Un escenario cada día más polarizado que transforma a una elección legislativa en una suerte de plebiscito donde se juegan muchas cosas pero se aportan muy pocas. Campañas carentes de propuestas, consignas vacías de contenido y un día después con ganadores y perdedores pero escasas esperanzas para la gente de a pie. Y una pregunta que estremece: ¿Cuánto le importan los derechos humanos a la sociedad argentina?

En los últimos tramos de la cuenta regresiva para las elecciones de medio término del próximo domingo se reafirma la idea de que se trata de unos comicios atípicos, donde la competencia por las bancas de senadores y diputados queda subsumida en una suerte de compulsa plebiscitaria impulsada tanto por el oficialismo, que pretende obtener un aval a su gestión, como por Unidad Ciudadana, que busca aglutinar detrás de la figura de Cristina Fernández de Kirchner a la mayor cantidad de descontentos y afectados por las políticas neoliberales del gobierno de Mauricio Macri.

Autopsia en fin de semana de elecciones.

Es difícil anticipar de qué manera influirán o no los acontecimientos de los últimos días en los ciudadanos a la hora de meter las boletas en el sobre. La aparición de un cuerpo en el Río Chubut, en terrenos de la Pu Lof de Cushamen, en una zona que ya había sido rastrillada sin encontrar nada pone un nuevo manto de sospecha – uno más y van… – sobre el oscuro accionar del gobierno y sus fuerzas de seguridad durante los más de dos meses y medio transcurridos entre la desaparición de Santiago Maldonado durante la irrupción de fuerzas de Gendarmería en territorio mapuche y las elecciones.

El tema preocupa al gobierno en términos electorales, que mandó a hacer una encuesta telefónica para medir cuánto podría influir el hallazgo del cuerpo en la intención de voto. No se conocen sus resultados, pero sí los de otra realizada por la consultora CEOP – que puede difundirse en un día de veda electoral debido a que no mide intención de voto – en la provincia de Buenos Aires, donde el 58,5% de los encuestados señalan al gobierno nacional como responsable de la desaparición de Maldonado y creen que la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, debería renunciar. También, un 53% de los encuestados cree que hubo un arreglo entre el gobierno y la Gendarmería para ocultar la verdad.

Cada cual atiende su juego

La apuesta electoral de Cambiemos es clara: consolidarse como la primera fuerza del país luego de unas PASO cuyos resultados, sorprendentemente favorables para el macrismo y sus aliados en algunos distritos, como Neuquén y Córdoba, alientan esa expectativa. Incluso el resultado de las PASO bonaerenses, donde Cristina Fernández de Kirchner se impuso por un muy escaso margen a Esteban Bullrich, no fue leída como una derrota por el oficialismo sino como un buen auspicio para los comicios del domingo próximo. Es que más allá de la manipulación de los resultados para hacer aparecer por un rato a Bullrich como ganador de la contienda, la escasa diferencia final y el carácter plebiscitario que ha adquirido la elección bonaerense entusiasma a los estrategas de Cambiemos, que se juegan a sumar más que Unidad Ciudadana entre los votos que se fugarán de Massa y Randazzo para apostar a ganador.

En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, María Elisa Carrió tiene la victoria asegurada y de manera aplastante. El día después de la elección, con el resultado puesto, será una de las banderas que Cambiemos enarbolará más alto, pero también puede ser el comienzo de un conflicto interno de consecuencias imprevisibles. Quienes hayan seguido de cerca la política argentina de las últimas tres décadas saben que Carrió tiene una única e innegociable ambición: llegar a presidenta. Para ello deberá inevitablemente diferenciarse y confrontar con Mauricio Macri y el aparato radical de Cambiemos. Y seguramente lo hará a su estilo, inaugurando un nuevo capítulo de su saga como protagonista de Terminator.

El objetivo de Unidad Ciudadana y de sus aliados o listas consonantes en el resto del país es también de máxima: transformarse en el eje de la oposición durante los dos últimos años de mandato de Mauricio Macri para ubicarse en la primera línea de las elecciones presidenciales de 2019, con Cristina Fernández de Kirchner a la cabeza. En ese sentido, la madre de todas las batallas se desarrollará, como siempre, en la provincia de Buenos Aires, con el dato insoslayable de que la ex presidenta decidió no sólo ponerle el cuerpo a la elección sino jugar a suerte y verdad con su nombre en el lugar más importante de la boleta. Por eso le resulta imprescindible derrotar al gris candidato de Cambiemos, en la puja por las bancas de la mayoría en el Senado Nacional. En términos de una elección puramente legislativa, tanto Cristina Kirchner como Esteban Bullrich tienen sus bancas aseguradas y sólo queda una tercera en disputa, que será para Jorge Taiana o para Gladys González.

