Dujovne presentó la iniciativa y Socompa entrevistó al ex viceministro de Economía Roberto Feletti. La situación local, el contexto global y la deuda pública fueron algunos de los temas. También el mentado nuevo acuerdo con el FMI y la perspectiva de una estabilización financiera en un marco de recesión con alta inflación.
El proyecto que presentaron es un mazazo fiscal sobre la vida cotidiana de amplios sectores de la sociedad y no resuelve ningún problema; es más, los agrava. Cambiemos propone aumentar la presión impositiva y podar el gasto público cuando al mismo tiempo pronostica que la economía caerá este año y el próximo. Todos sabemos que está contraindicado ajustar en un periodo recesivo, y más aún si es en un período recesivo prolongado”, afirma Roberto Felleti. ¿Devaluación y recesión como objetivos buscados? ¿El deseo inconfesable de Cambiemos? Puede que no tanto. El ex viceministro de Economía y actual secretario de Hacienda de La Matanza señala que Macri intenta solucionar la falta de dólares sobre la paz de los cementerio: “Pretende alcanzar el equilibro externo sobre la base de la caída de las importaciones y del ajuste fiscal y monetario. Esto nunca funcionó. Menem lo intentó, también la Alianza”.
El panorama tampoco pinta bien para las cuentas provinciales. En un contexto donde caerán el consumo privado, el gasto público y la inversión, la única fuente que promete recursos adicionales es el sector agroexportador. Vía retenciones, se los quedará la Nación. ¿Qué posición adoptarán los gobernadores y los diputados que les responden en el debate por el presupuesto? La respuesta, va de suyo, queda por el momento sin respuesta. Feletti, sin embargo, plantea una hipótesis: un panorama similar al del ’88, cuando los gobernadores peronistas le arrancaron a un ya debilitado Alfonsín una Ley de Coparticipación Federal que dejó en desventaja a la Provincia de Buenos Aires. Feletti advierte que “el congelamiento del Fondo Incentivo Docente, la caída de Ingresos Brutos por el Pacto Fiscal y la quita del fondo sojero, sumado a la deuda que registran las provincias, pegarán muy duro”.
-El dato no es oficial, pero muchas provincias habrían alcanzado un equilibrio primario, y otras se encaminan en esa dirección. ¿Es posible que los gobernadores se arreglen con lo que tienen?
-Que estén cerca del superávit primario no arregla los problemas. Muchos distritos se venían beneficiando de una mayor coparticipación por el efecto de la inflación y el reintegro en cuotas del 15 por ciento que les retraía la Anses. Lo que hay tener en cuenta es que la recesión todavía no pegó de lleno en la recaudación. Además, las provincias no trasladaron la inflación y la devaluación al gasto. Están trabajando con un gasto comprimido. El año que viene será otro cantar.
-¿Cómo se ve la Provincia de Buenos Aires desde La Matanza?
-La provincia se encamina hacia una quiebra fiscal. En los dos últimos años hubo una mejora sobre la base de los fondos de la Anses y por la recomposición del fondo del conurbano, que son 44 mil millones de pesos. Esto garantizó ingresos por encima de la inflación. La situación cambió con la poda de Ingresos Brutos, el recorte del fondo sojero y el anunciado traspaso de los servicios agua, transporte y energía. A esto hay que sumar una deuda pública de 10 mil millones en moneda extranjera. Vidal está en una posición de gran debilidad. Toda su gestión depende de la renegociación del fondo del conurbano. Desde el punto de vista de la economía real pesan el impacto de la apertura importadora, la caída del mercado interno y la dolarización de las tarifas. Un combo que rompe el tejido industrial.
-¿Y la situación puntual de La Matanza?
-Tenemos solvencia fiscal con cierta autonomía por la percepción de las tasas municipales. La semana pasada, la Legislatura aprobó por unanimidad la emergencia alimentaria y educativa. Hay una demanda de inversión social cada vez mayor que insume porciones crecientes del presupuesto. Habrá que ver hasta dónde los municipios pueden amortiguar la retirada de los gobiernos nacionales y provinciales. Por ahora, podemos aguantar, pero no por mucho tiempo.
Presupuesto, deuda y después
El diálogo transcurre después de finalizada la exposición de Dujovne en Diputados. “La situación es muy grave. Escuchamos a un ministro que balbuceaba. No respondió nada concreto y se lo veía nervioso. La única política pública que Cambiemos tiene para proponer es la asistencia del FMI”, afirma Felleti. Su lectura señala que el gobierno quiere un cheque en blanco en un contexto de veloz endeudamiento y cuando todas proyecciones indican que la deuda estará en el orden del 85 por ciento del PBI hacia fines de este año.
