Pese a la represión, a las declaraciones altisonantes y amenazadoras y a la histeria oficial, la reforma previsional está frenada, al menos por ahora. Tal vez el DNU de Macri termine de propiciar. aquello que parecía imposible: la unidad de la oposición. Foto de apertura Carlos Brigo
Pasó de todo y todo escandaloso. Desde el descomunal operativo de seguridad que ordenó el Gobierno para blindar el Congreso y que derivó en una inusitada y brutal represión ejercida contra diputados opositores, ciudadanos que se manifestaban en contra de la reforma previsional y algunos violentos aislados, hasta la descabellada idea de último momento de sacar por decreto lo que no salió con los votos, ni con las balas de goma, los hidrantes y el gas pimienta. En el medio, un Marcos Peña acusando a los opositores de “piqueteros” y una Elisa Carrió pidiendo que se levante la sesión con tardíos argumentos “republicanos” para terminar adelantando sus próximos pasos vía Twitter. A esos hechos, hay que sumarle a la oposición pidiendo que se cumpla el reglamento porque no se había logrado quórum en la primera media hora y de pronto el número mágico materializándose en el tablero electrónico. Además, denuncias de diputruchos como en otras épocas y hasta una supuesta torpeza de Victoria Donda quien al sentarse en la banca para pedir que se levante la sesión habría contribuido involuntariamente al quórum. Todo un desastre, un cóctel violento y explosivo que se fue complicando con el paso del día ante la impericia del oficialismo a la hora de tramitar su primera derrota política de magnitud al tratar de sacar cuanto antes una reforma tributaria que recorta los ya magros ingresos de jubilados, pensionados y beneficiarios de planes sociales. La oposición, en una foto de unidad hasta ahora esquiva, y el pueblo movilizado en las calles le asestaron un duro golpe al Gobierno justo cuando acaban de cumplirse dos años desde que Mauricio Macri asumió la presidencia de la Nación.
En ese marco, cuando ya estaba cayendo la tarde del jueves, la noticia de un inminente DNU para sacar con fórceps la reforma previsional junto a un bono adicional compensatorio para los jubilados, a cobrar en marzo de 2018, comenzó a instalarse con fuerza. Todavía la Gendarmería reprimía con desmesura en torno al Congreso, cuando rodó la primera versión. A esa hora circulaba que el presidente ya había firmado el decreto, poco después la segunda versión indicaba que lo habían rubricado todos los ministros menos el primer mandatario y la final, que la reforma previsional quedaría en suspenso porque el oficialismo intentaría sesionar de nuevo la semana próxima. Todo indica que la segunda prueba de fuego será el lunes 18 de diciembre, el martes 19 a más tardar. Lo cierto, según pudo saber Socompa, es que Macri tuvo que retroceder con el decreto “ante la posibilidad de una fractura del interbloque Cambiemos en Diputados”. Además, el repudio de la CGT hacia “la militarización del palacio legislativo y la represión a los trabajadores”, así como la firme decisión de mantener la convocatoria a un paro si la reforma salía por decreto, obligaron al oficialismo a recalcular los próximos pasos. “La CGT va a esperar y sería lamentable que se utilice el DNU para generar este acto de sustracción a los jubilados”, sentenció el diputado y miembro del triunviro cegetista, Héctor Daer, ante las cámaras de TV casi al final de lo que la mayoría de los medios de comunicación definieron como “un día de furia escandaloso y violento”. Con Carrió ubicándose en la vereda de enfrente, la CGT con un paro general en la manga y las secuelas negativas de una extensísima batalla campal ordenada por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, el cierre de la jornada con un DNU de ribetes inconstitucionales se terminó descartando.
Las divisiones en el oficialismo quedaron a la vista, junto con la indolencia y la obstinación. El discurso del jefe de ministros, Marcos Peña, apareció así como la muestra cabal de que el oficialismo está encerrándose en su propio relato o vive a expensas de él. Fueron muy pocos los dirigentes amarillos capaces de defender, hacia el final del día, la actuación de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, la inacción del juez de turno, casualmente Claudio Bonadío, y la torpeza política de los diputados oficialistas que teniendo a la oposición de pié en el recinto y un tablero marcando quórum dejaron escapar la posibilidad de forzar el inicio de una sesión marcada por la violencia y el escándalo. La oposición, encabezada por el kirchnerismo llevó la voz cantante, denunció que el quórum era trucho, pidió que se suspenda la sesión y consiguió torcerle el brazo a un Gobierno dispuesto a todo con tal de cumplir las exigencias de bajar el déficit del Fondo Monetario Internacional. Recetas que la Argentina conoce, pero ahora con un nuevo ingrediente, el despliegue de un feroz operativo de amedrentamiento por parte del Ministerio de Seguridad. Durante todo el día los argentinos vieron por televisión cómo se reprimía en un alarde de desproporción temerario. De un lado los manifestantes, a lo sumo un puñado de lanzadores de piedras y del otros miles de uniformados lanzando gases en el rostro de diputados y arrastrando de los pelos a los detenidos.
Apenas se supo que Macri estaba dispuesto a sacar por decreto la reforma previsional, el jefe del bloque FPV-PJ, Agustín Rossi señaló –en rueda de prensa- que el Ejecutivo “estaría burlándose del conjunto de los argentinos” si la reforma previsional saliera de ese modo. Fuentes de Cambiemos consultadas por Socompa confirmaron que “el decreto no iba a tener el acompañamiento de la Coalición Cívica”, léase, el apoyo de Carrió. Incluso, adelantaron que la diputada “no estará presente el lunes en el recinto si no hay un compromiso firme sobre una compensación” económica por el cambio en el cálculo de los haberes jubilatorios a efectivizarse en marzo de acuerdo a la pérdida en los haberes que se compute de acá a esa fecha. En cuanto a las horas y horas de represión, siempre según las fuentes, Carrió condenó “el exceso de militarización de la zona” y le envió un mensaje público a Patricia Bullrich, pero insistió en que “hubo una provocación opositora con el fin de impedir la sesión, igual que en 2001”. Casi las mismas palabras que esbozó en el recinto para pedir que se levante lo que calificó de “sesión escandalosa”.
Pero, sin duda, la peor derrota para el Gobierno fue la foto del peronismo festejando el levantamiento de la sesión. Por primera vez, el kirchnerismo y el Frente Renovador celebraron juntos adentro y afuera del recinto. La izquierda también tuvo un papel protagónico. Pero, sin duda la foto de Rossi abrazando a Ignacio De Mendiguren, y de Axel Kicillof sonriendo junto a Facundo Moyano lastimaron la autoestima del oficialismo. “Estábamos muy contentos porque logramos parar algo que la sociedad argentina no se podía permitir, ese abrazo responde a eso”, reconoció De Mendiguren en diálogo con Radio Cooperativa. Aunque no quiso anticipar cómo se comportará a futuro el peronismo, sí se atrevió a poner la pelota de nuevo en la cancha de los gobernadores. “¿Los gobernadores no evaluaron lo que se estaba votando?”, se preguntó.
A esta altura, este 14 de diciembre de 2017 podría llegar a convertirse en una bisagra para el oficialismo que tenía un acuerdo con los gobernadores que se le escurrió de las manos como arena seca. Pero también para la oposición porque comprobó que tiene con qué parar las viejas recetas de la derecha. La incógnita es saber qué los une, si el amor o el espanto.