Entre agresiones y ataques de la maquinaria oficial, frivolidades marca Pindonga e intentos macristas para sostenerse en el vacío, parece haber un giro en el que, con leves cambios de clima, el Frente de Todos logra meter alguna bala, con perspectivas (quizás) a favor de su triunfo.
Si ponemos un aire de cansancio o de suficiencia podríamos decir que la previa de la PASO venía más o menos así: vacio, primeros lances de los boxeadores cuidándose mucho, Alberto en la tele y en actos, Cristina con su libro, macrismo tomando el mundo por asalto, cuchuflito, sonrisa sensible de Vidal y luego tropiezos, la discusión sobre economía cerrada con diez candados, pindonga, veganos contra gauchos, diez mil monos desesperados haciendo colas de diez cuadras para arañar un laburo horrible de guardia cárcel de presos peligrosos en Olmos, mundo Leliq, mundo líquido, plaza seca en dólares pero ya no tanto porque el dolarcito sube, ocultamiento de los miles de millones fugados, la-deuda-dónde-está, más vacío, mucha mentira, diez videos en FB del macrismo por cada uno del Frente de Todes y medio de Lavagna, vacío, perpetuo acercamiento de Macri en las encuestas a la fórmula FF según las portadas de los diarios, cosa parcialmente cierta. Sinceramente, la previa de las PASO, es un sufrimiento.
Ejemplo cualquiera de ese sufrimiento que no pasa solo por la incertidumbre: uno ve los actos masivos, llenos de emoción, del Frente de Todos y luego mira para el otro lado y ve lo dicho, el vacío hablándole al vacío, y el temor de que Vacío le gane a… como sea que pretendamos llamar a lo otro que se opone a Vacío.
Lo mismo con las numerosísimas intervenciones de Alberto Fernández en los medios privados: buena argumentación, quizá no mucha audacia ni ganas de apelar a la insurrección popular, un rumbo medianamente claro, racionalidad, argumentación. Del otro lado coacheo, libreto, disciplina discursiva blindada, blindaje mediático. Y de nuevo la misma cuestión: ¿Televisor mata heladera? ¿Vacío mata argumentos?
Del otro lado, con afinadas y perversas razones: campaña sucia, de miedo, de odio, aparentemente con buena puntería pero con un límite: van a votos casi ganados. Y mentira, tanta mentira organizada. Solo en los medios opositores -aunque permeando no tan ligeramente hacia otros espacios- se apela al desarme de la mentira sistemática mediante el empleo de dato duros (sobre el verso de las cloacas, las rutas o la transparencia republicana). Una suerte de chequeado.com poskirchnerista intenta desarmar lo otro. ¿Con qué resultados? No lo sabemos.
La máquina de hacer chorizos
Hay un aserto que se repite por derecha, izquierda y por el medio que dice algo increíble por lo naturalizado: el macrismo es inútil como gobierno… ¡pero qué buenos son en campaña! Como que con la segunda parte alcanzara para diluir lo horrible que es el macrismo gobernando.
Y sí, era de prever. La campaña oficialista es más disciplinada y afiatada que las otras. Incluyendo muy fuertemente en el adjetivo disciplinada un fuerte sesgo estatal-corporativo-autoritario-cuasi fascista. Un comando de campaña que parece asentado en la Casa Rosada misma, en lo más alto del aparato estatal, y con articulaciones por todas partes, con abuso de recursos, de pauta publicitaria, de violación de vedas electorales, empleo de redes mediante el uso de bases de datos estatales y espionaje del ciudadano y violación de sus derechos. Más lo recontra archi conocido: en alianza con los medios dominantes, más los jueces, más los mercados, más el FMI (caramba: no nos dieron tiempo de enamorarnos de Christine Lagarde), más Donald Trump o Bolsonaro.
A los que se quejan de las eventuales debilidades y posibles errores de la campaña del Frente de Todes se les suplica: al menos, ya que lo saben, sigan calibrando el inmenso poder de fuego adversario. A cada palabra emitida por la oposición poskírchnero-peronista se le inventa una sinonimia desde un millón de parlantes: toda palabra que se emite se convierte en mierda, mafia, autoritarismo, corrupción. No hay funcionario macrista que no se haya leído desde el Principio los manuales del qué decir (el primero es el Presidente, que sin libreto derrapa siempre).
