y es de Mendoza):  Las últimas publicaciones de los mercados más importantes del vino ponen en evidencia que los jóvenes cada vez prestan menos atención en lo que dice una sola voz que todo lo sabe en materia de vinos, puesto que al desnudo quedaron como fonógrafos mohosos del beber, dedicados a unificar gustos y sapideces, para verdad y consecuencia en el reino del comercio global: Para decirlo sencillo, los vinos eran iguales, para que a (los dizque sabedores del lupanar mediático) les gustaran; y así vender en el mercado más importante del vino (Estados Unidos), sin importar si era un Syrah de Australia, un Cabernet Sauvignon de Chile o un Malbec de la Argentina. Frente a este accionar todopoderoso de algunos críticos, la reacción de gran parte de los nuevos consumidores está siendo justamente la inversa. Porque uno de los secretos para mantener ese poder absoluto es hablar “en difícil”, para que cierto tipo de gente que pueda comprender. Y si no entendés (la mayoría), saber que lo que están diciendo es importante; y no te preocupes por entenderlo. Simplemente compraloLo cierto es que el consumidor actual no responde a ese mecanismo y prefiere revalidar todo (…). Parece una obviedad, pero a la comunicación del vino le cuesta ver obviedades. Aquí este Peje otra vez debe recordar su amigo, a su otro yo según ciertos mal hablantes, pero antes un aclaración: cuando escribo chupandines, a quienes culto rendimos al santo jugo de uva alcoholizado me refiero, nunca jamás se me ocurriría aquí hacer mención de los chupandinos, aquellos de las broncas argentas y a los tiros del 1850 y tantos; y menos de los gachupines, ¡Ay qué lindo cuando en México los corrían a espuelazos!… Formalizadas las aclaraciones en el altar de las dudas, paso entonces al recuerdo prometido: Hace ya varias lunas, soles y vientos, y tras un día aciago de Zonda que bajó de los picos, frente a sus estudiantes sobre comunicación y gastronomía en las aulas universitarias de la vinosa provincia de La Consulta de San Martín a Neycuña, para poder sacudirles fuerte el culo a los godos, advirtió el quía que cuantas más palabrerías glorifiquen los gurúes del vino, más fieles y leales perderán cada día las filas de los chupandines, a la vez que esos desertores sin dignidad se fugarán hacia la trincheras de los birreros, con mis excusas para el mundillo de la cerveza, que… Bueno ya pronto me dedicaré a esa cuestión pero anticipo ¿? ¿? ¿?… Pero por ahora cómo olvidarme. Tiempos antes de aquella tenida, frente a las cámaras de la TV (la del canal Gourmet punto com) Ducrot le había espetado en la jeta a un bodeguero: dígame don, ¿no es verdad acaso que la producción en sí misma de un vino de alta gama poca diferencia de costo observa en divisas respecto de la elaboración de otros, digamos que de beberes diarios; y que por la tanto los abismos de precios reinantes entre unos y otros obedecen en gran medida a lo que ustedes oblan por chamuyos de publicitarios y en mercadeo? El tal don calló con cara de chancho rengo… Bien saben ustedes que, puesto en copas, este vuestro escribidor de cada semana podría continuar con la presente endecha escrita casi hasta el infinito, pero para qué… ¿Y si en cambio descorchamos en paz? Y cantamos rara como encendida, te hallé bebiendo linda y fatal. Bebías y en el fragor del champán, loca, reías por no llorar. Pena me dio encontrarte, pues al mirarte yo vi brillar tus ojos con un eléctrico ardor, tus bellos ojos que tanto adoré. Esta noche, amiga mía, el alcohol nos ha embriagado. ¡Qué importa que se rían y nos llamen los mareados!… Vayamos entonces: Aquí un Malbec, allá un Merlot o un Petit Verdot, y por qué no un Chardonnay… No importa… ¡Salud!

 

Socompa y El Pejerrey Empedernido recomiendan