Se puede celebrar el pasado de muchas maneras, la nostalgia, como demuestra el éxito de la serie Stranger Things, es una de ellas. Cambiemos propone otro estilo de nostalgias donde los radicales juegan el papel de los necesarios seres históricos, desde Brandoni a Marcos Aguinis. (Ilustración: Sanyú).

Dos clichés producen risa. Cien, conmueven. Porque se percibe vagamente que los clichés hablan entre sí y celebran una fiesta de reencuentro.” Si lo que dice Umberto Eco fuera cierto, ¿por qué la serie Stranger Things -ese arrejuntamiento de clichés del cine de los 80- es apenas un pasatiempo agradable y no un festín de iluminaciones? Como dijo alguna vez un artista, no importan las citas sino lo que se hace con ellas. ST las toma y no hace gran cosa con ellas, más que reproducirlas. Es un encuentro con el pasado (esto es excepcional) sin mirada irónica.

La base del éxito de ST es su compulsión a citar las películas de una época. La primera temporada es un conglomerado de clichés de filmes de la década: ET, Los Goonies, Cuenta Conmigo, Los Exploradores. En la segunda temporada aparecen referencias a Los Cazafantasmas, Terminator, Martes 13, Volver al futuro y Poltergeist. ¿Cómo puede disfrutarla plenamente alguien que no fue niño en esa época? Sombra terrible del ET voy a evocarte. Túposees el secreto: revélanoslo.

Hipótesis: una década se pone de moda treinta años después, cuando los que eran niños o jóvenes empiezan a tener las riendas de los medios de comunicación. Cuando tienen el poder  suficiente como para inundar las pantallas con los gozos y las obsesiones de su infancia. En estos días el estreno del documental “Spielberg” por el canal HBO nos sirve como prueba. Allí, el propio Steven Spielberg nos explica que Encuentros cercanos del tercer tipo es el relato de la separación de sus padres. Poltergeist y ET, estilizaciones de sus miedos infantiles.

Los ’80 están de moda. El macrismo se entusiasma con esta década porque se siente refundador de la república, como aquel renovación y Cambio, ese “Tercer Movimiento” que sería la síntesis superadora entre el radicalismo y el peronismo. Pero el mito de una nueva fundación es una constante y cada gobierno que suba se siente el mesías del año cero.

Junto con los 80, asistimos a la canonización de Raúl Alfonsín. Pero de un Alfonsín al gusto de Cambiemos. Los cambiemitas siempre tienen una palabra de elogio para el Alfonsín honesto, el político de la UCR que defendió a la República (así, con mayúsculas). Lo relacionan con el Macri que triunfó y dominó al demonio, o sea al peronismo. Pero el relato alfonsinista, más que republicano, era democrático. Otro punto: fue el presidente que le paró el carro a un cura en plena misa, el que habló en contra de Clarín y nos aconsejó que desconfiemos de Elisa Carrió. Macri y Alfonsín no son lo mismo. En el 2016, un periodista recibió a Beatriz Sarlo en su programa de televisión. “A Macri lo veo más como un Alfonsín”, declaró enamorado aquel periodista (del que no me acuerdo el nombre). A Sarlo se le escapó una carcajada: “¿usted se imagina a Macri iniciando el juicio a las juntas militares?”, contestó la invitada.

No habiendo Alfonsín -su hijo lo imita muy mal, y tal vez su problema sea tratar de imitarlo- la televisión se conforma con otros radicales que los eleva a la altura de referentes morales. Uno de ellos es Luis Brandoni, que sabe poner la misma expresión -entre sentenciosa y tristona- propia del radical. Un radical nunca es efusivo ni vehemente. Los otros son Marcos Aguinis y Graciela Meijide. No hay semana en la que no aparezcan por televisión para repetir que están contentos con el macrismo, que esto es una verdadera república y no como la de antes. Que Cambiemos es el verdadero puente entre los 80 y el siglo XXI. Por más que el mejor equipo en 50 años está formado por algunos rezagos de la epoca de Menem y la Alianza. Quizás, como en Stranger Things,  no hace falta más para atraer al espectador. La promesa de que vuelven los tiempos en los que éramos jóvenes y felices.

Mientras vemos asomarse la canonización de la década de los 90, recordamos que la década del 80 existió una organización llamada “Agrupación Fideos con Manteca”. Sus miembros se juntaban a comer tallarines y charlar acerca de Pepe Biondi, Carlitos Balá y Titanes en el Ring.  Su lema era “todo tiempo pasado no fue mejor, pero si más divertido”. Estos son tiempos peores, no cabe duda de eso. Pero espantosamente, horriblemente divertidos.