Una multitud se reunió para pedir más presupuesto para las universidades y mejores sueldos para los docentes. Pese a la tormenta, los manifestantes dieron el presente en defensa de la educación pública.
Tal vez un trueno sea el estruendo asociado al rayo, producido en las nubes por una descarga eléctrica, como define la RAE. Pero ayer fue santo y seña para una multitud que convirtió cada uno de ellos en un desafío. “Acá estamos, tormenta, no te tenemos miedo”, decían sus cuerpos, mientras las gargantas gritaban aquello de mmlpqtparió…Otras voces se inclinaban por el más contundente aún “No caímos/no caímos/ a la escuela pública/ orgullosos la elegimos”
La Marcha nacional en defensa de la universidad pública fue extraordinariamente concurrida, como bien pudo verse. Y también estuvo pasada por agua. Para algunos, porque “la tormenta es macrista”; para otros, porque hasta Santa Rosa quiso dar el presente. Lo cierto es que, a las cinco de la tarde, hora de la convocatoria oficial, la Plaza de los dos Congresos y las cinco cuadras de la avenida de Mayo hacia la 9 de Julio ya resultaban difíciles de transitar.
Distintas agrupaciones entraban a la Avenida por las calles laterales, y mucha, muchísima “gente suelta” (de esa que legitima las protestas, en el discurso de tantos periodistas) apuraba el paso en un intento vano de entrar en calor después del aguacero de las tres y pico.
El agua, el viento, el frío le pusieron una impronta épica a la jornada de lucha. Los tambores de La Chilinga competían con el sonido que venía desde el cielo, y un pibe le preguntaba a un compañero un poco más grande si el viento ayudaría a dispersar los gases lacrimógenos en caso de que hubiera represión. Los más preocupados, no obstante, eran los parrilleros que ya no sabían cómo mantener las brasas encendidas.
Para las cinco y media, conservar alguna parte del cuerpo seco había pasado a ser sólo una ilusión, a tal punto que muchos optaron por cerrar los paraguas inútiles, enrollar las banderas que el viento volvía inmanejables, y empezar a marchar hacia Plaza de Mayo. “Peor la pasó San Martín cruzando los Andes, aunque al menos no lo jodió la sudestada”, se consolaba entre risas una estudiante de Medicina de la UBA.
Un tanto caótica, sin cordones de seguridad ni la organización estricta de una movilización sindical, la Marcha mostró coherencia en sus consignas principales, por mayor presupuesto y aumento salarial. Fue multi generacional, por cierto. Y, como en varias otras de los últimos tiempos, se notó la afluencia de nuevos “marcheros”, esos que no saben muy bien dónde encolumnarse ni hacia qué lado caminar, pero tienen muy claro dónde tienen que estar y, sobre todo, por qué.