Sabemos que también al menos uno de los centros de campaña del poskirchnerismo puso en discusión su propio instructivo en el que entre otras cosas se pide serenidad, no agresividad, no pasársela repitiendo diagnósticos de desastres que -se supone- son conocidos por los votantes, cercanía, conversación mano a mano y menos bombos y puestas más austeras. Pero eso se hace a la peronista, con cierto grado de desorden, más los comportamientos narcisistas, por decir algo, de un Guillermo Nielsen, un Juan Grabois (muchacho inteligente que parece que se quiere demasiado) o -peguen al que escribe- otra piba que parece copada e inteligente: Ofelia Fernández, cuando la frase harto inoportuna del gaucho elocuente Aníbal Fernández (dijo alguna vez Inodoro Pereyra algo sobre Borges y la verba inflamada). Los Fernández sean unidos, debería recordarles Martín Fierro, al que el Fernández dos, abogado y payador de nota, se conoce de memoria.
La comunicación macrista tiene un grado de cohesión impresionante (y horrible) que derrama en sus periferias y todavía en buena parte de la sociedad. Ejemplo: testimonio en tele de un vecino cordobés interrogado por un periodista de Revolución Popular: al macrismo hay que darle tiempo, otros cuatro años. El cronista cuestiona al cordobés, el cordobés se le planta con pinta fiera y odiosa, casi que pela el facón. Si será jodida la distribución social del odio macrista que hasta el buen actor Luis Brandoni, al que no deberían negársele recursos o destrezas propias, termina contestando no como el radical bueno que fue alguna vez (siempre embromado, cabrón, mal humorado) sino con fanatismo y ceguera.
Pero puede que algo esté cambiando. No te alejes tanto de mí.
Caaaambia, algo caaaambia
Algo está cambiando en la previa de las PASO y eso sucede hace unas cuantas semanas. El que escribe toma a la televisión abierta o no como termómetro social presunto de eso que puede que esté cambiando. Divido a la tele-termómetro en dos zonas de guerra:
a)Programas políticos que van de Corea del Centro -perdón, detestamos la figura pero es útil- al conservadurismo y a lo peor, exceptuando majules y lanatas.
b) Resto del Mundo, que es que como incluir toda esa cosa gritona de los programas de media tarde y parte de la noche no prime time, desagradable, farandulera, frívola, intoxicante: Animales Sueltos, Polémica en el bar, Rial, programas cuyo nombre ni siquiera conozco pero consumo como un enfermo en delay, mediante YouTube.
En la zona de guerra a) hay una mínima a importante cuota de crítica -al menos en Corea del Centro- a las macanas del gobierno de Macri. Alberto Fernández viene recorriéndolos todos y -por supuesto que para el gusto o decodificación del que escribe- sale casi siempre más que airoso. Fue célebre su paso por el programa del consternado Joaquín Morales Solá (ver notas de Marcos Mayer en Socompa y de Martín Becerra en La Letra P). Pero lo vimos también jaqueando al Feinmann horrible y ser bien tratado en un programa de la señal de La Nación. ¿Aporta votos eso, de esos que hay que arañar con las uñas destrozadas? No lo sé, pero no creo que salga de cada programa con el aura de rutina de ultrakirchnerista satánico, y eso que los portales conservadores le dan y le dan. De donde se deduce también que una cosa son los periodistas individualmente tomados en sus espacios de trabajo, cuando preservan una mínima autonomía, y otra la maquinaria permanente de las portadas digitadas desde computadoras HAL 9000 humeantes, a las que un Héctor Magnetto palea carbón a lo pavo, en modo Titanic. Suben y bajan los enormes pistones del transatlántico, como en la película.
b) Resto del Mundo. Se incorporan a los paneles kirchneristas de ocasión, se invita a otros K, se los agrede según quién pero hay panelistas que antes a) y ahora b), que tienen más cuidado, matizan, se animan un poquito a cuestionar al gobierno, con alguna cobardía de no quedar mal ante las audiencias, y es que no saben bien en qué andan sus audiencias y qué hacer con el riesgo de ganar o perder rating. Se admiten cagadas del macrismo. Chiche Gelblung, monumento al hijo de puta histórico, que le regaló presuntamente el traje de casamiento a Macri, ahora lo putea con el hilo de voz que le queda.
