El Pejerrey Empedernido se metió con la verdadera grieta, que divide a millones de argentinos. ¿La pasta frota es con dulce de batata o con dulce de membrillo? Ahí tomó posición, pero no hay que darle mucha bola, porque en esta nota también dice que el mate es un brebaje inmundo, o algo así.

Porque no me van a decir ustedes que es fácil encontrar un dicho mejor que ese, de cierto pescaduelo chileno, nadador en el Pacífico y primo mío, a la hora de definir una gilada, una bobería, una gilipollez o una comemierdería, elijan ustedes la palabreja que quieran, de los puertos de Buenos Aires, La Habana o Cádiz; total yo zafé varias veces de los pescadores que los circundan y por eso me atrevo a lanzarles una insigne pedorrea desde la bahía de Samborombón y decirles ustedes sí que son huevaditas frías. Y ya que estamos, quien ganaba al pan y queso elegía a los mejores con la Pulpo en los pies, en la lleca o el potrero; o pan con pan comida de sonsos, coincidían pibes y pibas en tiempos en que ni nosotros bailábamos con ellos ni ellas con ellas, a menos que, como en todos los tiempos de los tiempos, amores ocultos por el entonces de tal forma lo quisiesen para el retozo, que de eso siempre debió tratarse. Sigo con el ya que estamos: por ahí leí que unos holandeses dicen que inventaron el queso de palta, un gouda entreverado con verde aguacate y otras cosillas, y habrán notado entonces tal cual lo viene haciendo este humilde Pejerrey Empedernido, que a los de la naranja bandera parece que la tilinguería de la fachita Máxima los infectó; ¡ma’ qué coronavirus ni pelotas, a esos les hace mal creer en reyes y princesas! Bueno che, sepan disculpar, no quise decir, perdón, escribir, lo que escribí, así nado con viento en cola desplegada por la moda, esa de hacerse el dobolu, aunque todos, o casi, sabemos que el infausto día en que nos enteramos que Papá Noel y los Reyes Magos no existían tuvimos entonces la primera lección sobre la dialéctica en torno a la verdad y la ingenuidad: hay quienes no se equivocan, no nos vengan con huevaditas frías. Ahora sí, a los nuestro: la pastiera, nacida en Nápoles, es la madre de nuestra amada, y por ahí circula la legendaria historia de que todo comenzó cuando Parténope, toda una sirena ella y parienta lejana, salía de levante por el Golfo de Posillipo; tanto alboroto de ánimas y cuerpos provocaba, que los napolitanos hasta flores de naranjo lo obsequiaron; y ella, galana y agradecida una torta, pastel o como quieran decirle, un día les dejó como presente y futuro. Otros dicen que no, cortenlán con el sover, que fueron las monjas de un tal San Gregorio quienes la parieron y criaron – no se ofendan, pues ya comprobarán que la hermanitas pueden concebir y parir -; y añaden: un día, un Borbón, que por entonces la familia esa de jetones, era la mandamás en Nápoles y Sicilia, la probó en el convento y prendado quedó él, sí de nuestra amada; y por eso garqueta del pasado ya te encontraremos en el túnel del tiempo y serás pasado a cuchillo, qué te pensás vos, que un cualquiera puede meterse con nuestra pastafrola, la que, dicho sea de paso es de dulce de membrillo, que la otra, la de batata la maldicen, esa sí que es huevadita fría, tan fría como esa costumbre de que la palabra pública valga tres carajos. Y por mis barrios de la Santa María de los Buenos Aires, que por ellos suelo andar disfrazado de humano, las hay notables, qué digo, notabilísimas, como las de La Pasta Frola, justamente, sobre la calle Corrientes, la que fue y ya no es, casi Uruguay; la de La Pompeya, tal vez la mejor panadería de por estos lares, sobre la avenida Independencia al mil novecientos, entre varias más; tal cual una que me contó mi amigo Ducrot, historia que más o menos aquí les paso, porque dijo el coso, oiga Pejerrey, no sabe que pastafrola me clavé, con prudencia y discreción porque soy el profe y no es cosa que el piberío ande por ahí hablando mal de mí, la mañana en que una de las mejores estudiantes que pasaron por mis clases de Historia del Siglo XX en la Facultad de Periodismo de la UNLP, pastera ella además aunque no daré su nombre porque no le dije antes que iba hacerle a usted esta infidencia, se apareció en el día final de la cursada con soberanas pastafrolas, rigurosas en la receta que su abuela le había traspasado. Por supuesto que ante el ante el inevitable debate que ya se imaginan, parece que a Ducrot le agarró un brote fundamentalista y se lo vio y oyó por los pasillos académicos al grito es de membrillo, no me vengan con huevaditas frías, para consternación de profesores, estudiantes y autoridades. Y para el final, ayer me pidió, arregle don Peje con sus amigotes de Socompa, esos que no sé ni quiero saberlo por qué lo soportan, para que pueda escribir usted sobre estos asuntillos; y lean el dato que me pasó: parece que alguna ilustre voz publicó en las llamadas redes sociales la siguiente aseveración “la pastafrola es de membrillo y el mate se toma sin azúcar”. ¡Para qué…! Otro brote en la testa de mí amigo: mire Peje, la primera afirmación es correcta pero la segunda peca de irrelevante; qué enormidad hablar a la vez de nuestra enamorada y de ese brebaje amargo, ¡por favor!, exclamó y se mandó a mudar. Postdata: les chimento que hace varios años atrás, a Ducrot lo declararon persona no grata en el municipio de Cañuelas, donde una historia que nada tiene de certera cuenta que allí se hizo el primer dulce de leche y tan gravemente tomaron sus ciertas afirmaciones librescas en torno a que el manjarcito de todos los argentinos es un invento chileno, que se armó el bolonqui. Imagínense lo que le puede llover ahora encima, tras haberse hecho público que, para él, el mate es mejunje líquido que pocos amoríos merece. Bueno, que se la banque. Por lo pronto y como siempre, ¡salud!

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