Macri y muchos de sus colaboradores se criaron junto a milicos. Por eso pronunciar la palabra dictadura es también una apostasía del propio pasado.

Foto: Rafael Calviño

No sé quiénes habrán sido algunos de los compañeros de juego durante la infancia de muchos de los integrantes de Cambiemos. Pero no sería ilógico suponer que entre ellos había hijos de milicos. De hecho la cercanía entre sus padres –civiles y uniformados- es una muestra que compartían plazos y objetivos, eran parte indisoluble del palco patrio entre 1976 y 1983. (Palco que permitía reconocer algunos radicales, pero esa es otra historia).

Ese mundo en común ha sido execrado dentro y fuera del país y el secreto guardado por los militares y las diversas formas de impunidad que aún subsisten hacen que esa condena no haya perdido nada de su fuerza. Que el rechazo al Terrorismo de Estado haya sido internacional le plantea  problemas al Gobierno. Para dentro, sus afinidades están del lado de la dictadura. Es más, se cuidan muchísimo de usar la palabra no sea cosa que se ofendan sus antiguos compañeros de juego. Pero para afuera hay que fingir una devoción por las víctimas, aunque sea del modo más austero y módico posible como sucedió durante la visita de Obama.

Lo paradójico es que el oficialismo termina por coincidir con los organismos de derechos humanos en que el 24 de marzo sea emblemático. Aun cuando para el macrismo no queda en claro emblema de qué. Es una respuesta que no pueden –sospecho que no quieren- dar. De allí  que directamente busquen anular a ese emblema (con el cambio del feriado) o minimizar el hecho regateando en torno del número, aun cuando sea hasta grosero hacerlo en un día como hoy. De ese trabajo sucio se encargó Claudio Avruj a quien, dado su cargo, le tocó hacer la gira mediática.

El número de desaparecidos no estaba en discusión –salvo por rémoras como Ceferino Reato y otros serviciales periodistas- hasta que intervino Lo Pérfido a tratar de aligerar, matemáticas mediante, la barbarie de la dictadura. Como para intentar –usando la manoseada coartada de la verdad- que quede claro que, al fin y al cabo, los compañeros de juego no eran tan malos, o al menos no tanto como podría hacerlo suponer esa cifra. Sacando punta al lápiz: tres veces menos hijos de puta.

Hoy la insistencia en el acto de que se trató de 30.000 desaparecidos fue una reafirmación de que hay gente con la que no se juega y gente con la que ya no se quiere jugar. El gobierno se niega a abandonar ese patio añorado donde los zurdos eran malos y los uniformados un encanto.

Pero tienen el 24 de marzo para que los saquen de la nostalgia, para que les digan que hoy los 30.000 siguen desaparecidos, hoy. No son pasado, Avruj, son dolorosos presentes.