Socompa crece y se reproduce, pero no muere sino que se alimenta. A partir de hoy y todos los sábados tendremos la columna de El Pejerrey Empedernido, alias Víctor Ducrot, que hablará de todo un poco, como en picada, pero siempre sugerirá una receta. Se va la primera.
El Pejerrey Empedernido apenas si había dejado el parvulario, creo. Serían sus segundas vacaciones en la primaria, en la época de los dos primeros, el Inferior y el Superior. Hacía muy poco que las bombas habían masacrado a los viandantes por la Plaza de Mayo, aquella mañana de junio. La anteriores, vacaciones digo, se las había fumado con el culo y las patas en un fuentón con agua en el patio del conventillo con pretensiones, en el que su familia habitaba por entonces. A veces llegaban unas primas y unos primos. Entonces en el fuentón se agitaban breves olas de primeros pecados, en silencio y sin chistar, ni mucho menos, nada. Cuando concluyó el Superior, ya se habían mudado. Gracias al hipotecario de Perón por fin llegó la casa propia y no quedaba claro por qué había cercanos, tíos y abuelas, que seguían hablando del tirano prófugo. El Pejerrey Empedernido se mudó por fin al Conurbano, donde se podía jugar a la pelota en la calle y leer los primeros papeles de los resistentes y los comunistas cuando se escapaba al medio día, saltaba los alambrados de enfrente, y aceptaba un sánguche de asado de obra que hacían los de la cuadrilla del Ferrocarril Mitre al costado de la vía. Fueron las primeras siestas obligadas al fresco del piso de baldosas del living, bajo la mesa grande, para pensar en aquella prima del fuentón que ya no vendría, inquietarse claro, y zambullirse después en la lectura de Salgari. Su destino quedó echado cuando por alternativas de la vida que quedarán para otro encuentro, El Pejerrey Empedernido dejó esos veranos de todos los días para pasarlos a bordo de un barco de mala muerte que subía hasta casi el corazón del Amazonas: cuidado con las pirañas y ¡qué desayunos con bagre frito y mandioca hervida! Décadas de paréntesis en este texto y una vuela a la radio. Este primer viernes de marzo, acaso el último de una país que se llamó Argentina si el runflaje no toma la historia en su manos y raja a tanto garca que gobierna y a tantos otros que la juegan de opositores y creen que del mierdero en que estamos se sale con el simple dato de ganar en octubre (y el que le diga trozko a El Pejerrey Empedernido por lo de reciencito es un irrecurable pelotudo, o pelotuda). Este primer viernes de marzo, retomo, salió al aire con su primera columna de pescado periodista, que volverá cada viernes bien temprano en “Yendo de la cama el living”, que conduce el amigo Martín García por Radio Caput. Y anunció sus miércoles de cocina y escancio de vinos, entre letras y música en el Centro Cultural Padre Mugica, de San Telmo, que arranca el día 13 próximo con uno de la banda de Socompa, el tal don Daniel Cecchini y sus libros, y el cantautor Mati Zapata, de familia de músicos de por allá el Neuquén. Quienes quieran retozar con semejante velada busquen en las Redes. Pero esto no fue todo. Quiere contarles, El Pejerrey Empedernido, como lo hizo en su vuelta a la radio, que la cocina, el acto de cocinar cada día es uno de los fenómenos políticos más complejos que ustedes puedan imaginar. Si no comemos morimos, pero el comer y la cocina, la de las cocciones y la de lo crudo, nos hace humanos porque formamos parte de la única especie del universo conocido que convierte una necesidad somática, fisiológica, en deseo, placer, frustración; en palabras, en sueños y en todo aquello que quieran imaginarse, como que acaso cuando besamos y así nos podemos comer a besos, y para no seguirla. El acto de cocinar implica una decisión en torno a un capítulo de la soberanía de los pueblos, la alimentaria, porque se debate entre sí o no a lo que el trabajo de cada comunidad produce para la olla. También una decisión acerca del patrimonio cultural intangible desde el cual cocinamos, pues con la cocina y el comer somos y a su vez la cocina y el comer nos explican. Porque las culinarias nacen de la pobreza y son obras de originalidad anónima. Porque el cocinar y el comer están concebidos como prácticas comunitarias, de ahí la angustia en general, del comensal solitario. Y ahora sí, se sumerge en las aguas donde habitan los pejerreyes, los peces emblemáticos de estos lares del Plata y sus lagunas, ríos y mares, pero antes, por empedernido quiere decirle al turraje, ya llegará el día en que los pobres comamos pan y los ricos mierda, mierda. ¡Ah se olvidaba! Antes una receta para estas horas, si es que encontramos un puto peso en la lata: longanizas caseras a la parrilla y embadurnadas con un chimichurri que incluya menta, de esa que tenemos en la maceta. Y vino tinto. ¡Salud!
¿Querés recibir las novedades semanales de Socompa?