Un escritor reescribe una fábula que viene de tiempos inmemoriales -algunos se la adjudican al bueno de Esopo – aplicada el caso de los cuadernos y la corrupción estructural del sistema político en la Argentina.

Hace unos días me permití reescribir una historia milenaria a cerca de un sabio que solicita que le saquen un ojo, para que a su enemigo le saquen los dos. Algo hace que historias que se narraban oralmente, antes de que se popularizara la escritura y la lectura, pervivan en el tiempo, más allá de los siglos. Como escritor me preocupa muy poco el por qué de ese fenómeno. Si, para mí, la escritura -y la lectura- perdieran la magia de lo que uno no se puede explicar, no tendría sentido escribir, y tampoco leer.

Digo esto porque por estas horas, con la aparición de los notables cuadernos-diario del remisero, vino a mi memoria, con notable insistencia, un relato que fue fábula, y mucho antes, narración oral. La historia de la rana y el escorpión; que me permito recordar sumariamente.

Un escorpión necesita cruzar una laguna y requiere la ayuda de una rana, que, como toda rana, sabe nadar. La rana duda, porque teme que el escorpión le clave su veneno y, en principio, se niega a cruzar la laguna con el escorpión sobre sus espaldas. Pero el escorpión aduce que, si la picara, se ahogaría, él. Tal argumento es muy lógico y convence a la rana de hacerle el favor. Por lo que deja que se suba a sus espaldas.

Narra, el relato, que, en mitad de la laguna, el escorpión pica a la rana y, cuándo están los dos ahogándose, contesta a la recriminación de la rana diciendo: No puedo evitarlo. Soy un escorpión.

Bien. ¿Cuál es su relación con los hoy famosos cuadernos Gloria?

Me vienen a la cabeza dos reflexiones, una por derecha y otra por izquierda, en términos de calle; cruda y auténtica calle.

Por derecha, o sea por los canales legales. Más allá de que no pongo las manos en el fuego por la probidad de ningún político, ni con guantes de amianto, la pelota puesta a rodar por el Ejecutivo de la Argentina con personajes judiciales que han sido mercenarios de todo el que estuviera en el poder, sirve para tapar daños inmediatos, pero tiene riesgos que nadie puede parar. En lo actual, el dato es el creciente descrédito internacional, y que la prima de riesgo de Argentina pasó los 600 puntos. Para un lego en economía, como uno, el punto es algo que cierra un fragmento o el final de un texto. Para la economía, es que te has vuelto un sujeto de difícilmente pagará sus deudas y, por eso, te prestarán a un interés muy, muy, alto; si te prestan.

Con lo que la jugada de los cuadernos Gloria te puede llevar al peor de los desastres. ¿Por qué alguien iba a invertir en un país donde todo apunta a irse al Infierno? Eso sucedió en Brasil, una de las economías más fuertes del planeta. Tres años de recesión disparados por el “lava jato”. Lo esperable, de acuerdo a lo conocido, es que Argentina se vaya aun más a la mierda. ¿Alguien evaluó esa posibilidad?

Hasta aquí, la mirada por derecha. Vamos a llamarlo, por lo legal. Ahora me propongo una mirada, digamos, mafiosa.

En todas las democracias representativas de Occidente, por lo que conozco, el financiamiento de las campañas políticas es siempre irregular. En su “Libro Verde”, Muammar el-Gaddafi lo dijo con singular precisión. Cito de memoria: No importa si eres Cristo. Si no tienes dinero, mucho dinero, para hacer tu campaña, jamás serás ni siquiera candidato.

Lo que nos lleva al Diccionario del Diablo, de Ambrose Bierce, el Gringo Viejo: “la democracia es la posibilidad de votar, elegir, entre candidatos que no has elegido”.

Bien… todos los partidos saben que ellos, y los otros, se financian irregularmente, para decirlo suave. El pacto, no escrito, es que entre bomberos no se pisan la manguera. Es fácil de entender, aunque no nos guste. Si alguien se salta el acuerdo no escrito, asume un riesgo enorme. A la vuelta de las cosas, que siempre dan vueltas, será perseguido con igual o mayor encarnizamiento.

Incubo la idea de que el actual Ejecutivo, que ha puesto huevos en múltiples nidos, se cree a salvo, porque siempre pueden encontrar hogar en otros lugares, pongamos Miami, pongamos Fort Lauderdale, pongamos Italia, para los que tienen doble nacionalidad. Los de a pie, los pichiruchi, tendrán que aguantarse y bailar con la más fea; dicho en criollo.

Me sorprende la falta de visión, en el sentido más mafioso del término. Tal vez la explicación es tan simple como no tener en cuenta que, a veces, enviar a la hoguera a tu enemigo enciende un fuego debajo de tu propio culo. La Historia está plagada de culos incinerados.

Quizás esta reflexión sea sólo la tontería de un escritor habituado a la ficción, y la respuesta sea mucho, mucho más sencilla: un escorpión es siempre un escorpión. Pero, me permito reescribir aquella fábula, pensando que, un instante antes de ahogarse, la rana dijo: Lo malo no es ser un escorpión, lo malo es ser estúpido.

 

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