-¿Se viene una reestructuración de la deuda pública?
-Es una posibilidad. No está claro si los fondos del FMI son para recomponer reservas o para reestructurar, pero podemos suponer que algo hay. El gobierno insiste en la importancia de bajar el riesgo país, y esto está asociado a la perspectiva de alcanzar una deuda con mejor perfil. Todo esto con apoyo del FMI y con beneficio para los acreedores.
-La modificación del artículo 65 de la Ley de Administración Financiera…
-No creo que el Congreso lo vote. Hoy, el Ejecutivo solo puede consolidar, convertir o renegociar si el resultado implica una mejora de los montos, los plazos o los intereses. La interpretación mayoritaria es que deben cumplirse al menos dos de los tres requisitos.
-Dujovne afirmó que solo se trata para agilizar la gestión financiera y de montos relativamente pequeños. Aprovechar ventanas.
-No parece el objetivo. Como mínimo están analizando alguna operación de canje. Hablan de reestructurar según sean las condiciones del mercado. Macri quedaría facultado para reestructurar incluso cuando eso no derive en una mejora.
-¿Y las modificaciones que pide el gobierno para administrar el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses?
-Lo mismo. No creo que pase. Están buscando la posibilidad de usar el capital para pagar la reparación histórica, por más que hayan afirmado que solo se trata de usar las rentas.
-Con las proyecciones incluidas en el proyecto de presupuesto, Macri cierra su gestión. Un posible balance de los cuatro años…
-Un desastre. Entre enero de 2016 y diciembre de 2019, la economía habrá caído un 2 por ciento. Si se incluye el crecimiento poblacional, el resultado será una contracción del PBI per cápita del 6 por ciento. En cuatro años no solo habrán achicado la economía, sino que además habrán llevado la deuda de 250 mil a unos 400 mil millones de dólares. Recibieron un país con un desempleo por debajo del 6 por ciento. Hoy está en el 9,6 por ciento y todas las proyecciones lo ubican en torno al 11 por ciento en diciembre del próximo año. La inflación, que promediaba el 24 por ciento anual se disparó al 35 por ciento. De los cuatro años, vamos a tener tres de caída de la actividad y solo uno de crecimiento. Macri terminará su mandato y se verá si es reelecto, pero nadie podrá negar que lo suyo es un fracaso total.
-¿Qué opinión tiene del manejo que hace el gobierno de la relación con el FMI?
-El resultado está a la vista. Recibió ayuda el 22 de junio. Nada menos que 15 mil millones de dólares. En apenas noventa días se lo gastaron todo. Ahora vuelven y le piden que les adelanten tres años de desembolsos. Por eso se habla de una asistencia de casi 70 mil millones.
-El gobierno argumenta que el acuerdo con el FMI sirve para estabilizar.
-La única que tiene el gobierno es endeudarse y que, cerrado todos los grifos, el FMI adelante todo lo que pueda. Supongamos que sale el presupuesto y el FMI pone el dinero que pide Macri; en ese caso logran estabilizar las variables en el corto plazo. El tema es que estabilizan en la miseria. Una estabilidad con inflación alta y desempleo creciendo. Una estabilidad precaria, de miseria.
-El proyecto de presupuesto pone al sector exportador como motor de la economía. ¿Es posible?
-No. Es imposible que pueda compensar la caída de la inversión y del consumo. Y esto es así porque las exportaciones constituyen el componente de menor participación relativa en la demanda agregada. En un esquema más o menos estándar, y aun con algunas variaciones, el consumo explica el setenta por ciento de la demanda, la inversión el veinte y las exportaciones apenas el diez por ciento. En otro momento una devaluación hubiera generado una reactivación del sector externo. Ahora no ocurre. Y la razón es que la energía y los insumos están dolarizados. El impacto de la devaluación solo opera sobre la mano de obra.
El contexto local e internacional
La idea que subyace entre los analistas es que Washington está dispuesto a sostener a Macri porque en Argentina y Brasil se juega el reordenamiento de la región. Felleti plantea sus dudas. Dice que no parece ser la discusión entre Estados Unidos y México, donde lo que está en juego es el final del Nafta y la firma de nuevo tratado. Queda claro, sin embargo, que en el marco de la disputa comercial con Beijing, Trump se aleja del esquema donde Estados Unidos usaba a China como un taller y, al mismo tiempo, cambia el enfoque de Obama cuando deja de lado la política monetaria aplicada desde la crisis de 2008. En otras palabras: apuesta por la baja de impuestos, la obra pública y el proteccionismo.
