Las políticas de ajuste presentan un dilema para el macrismo de cara al 2019. Por eso, mientras se disminuye el gasto en obras públicas se habla de un aumento en la ayuda social. Y si esto no alcanza, se agita el fantasma de Cristina candidata. El documento dirigido a la directora del FMI es un buen punto de partida para armar un frente con futuro contra las políticas económicas oficiales.

Casi desde el comienzo de las gestiones por el préstamo stand by, el FMI viene insistiendo en que para que funcione y se cumplan los objetivos es necesario un compromiso de toda la sociedad, sin explicar, claro, cuáles serían las formas en que se expresaría ese compromiso. Probablemente se trate de una fórmula, que debe formar parte estable del discurso de los funcionarios del Fondo cuando otorgan un préstamo. Se le presta al país y no a un gobierno, o sea que lo que se exige es continuidad jurídica, la panacea del mundo financiero.

El gobierno subió la apuesta y vendió el ajuste como el remedio inevitable y el único con destino de éxito, aunque no se pueda precisar –por eso de que los designios de los mercados son inescrutables- cuando se verán los frutos de ese esfuerzo ajustador. Un remedio un tanto cruento por cierto (Macri no deja de insistir en cuánto le duele y cuánto le quita el sueño la mala situación por la que pasan tantos argentinos). Pero sin dudas necesario, no se podía seguir viviendo en la mentira, insisten voceros oficiales y también los paraoficiales que fungen de periodistas.

¿Puede el gobierno garantizarle al Fondo que toda la sociedad está comprometida con el esfuerzo de reducir el déficit fiscal? Pareciera que la única manera es ganar las elecciones del 2019 (que el ajuste gane el ballotage), para lo cual el ahorro en los gastos del Estado no parece ser el camino más seguro.  Vidal anuncia, junto con el recorte de los gastos en obra pública, un aumento en las partidas destinadas a ayuda social en la provincia. O sea que se ponen en marcha los mecanismos (cerrar fuentes de trabajo directas e indirectas) para tener más gente a la que ayudar, un keynesianismo al revés. Y, de paso, tratar de mostrar la cara solidaria de un Estado que en general no ha sacado pecho en nombre de la sensibilidad social. La decisión de Vidal es como una estatización del mecanismo de la propina y la changa, la propuesta programática de Carrió. Parece poco ante la combinación entre caída de los ingresos y que haya más gente que viva de la ayuda social si lo que se quiere es quedarse en el poder desde 2019. No hay realidades que mostrar. No hay un solo número –cotización del dólar, cantidad de reservas en el BCRA, inflación, para no hablar del poder adquisitivo- que exhibir en la vidriera electoral. Es más, podría decirse que todo este proceso de malos resultados ha ido minando la figura de esa gran esperanza blanca de Cambiemos que alguna vez fue Vidal. Si bien en estos días se ha frenado un más o menos la corrida cambiaria, hecho al que se pretende presentar como algo auspicioso y una prueba de que se va por el camino correcto (otro de los mantras del presidente), nada garantiza que esto vaya a seguir con lo que el gobierno solo puede ofrecer como mejor oferta el poco alentador paisaje de una meseta con una leve curva descendente.   Mientras tanto, la apuesta es a la inacción de las víctimas, al tiempo que se preparan las fuerzas de seguridad, ejército incluido, por si la gente no se la banca tan tranquila.

Lo que la economía no da, habría que pedírselo prestado a la política. La gente de Cambiemos ha decidido emplear una bala de plata que lleva grabado el nombre de Cristina. Carlos Pagni, en su columna de La Nación del 5 de julio fue el primero en tirar la hipótesis de CFK candidata. Enseguida se prendió un escandalizado Majul y, en reportaje con Novaresio, Pichetto lo dio por confirmado. Parece raro, el senador por Chubut no parece formar parte precisamente del núcleo duro del kirchnerismo como para dar esa información con tanta seguridad. Por las dudas, Juan Manuel Urtubey se unió al pronóstico.  Socompa consultó a personas cercanas a la ex presidenta que confirman que es una hipótesis improbable, aunque no absolutamente descartada. En cierto sentido, la política es el arte de hacer que todo parezca posible.

Como sea, la estrategia de los comunicadores de Cambiemos, y de algunos muy cercanos como el senador peronista racional, es llenar el silencio de Cristina con una multitud de acechanzas. Y tratar de que quede claro que los pecados del kirchnerismo no se agotan en ella: en esa dirección Clarín lanzó una operación contra Rossi, hoy el candidato mejor ubicado de Unidad Ciudadana. Como pasa en muchos casos, la opereta no pasó de la obertura.

Mientras el gobierno trata de que la pelea política se dé entre una peronista que es el epítome de la parte “irracional” del partido y un hombre que hace lo que la lógica impecablemente “racional” de los mercados le dicta, aparece la carta abierta a Christine Lagarde.

Es difícil prever los efectos de un texto que obviamente tiene a la directora del FMI como una destinataria virtual. Seguramente conoce estos datos y es probable que esté manejando algunos más. Y sabe que dispone de herramientas de presión como para lograr que el acuerdo se cumpla, aunque deba aflojar en algunos puntos: amenazas de default, cierre de líneas de crédito, azuzar a los fondos buitres porque siempre habrá algún Griesa que los apañe. Para decirlo de otro modo, el gobierno que siga a Cambiemos está condicionado por el préstamo. Ayer Felipe Solá se alentó diciendo que hay antecedentes de renegociaciones exitosas con el Fondo.  Esa es la idea, más allá de la exigencia de compromiso. Es decir que no se entera a través de la carta sino que el destinatario real es otro, podría decirse que es el mundo que está contra la política económica y social del gobierno.

Más allá de que el tiempo dirá cómo podrá enfrentar un gobierno no macrista  las políticas de ajustes exigidas, hay dos aspectos que implican un paso adelante. Por un lado, se atemperó el lenguaje de barricada (en ese sentido, haber elegido la interlocutora que se eligió, que pertenece al mundo de los números, ayudó bastante). Lo que se publicó es como una fotografía de dónde estamos parados hoy y de la dinámica y de los objetivos de la política económica oficial. Hay análisis y cifras, se busca empezar por algún lado que no sea un rechazo declamatorio.

Por el otro lado, aparecen algunos nombres impensados entre una multitud de firmantes previsibles. Dos integrantes del triunvirato cegetista (hasta ahora renuente a estos pronunciamientos colectivos). Por el otro, la presencia de Felipe Solá y de Daniel Arroyo, lo que termina de corroborar que la fractura del Frente Renovador es real y por algún motivo no se formaliza. Seguramente fue esa presencia la que obligó a Massa, aun que ni siquiera se le cruza firmar la carta a declararse en contra del acuerdo con el Fondo. Esas presencias agregan una pata “racional” al reclamo, si lo que se pretende atraer a ciertos sectores ofreciendo una alternativa que no es “descabellada”. Estar en contra de la intervención del FMI es “racional”, está sostenido con datos y análisis. Hay algo que oponer a la lógica neoliberal de segunda mano del macrismo de que no hay otra alternativa. Este documento no deja de ser un buen punto de partida.