Hablando de monumentos, dedicamos aquí un busto modesto a Alberto Fernández que se banca la visita a todos los espacios periodísticos. En tiempos kirchneristas eso era pecado capital. Más bien una herida autoinflingida absurda.
¡Al otro lado, batallón!
Amén de alguna que otra metida de pata de la propia tropa, el que escribe, a grandes rasgos, no ve mal la campaña del Frente de Todes. Sí ve lo obvio del, en fin, adversario: no se cansan nunca jamás de atacar, antes a CFK, ahora también a AF y era de prever, y de señalar debilidades ciertas u opinables en la campaña y diseño de la oposición.
Pausa o desvío imperdonable: el otro día vi en Facebook una suerte de performance evitista protagonizada solo por mujeres y con un primer audio de fondo en el que Eva ya muriente decía aquello de “el enemigo no perdona”. Me pegó muy fuerte la frase, me agarró de sorpresa. Creo haber superado en buena parte mis problemas de psicobolche pero es así, este enemigo se agrandó con Macri, y no perdona y quiere más, sea o no con sangre.
Un poco por eso me permito meterme en un asunto harto delicado. El caso del exabrupto de Aníbal Fernández y la más o menos entendible reacción de Ofelia Ídem. Algún día vamos a tener que discutir los hombres con las mujeres, con menos cagazo y delicadezas, nuestro propio cagazo de opinar sobre cuestiones de género. Bienvenidísimos sean los nuevos feminismos, su polenta, su originalidad, su induscutibilidad, su solidaridad. Pero en alguna medida ciertas expresiones de feminismo, se sabe, están operando como un mecanismo de represión cultural y nos estamos volviendo no tecnos, pero sí demasiado políticamente correctos. Rajar a Macri del poder es una buena razón, cree uno, para al menos callar la palabra “salame”, un solo día en el año. Eso no implica arriar ninguna bandera ni dejar de construir y pelear agenda dentro mismo del Frente de Todes o en todas partes.
Nos hemos desviado de nuevo. Vayamos a las novedades -relativamente promisorias- de la campaña del Frente de Todes y de las intervenciones particulares de Alberto Fernández. Antes: queda la duda de qué pasaría con una mayor presencia de CFK en la campaña, en lo posible no majestuosa, ni yoica ni en modo Susana Giménez. ¿Es posible que por potencia o carisma un sprint final con Cristina ayudara a rascar votos que faltan? ¿Recordaría su querida presencia tiempos más felices?
Campaña del Frente de Todes. Inevitablemente es más dispersa que la oficialista. No solo por falta (evidente) de recursos materiales o (presunta) menor profesionalidad que la oficial, sino por lo reciente del proceso de unidad y la diversidad bien compleja que contiene ese espacio. La campaña va cumpliendo algunas premisas elementales: instalar al candidato (Alberto era bastante desconocido para los no informados), alejarlo lo suficiente de los contagios satánicos de Cristina, y tal como se escribió hace poco, ya llegó el tiempo de estas son mis propuestas.
Hay que patear de lejos
Ahí está lo interesante, lo nuevo. Desde que tiró anuncios sobre aumentos de las jubilaciones, “poner plata en los bolsillos de la gente” (frase exacta de la campaña de Lavagna), medicamentos gratis, Leliqs, bajo valor del dólar, puede que a Alberto lo hayan llenado de mierda los medios dominantes (y mercados) pero consiguió agrietar el blindaje e irrumpir con una agenda opositora nítida, clara, así como vulnerar al macrismo donde más le duele.
