Un día antes del lanzamiento de la campaña de Cristina Fernández de Kirchner en La Plata, la gobernadora María Eugenia Vidal le cerró la puerta en las narices al intendente kirchnerista de Avellaneda, Jorge Ferraresi.
El encuentro había sido promocionado como el primero entre la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, y el intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi. Sin duda, sería un paso positivo en medio de una ríspida campaña electoral marcada por la polarización y, luego, por la manipulación de parte de Cambiemos del resultado de las PASO. Pero como el encuentro nunca se realizó y la foto nunca se pudo tomar, esta crónica, a contrapelo de lo que indica el manual del periodista profesional, es la crónica de lo que no ocurrió.
Muy temprano, ni bien arrancaba el último martes de agosto, húmedo y denso, Ferraresi se trasladó escoltado por una nutrida comitiva de directores, docentes, padres y alumnos de Avellaneda hasta La Plata. La idea era conversar con Vidal, cara a cara, sobre los problemas de infraestructura que tienen las escuelas provinciales en el distrito que administra este intendente, uno de los más cercanos a Cristina Fernández. Sin embargo, la gobernadora no lo recibió y abrió, así, un nuevo capítulo de una relación mal llevada desde hace más de un año y medio.
“La llamé diez veces y jamás me atendió”, les dijo Ferraresi a los periodistas en la puerta de la Gobernación, al explicar los motivos por los cuales decidió trasladarse hasta La Plata sin haber concertado una cita formal con la dama fuerte del PRO. “Se han gastado todos los pasos administrativos y la comunidad educativa entiende que el tiempo se ha agotado. Es muy difícil que algo pueda resolverse si no existe el diálogo”, apuntó Ferraresi, quien se reunió sólo dos veces con Vidal desde que fue elegida gobernadora. Ambos encuentros fueron junto a otros intendentes, nunca a solas.
Ni bien asumió, Vidal reunió a todos los intendentes. El discurso, la propuesta de la gobernadora, fue trabajar de manera conjunta, formando un solo equipo. Ferraresi, entonces, tomó la palabra y le dijo públicamente a Vidal que “de ninguna manera” estaba dispuesto a “cogobernar”, que él era oposición y que desde ese lugar lo máximo que podía concertar era dialogar. En otras palabras, estaba diciéndole que no pensaba pagar los costos políticos de los eventuales errores de la gestión de Cambiemos. Desde ese momento, pasaron casi veinte meses. En medio de esa tensión, la gobernadora estuvo varias veces en Avellaneda, incluso acompañada del presidente Mauricio Macri, pero no sólo no invitó al intendente, sino que ni siquiera le informó de esas actividades.
En ese marco, Ferraresi organizó la visita sorpresiva a la sede del gobierno provincial -justo el día que se confirmó que CFK ganó las primarias- junto unas 150 personas, sin contar a los periodistas que fueron a cubrir el encuentro fallido. El verdadero alcance de la iniciativa aún está en la nebulosa, considerando que ni bien llegó al lugar, el personal que custodiaba la entrada del palacio de gobierno le cerró las rejas de ingreso en la cara y que, recién después de 25 minutos, le permitieron entrar por una puerta lateral para ser recibido por “Ana María”, una simple empleada administrativa de la Gobernación. ¿Y la gobernadora? Bien, gracias.
Allí en una modesta salita del palacio gubernamental bonaerense, Ferraresi dejó una pila de carpetas con el detalle de las obras de infraestructura que 34 escuelas de Avellaneda que dependen de la provincia vienen reclamando desde diciembre de 2015. Entre otros pedidos urgentes, avalados con 17 mil firmas, figuran ampliaciones, reparaciones de techos, baños, cómedores escolares y más entrega de netbooks. “Son 34 escuelas donde hay una inversión de 134 millones de pesos. Algunas hay que construirlas nuevas. Este año nosotros invertimos 80 millones de pesos de recursos municipales en 70 escuelas de la ciudad y como sigue sin respuesta de la provincia en tema de infraestructura y ya agotamos todas las instancias administrativas, creímos conveniente con la comunidad educativa presentar una nota por Mesa de Entradas para que la gobernadora tome nota”, dijo Ferraresi después de dejar, finalmente, los expedientes en la Casa de Gobierno, en La Plata.
Los bonaerenses aseguran que los efectos de la campaña electoral se sienten en la provincia como en pocos lugares. La polarización, la famosa “la grieta”, tiñe el día a día en la provincia. La gobernadora que en su arenga de campaña machaca con el diálogo no recibe a los jefes comunales opositores. No sólo a Ferraresi. Tampoco le abrió la puerta de la sede gubernamental a otros jefes comunales, entre ellos a Walter Festa, de Moreno, quien también viajó a La Plata para reclamar fondos y tampoco fue atendido. Verónica Magario, intendenta de La Matanza, poco antes de las PASO, aprovechó una visita del ministro de Seguridad, Cristian Ritondo, al municipio para exigirle más inversión en seguridad. Pero, por ahora, tampoco tuvo suerte. Sólo consiguió una invitación vía whatsapp a un acto de Vidal en su distrito.
Con las elecciones legislativas en el calendario, el rol de los intendentes cobra cada día más peso, al tiempo que las obras que encara la provincia en el territorio son la mejor carta que puede jugar Cambiemos en la campaña. Los jefes comunales lo saben, como también saben que sin fondos provinciales el futuro es un horizonte cuesta arriba. “Esperamos que la gobernadora nos llame cuanto antes”, subrayó Ferraresi.
Varios jefes comunales opositores denunciaron en los últimos meses que el Gobierno bonaerense maneja discrecionalmente la asignación de obra pública y los mecanismos de asistencia financiera a los municipios. También alertaron sobre los férreos controles fiscales que rigen en los territorios que gobiernan opositores a Vidal, en un contexto de caída de la recaudación por la merma de la actividad económica. El viejo truco de gobernar con la billetera, que tanto le reprochaba el PRO al peronismo y al kirchnerismo antes de ser gobierno.