-¿Qué define esa tendencia en materia económica para los países emergentes?
-Que deberán funcionar con una cuenta corriente más o menos equilibrada porque, salvo que venga un flujo muy importante de inversiones, la cuenta de capital no podrá sostener un desequilibrio abultado como pretendió Cambiemos. Pero hay algo más. El alineamiento que propone Macri con Washington supone que tendremos un mayor intercambio del comercio bilateral, algo que es muy difícil. Ni qué decir de las inversiones, que tradicionalmente llegaron de Europa. Hay una escenario global de regulaciones que Cambiemos no captura.
-Algunos plantean que es Estados Unidos, por la vía FMI, el que reclama el ajuste que instrumenta Cambiemos…
-No creo que sea tan así. Me da la impresión que es la oligarquía local ligada al sector agroexportador y al sistema financiero la que exige ajustar porque no quiere financiar a la industria. Ocurrió durante nuestro gobierno. Se vio en la discusión por las retenciones. Miremos Brasil. ¿Es Estados Unidos o la oligarquía local la que piensa el ajuste para transferir el costo al conjunto de la sociedad? Si Fernando Haddad entra en la segunda vuelta, el panorama cambia. Si llega, Lula está vigente y le marca la cancha a la derecha. El gobierno no registra nada de esta discusión. Está encerrado en el corto plazo. No puede pensarlo.
-Mucho se habla de la gobernabilidad en términos de institucionalidad, del funcionamiento de los mecanismos democráticos. ¿Cuál es su visión de la coyuntura?
-La democracia, tal y como fue concebida en el ’83, está en crisis. Hay un sector del Poder Judicial que está dispuesto a romper garantías constitucionales. Detienen sin pruebas documentales, hostigan a imputados y testigos. Uno podría pensar que el caso de Milagro Sala está encapsulado en una provincia feudal, pero no. Hay una ruptura del modelo democrático que apunta a utilizar la Justicia y los medios para restaurar un orden conservador. El gobierno alienta un cuestionamiento severo a la dirigencia política, sindical y empresaria, y al mismo tiempo intenta recuperar la calle a los palos. Esto nunca se vio desde el ’83. Hasta la policía actúa en forma intimidante, y no solo en frente a la protesta social.
-Es claro que el modelo no les cierra a las pequeñas y medianas empresas. ¿Hasta qué punto le cierra a las grandes empresas locales?
-No descarto que en algún momento tomen distancia. Hay una ola de extranjerización latente y se relaciona con el deterioro del valor de los activos argentinos a partir del tema de los cuadernos. Diría que, hoy por hoy, la sustentación de Macri se explica por el apoyo externo y la alianza con un bloque muy angosto que integran el sector primario y el financiero. Hay un dato que es clave. Durante el fin de semana crítico, cuando los radicales fueron a Olivos a pedir medio gabinete, Macri les cerró la puerta. Reafirmó su poder. Recibió el apoyo de Trump, el FMI reabrió la negociación y cambió la orientación de la Corte Suprema. Si hubiera querido registrar lo que sucede de otro modo podría haber abierto el gabinete. No lo hizo, aguantó.
-Y del otro lado…
-Tampoco hay un bloque amplio. Algunos insisten en que nada con Cristina, a pesar que retiene el apoyo de un tercio de la sociedad. Cambiemos, en su mejor momento, ganó por poco la elección de senadores en el territorio bonaerense. Es dable suponer que esa brecha se cerró, o incluso que Cristina tiene chances de ganarle a Macri. Mucho más con una Cristina moderada que abrió el juego y dialoga. El peronismo de derecha no convence. Ese sector, que podría pensarse como expresión del empresariado nacional, no convence al electorado.
-Hay quienes sostienen que estamos ante un escenario similar al de 2001…
-Hay algunas similitudes, pero también una diferencia central. Hoy tenemos un tipo de cambio flexible que le permite a Cambiemos ajustar por etapas. Esto le otorga capacidad para resistir políticamente la devaluación, aunque su base electoral se erosione. Lo más peligroso es que están combinando devaluación con ajuste, y eso resulta en más inflación y desempleo. No hay amortiguador. Insisto: con el apoyo del FMI pueden estabilizar, pero en un piso de miseria. Es necesaria la convergencia de la oposición en una frente político y social.