En términos políticos hay mucho más que una banca en juego. Una victoria en la provincia con mayor peso electoral del país ubicaría a Cristina en una posición inmejorable para liderar un inevitable reagrupamiento de fuerzas dentro de un peronismo hoy dividido pero que cuando se trata de disputar poder no vacila en dejar momentáneamente las diferencias de lado para conseguirlo. Dos mandatos presidenciales sucesivos sin el peronismo en la Casa Rosada es algo que no se ha visto desde la recuperación de la democracia. Hace unos días, en su blog, Artemio López señalaba: “Bajo el liderazgo de Cristina Kirchner que el 22 de octubre revalidará claramente su primacía electoral respecto al resto de las figuras del llamado pan peronismo, habrá de constituirse un nuevo polo de acumulación político-electoral de orden popular democrático, vertebrado por intendentes y gobernadores peronistas y de otras extracciones partidarias”. Quien esto escribe coincide en casi todos sus términos con esa apreciación, pero considera que una derrota, incluso por un margen mínimo, de CFK en la elección del domingo hará mucho más cuesta arriba este camino.

Si de caminos se trata, en el trayecto desde las PASO a las elecciones del domingo próximo, la ancha avenida del medio por la cual pretendía transitar Sergio Massa se fue estrechando hasta transformarse en un sendero plagado de obstáculos. El candidato a senador bonaerense por 1País aparece como la gran víctima de la polarización electoral. Hasta sus propios estrategas de campaña reconocen que, a la hora de contar los votos, una parte considerable del sector antikirchnerista de la sociedad bonaerense que metió su boleta en las urnas de las primarias optará por Cambiemos para evitar la amargura de una victoria de Cristina Fernández de Kirchner en la provincia.

Florencio Randazzo será otro de los grandes derrotados, atrapado en una apuesta electoral con un techo bajísimo, aunque todo indica que mantendrá un caudal de votos peronistas que, por un lado, resulta insignificante para sus pretensiones políticas pero que, por el otro lado, afecta negativamente la suma de votos de la lista de UC que encabeza la ex presidenta. En ese sentido, su candidatura termina siendo funcional a Cambiemos en general y al gobierno bonaerense de María Eugenia Vidal en particular.

Por último, las distintas vertientes de la izquierda parlamentaria corren el riesgo de terminar como los convidados de piedra en las urnas del 22 de octubre. Persistentes en el trabajo de base, sobre todo a nivel industrial y estudiantil, siempre les ha costado mucho traducir en votos el fruto de ese trabajo. En ese sentido, basta revisar las oscilaciones en su caudal de votos de los últimos años, para comprobar que siempre las elecciones parlamentarias han sido para ellas mucho más productivas que las presidenciales, donde la polarización les quita protagonismo y fuerzas.

Vacíos e interrogantes

Un párrafo final para las grandes ausentes de la campaña electoral: las propuestas políticas concretas. Si se toma la campaña bonaerense como ejemplo, la realidad produce, a juicio de quien esto escribe, un profundo desaliento. En Cambiemos – después de silenciar las metidas seriales de pata de Esteban Bullrich – todo gira alrededor de la figura de una gobernadora María Eugenia Vidal que insiste con sus latiguillos durán-bárbaro del timbreo y todos juntos, aunque nunca diga para qué. En Unidad Ciudadana, el sustantivo “freno” y el verbo “frenar” son banderas de lucha, aunque nadie se preocupa por explicar cómo. Mientras tanto, Massa sigue apelando a una equidistancia que nadie sabe bien qué significa, y Randazzo se limita a cultivar su imagen construida de muchacho bueno y cumplidor.

Poco, muy poco, para unas elecciones donde se juega mucho de la calidad de vida y del futuro de los argentinos.

Por último, el resultado también dirá hasta qué punto influye la política de derechos humanos del gobierno sobre el voto ciudadano. Si la desaparición de Santiago Maldonado y la existencia de presos políticos, como Milagro Sala, son un factor tenido en cuenta por la mayoría de los argentinos. Una pregunta que, a más de tres décadas de la recuperación de la democracia debería tener una respuesta clara pero que, en cambio, plantea una incertidumbre que estremece.