El resultado abre un nuevo escenario. De confirmarse en octubre, Cambiemos será la principal fuerza a nivel nacional. Los bolsos de López, las dudas de la oposición y el sueño oficial de la disolución del universo peronista. Un balance provisorio.

Hasta el domingo, el Pro era un partido de cuadros con escasa pisada territorial. Eso cambió. Se podría arriesgar que la coalición entre el Pro y la UCR quedó atrás. O al menos en un segundo plano. El resultado de las Paso posiciona a Cambiemos como la principal fuerza política del país y lo deja muy cerca de reconstruir un mapa territorial donde resuenan los ecos de la composición social del voto que le permitió al radicalismo imponerse en octubre del ‘83 y en las legislativas del ‘85. No es poco.

El saldo, aunque provisorio, abre la posibilidad de un nuevo equilibrio político. Se puede objetar que las Paso fueron una gran encuesta nacional, que Macri no es Alfonsín y que las circunstancias son otras. Es cierto. Pero la confluencia en las urnas de sectores medios y netamente populares en favor de la alianza gobernante es una dato central que ningún observador puede obviar. Algo de eso ocurrió en 2011, cuando Macri se impuso en 15 de las 20 comunas de la Ciudad de Buenos Aires y accedió a la jefatura de porteña.

La victoria de Cambiemos en distritos como la CABA, Córdoba, Mendoza y Santa Fe, sumado al virtual empate en el distrito bonaerense y a los primeros lugares en Corrientes, Entre Ríos, Jujuy, La Pampa, Neuquén, San Luis y Santa Cruz ensancharon el horizonte del Gobierno. Macri ganó gobernabilidad. Un balance del domingo pasado habla de un oficialismo que sorteó con éxito, aunque sin aire para el triunfalismo, una prueba de fuego.

Un dato para retener. No es un vaticinio. Las legislativas de medio término suelen anticipar el destino del oficialismo. El que gana se impone en la presidencial que sigue. Sucedió con Menem en el ‘95, y con el kirchnerismo en 2007 y 2011. El domingo se votó a favor o en contra del Gobierno. Las estrategias de campaña lo facilitaron. Unos y otros apostaron a nacionalizar. Todo indica que Cambiemos refrendará en octubre el resultado de las Paso.

La perspectiva inyectó una fuerte dosis de optimismo en el círculo rojo. Muchos de sus integrantes ofrecen como testimonio de la futura bonanza un puñado de brotes verdes. En la verba oficial se transforman en bosque. Son los mismos que no hace mucho, decepcionados por el supuesto gradualismo y la falta de avances en las reformas pro mercado, definían a Cambiemos como un simple paréntesis en un país condenado a la democracia plebeya. Algunos se atreven a más y auguran un hecho soñado: la disolución del orden peronista.

El orden aludido es más teórico que fáctico. La tesis suena como mínimo aventurada, pero se apoya un dato concreto: la dispersión de la dirigencia peronista, que no puede exhibir ningún ganador de peso que trascienda los estrechos límites del pago chico.

Hay antecedentes que matizan la lectura. En primer lugar, de tratarse de la emergencia de un nuevo orden, se trataría de un fenómeno más social que político. Si la UCR, que parecía al borde de la extinción -aunque bajo otros ropajes y corrida a la derecha de la mano de Ernesto Sanz y Elisa Carrió- consiguió sobrevivir, ¿por qué habría que extenderle un certificado de defunción al peronismo?

El propio alfonsinismo se desgajó expuesto a la intemperie económica. Lo mismo pasó con el menemismo. Nada resguarda a Cambiemos de un destino similar. Eso sí, los ciclos pueden ser largos. Tanto como lo permite el humor social.

La incertidumbre empresaria

En el mundo empresario, el resultado de las Paso se evalúa desde lugares dispares. Para la cúpula de la UIA, colonizada por la Asociación Empresarial Argentina, es una bendición. Para las cámaras pymes, la debilidad de Massa y el pobre desempeño de Cristina son una fuente de preocupación. Todos coinciden en que se vienen cambios. La profundidad es motivo de discusión. La intención de modificar la matriz productiva y exigir mayor competitividad mediante la apertura comercial implica un nuevo balance. El resultado de las primarias no será inocuo para los empresarios.