Como siempre, los resultados dependen de cuánta gente se enteró de estos asuntos, de la recepción de cada cual y del ya conocidísimo hecho de que lo que está en juego para sacar diferencias la zona de votos nuevos en disputa abarca a una porción mínima entre indiferente, ignorante u odiante del electorado. La Nación hoy mismo titula “En Hacienda festejan las críticas de Alberto Fernández a la economía”. Puede que en estos casos la maquinaria del macrismo haga mucho ruido sin producir tantas nueces. Uno diría, vení al pie, no festejes.
A propósito de las referencias de AF a las Leliq, la fuga, la vieja expresión “timba financiera” (Alberto resume bien diciendo algo así como “Macri se preocupa por los bancos, yo por los jubilados”), apuntamos acá una de nuestras habituales preguntas/ incertidumbres. ¿Qué queda de aquella memoria popular, de aquella cultura resistente nacida desde fines de la dictadura sobre la Patria financiera (La deuda externa, la corrupción/ Son la peor mierda que ha tenido la Nación). ¿Qué queda como mínimo de esa actitud argenta reticente ante el FMI? ¿Dónde están esas moléculas de nuestra cultura política y cómo juegan con las muchas otras moléculas, complejísimas, que vinieron después hasta convertir a nuestra sociedad en un enigma un tanto desesperanzador, marcado hoy no por la bronca estilo 2001 sino por la aceptación extensa y pasiva de los imaginarios neoliberales, la exculpación, el odio, la tristeza, la resignación, la ignorancia?
Ahora, esperanzas, de nuevo en forma de pregunta. Aun con eventual calma del dólar, siendo que la crisis seguirá haciendo estragos luego de las PASO, ¿esos estragos influirán en el voto dentro de unos meses, cuando lleguen las primarias y eventualmente la segunda vuelta? ¿Jugarán en contra de Macri? ¿El macrismo tiene preparados nuevos conejos de la galera previendo esos eventuales fenómenos post-PASO?
¿Uno de esos conejos será la manipulación de los resultados electorales a través de la turbia empresa Smartmatic? Eso desespera. Ahí la oposición, toda, parece haberse dormido mal. Pero ahora al fin se junta para hacer las denuncias mediáticas y judiciales pertinentes, a nuestro gusto sin la potencia necesaria, que no es fácil de conseguir gracias al blindaje. Graciana Peñafort -en ti confiamos, peroooo…- dijo que a la larga cree en la justicia electoral. Y ya andan gritando más fiero no solo el kirchnerismo, sino el lavagnismo y hasta la furibunda Graciela Camaño, que para estas cosas es buena boxeadora.
Este sí que es un escándalo, querido Gato Sylvestre, un peligro colosal. Se supone que en pocos días la Cámara Electoral responderá sobre el asunto, se supone que habrá una cumbre entre opositores con los integrantes de la Corte Suprema. Cruzamos los dedos.
¿Encuestas? Están muy locas aunque parece cierto que el macrismo arrima el bochín y lo del 45% para el Frente en primera o un triunfo en segunda vuelta no está nada claro, pese a lo que sostiene con entera convicción Horacio Verbitsky, fuente para nosotros de toda razón y justicia cuando no se enoja feo. Según un trabajo de hace unos diez días del Frente de Todes, a nivel nacional la diferencia a favor es de unos siete puntos, con cinco por ciento de indecisos complicadísimos… que pueden cambiar las cosas, aunque tal vez a favor del pos-lo-que-sea-kírchnero-peronista (y Pino, Donda, movimientos sociales, a los que habría que mostrar más). Hay en provincia de Buenos Aires un cachito muy (muy) chiquito de voto Alberto-Vidal, aunque se cree que Macri seguirá bajoneando a Vidal. La diferencia actual entre la fórmula F-F y la horrible, siempre en provincia, sobrepasaría largamente los ocho puntos.
Señales: por algo será, en tierras bonaerenses Macri solo se le anima a Vicente López y San Isidro; mientras que se evitan actos conjuntos de Mau con Mariu, no sea cosa de engualicharla.
¿Garantizarían estos datos, más los bajones del macrismo en Córdoba, Santa Fe y tantos otros distritos un triunfo del Frente de Todes?
No sabe/ No contesta.
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