No habrá shock. Sí un proceso continuo y persistente que tomará velocidad después de octubre. Hasta el momento, la prioridad de Cambiemos fue reducir la inflación con una tasa de interés contractiva y una política fiscal más bien laxa para evitar el derrumbe de la actividad económica. De ahora en más, el objetivo será reducir el peso de Estado en la economía. Desde las cúpulas empresarias presionan por la reducción del déficit fiscal. La dupla Dujovne – Sturzenegger buscará licuarlo sosteniendo el gasto público en términos nominales.

El modelo económico y social presentado con disimulos y escasas precisiones deberá dibujar límites precisos. La transición quedó atrás. Las definiciones llegarán en áreas específicas. Los títulos se conocen: renegociación de convenios por empresa y nuevos acuerdos sectoriales atados a la productividad; además de la rebaja de los aportes patronales y de impuestos. Los dos últimos sólo viables si se amplía la base impositiva.

La interpretación oficial, bastante superficial y no exenta de conveniencia, emparenta el balance de las Paso con un respaldo a la agenda de Cambiemos. Se verá cuando las reformes estén en marcha.

Los bolsos de López

El resultado de las elecciones explica en parte la tregua del frente sindical. El olfato de la CGT puso paños fríos a las demandas de un paro general. ¿El radar cegetista captó la intención de voto de los sectores de la economía formal? Puede que sí. En cualquier caso, su dirigencia a la continuidad en el cambio. Juega fuerte en ese sentido que las catástrofes anunciadas por el kirchnerismo no llegaron, se demoran o no llegaron con la intensidad anunciada. De allí la cautela de muchos dirigentes y el desconcierto de otros.

Mientras tanto, los bolsos de José López hacen su trabajo. Sobre este escenario, el Pro prosigue con globos de colores una construcción que lo autodefine como la nueva derecha. Es claro que la justicia social no está en su ADN. Una multitud de hechos y comentarios lo demuestran. Algunos casi cosméticos, como la apelación a incubadoras y emprendedores, o las afirmaciones despectivos hacia lo que el kirchnerismo consagró como nacional & popular.

En Cambiemos admiten que las políticas asistenciales son el precio a pagar para evitar un incendio social. Un mal menor. Hacen cálculos. Una prueba: el pacto de gobernabilidad con algunos movimientos sociales con fuerte pisada en el conurbano bonaerense. ¿Qué profundidad está dispuesto el Pro a otorgarle a las políticas sociales? La imprescindible para sostener la gobernabilidad.

Hasta el momento, el programa liberal de Cambiemos se movió en el estrecho carril que marcan una protesta social muy fragmentada y el relativamente alto nivel de tolerancia de los sectores medios. A juicio de quien escribe, lo último no es luna de miel, sino más bien falta de alternativas y una buena cuota de expectativa. Los resultados económicos, como siempre, serán decisivos.

Los más conservadores estiman que el año cerrará con un crecimiento del PIB del 2,5 por ciento. Algunos estiran la esperanza al 3,0 por ciento. Como sea, no será para festejar. La economía quedará en niveles muy similares a los que exhibía hacia fines de 2015. En otras palabras: no habrá crecimiento, sino recuperación. Si la inflación no baja y la economía no crece en forma perceptible, la tolerancia irá cayendo. La “pesada herencia” y la corrupción todavía pagan, pero tienen límites.

Cuestión de liderazgo

¿Qué pasará de ahora en más con el peronismo? Sus posibilidades dependerán de un dominio territorial muy acotado. El kirchnerismo, cada vez más alejado del PJ, exhibe problemas para sobrevivir. No consigue reinventarse. No pudo revertir la reescritura negativa de su herencia. Algunos, tal vez muchos, dirán que es injusto reducir los logros de doce años de gestión al tema de la corrupción. Muy cierto, pero la reinterpretación, el menos en términos electorales, se revela  eficaz.

Una última. La Coordinadora nunca pudo trascender el liderazgo de Alfonsín. La Cámpora tampoco el de Cristina. Mientras tanto, el núcleo duro del kirchnerismo se empeña en custodiar logros que la sociedad absorbió como propios. ¿Ingratitud? ¿Conquistas naturalizadas? La cuestión parece transitar por otro carril. Se diría que tanto el kirchnerismo como el peronismo no han sabido garantizar por otros medios la continuidad de esas conquistas.

Una posible respuesta al resultado de las Paso habría que buscarla en los nuevos instrumentos que reclama un amplio sector del electorado. Los límites estructurales del modelo que se inició en 2003 son evidentes.